El cardenal Lawrence Sheban,
de 81 a?os, de la hist¨®rica bas¨ªlica de la Asunci¨®n, en Baltimore (Estados Unidos), no esperaba ser azotado en pleno altar mayor precisamente el d¨ªa 15, festividad de la Asunci¨®n. Su sorpresa fue mayor que el dolor causado por los hist¨¦ricos cintarazos que le propin¨® un exaltado fiel, Stephen G. Benton, de veinticuatro a?os, que irrumpi¨® en el local sacro gritando: ?Me env¨ªa Dios para limpiar este templo.? Cinco minutos dur¨® el desaforado ataque. El cardenal reanud¨® la misa despu¨¦s de que la polic¨ªa hubiera detenido al intruso. ??D¨®nde vive??, preguntaron los diligentes gendarmes americanos a Benton. Este replic¨®: ?Habito con el Se?or.?Ni el cardenal Shehan ni la persona que le ayudaba en la misa resultaron heridos. El templo, lejos de quedar limpio, apareci¨® lleno de cascotes de las dos fuentes de agua bendita contra las que Benton hab¨ªa arremetido. Las p¨¦rdidas, coment¨® el cardenal, no tienen precio. Ambas pilas fueron construidas en 1821 y hasta que no se produjo el ataque hab¨ªan sido el orgullo de la hist¨®rica bas¨ªlica, que es la iglesia matriz de los cat¨®licos americanos. Una vez figur¨® entre los sellos en los que se celebra la belleza de la arquitectura estadounidense.
Benton ten¨ªa muy claras sus intenciones. Cuando irrumpi¨® en el templo, lo hizo recitando de memoria p¨¢rrafos de la Biblia. Los diez feligreses que asist¨ªan a la misa -dicha casi de madrugada- le miraron aterrados. ?Loado sea Dios. Fuera todos los pecadores?, grit¨® Benton, y se dirigi¨®, tras destruir las pilas de agua bendita, contra el cardenal y su ayudante. Este utiliz¨® una maza para disuadirle, despu¨¦s de intentar infructuosamente que el joven dejara de amenazar al sacerdote con su cintur¨®n, que us¨® sin piedad cinco veces contra la cara del asombrado Shehan.
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