La amarga necesidad de la sed
El amargo sabor de la retama es la segunda parte de una trilog¨ªa que se inicia con El libro de las visiones y apariciones, libro este ¨²ltimo del que la doctora Fernanda Monasterio dijo que era un estudio profundo de la psicolog¨ªa infantil. Ahora, aquel personaje, en la adolescencia, sigue evocando, a modo de onda expansiva o eco, aquellos mundos de entonces.El relato corre iluminado por la propia voz del personaje, es decir, est¨¢ escrito en primera persona; sin embargo, a veces, este personaje, para dirigirse a s¨ª mismo, se refiere a un t¨², como si de otra persona se tratara, y es que la b¨²squeda de s¨ª mismo del narrador -a trav¨¦s de la memoria dolorosa- le exige una especie de desdoblamiento. Es un yo y un t¨², altern¨¢ndose en la explicaci¨®n de la persona, acarreando la descripci¨®n del entorno familiar -la madre ben¨¦fica y bals¨¢mica, los represores t¨ªo Cirilo y Cayetano-, dentro de ese paisaje m¨¢s amplio, el pueblo sediento de H¨¦cula, donde tambi¨¦n transcurre el primer libro a que aludimos arriba y que aparece (a modo de plataforma existencial) en otros libros del autor, como Con la muerte al hombro. De la configuraci¨®n, de la identidad del personaje, no tenemos m¨¢s que la cr¨®nica desnuda de sus recuerdos y no los perfiles m¨¢s destacados de su personalidad. Es como si el personaje nos dijera: ?Todo lo que soy est¨¢ en el tejido narrativo que evoco?.
J
L. Castillo Puche.El amargo sabor de la retama. Ediciones Destino. Ancora y Delfin Col. Barcelona, 1979. 209 p¨¢ginas.
En las ¨²ltimas p¨¢ginas, el manantial de agua que encuentran el protagonista y la madre, en una nueva casa que compran, es tanto el s¨ªmbolo de la sed milenaria del pueblo heculano como la de las criaturas que aparecen en el libro -la sed de la existencia- y, en definitiva, la ineludible sed del autor, sed de la que nos participa, vibrante y dolorosamente.
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