Marxismo: ?confusi¨®n o revisi¨®n? / y 2
Una de las cr¨ªticas m¨¢s frecuentes que se le hacen al sector ?radical? del PSOE es la de profesar un marxismo dogm¨¢tico. A decir verdad, lo que en general se sobreentiende en estas cr¨ªticas es que el marxismo es dogm¨¢tico por esencia, dada su pretensi¨®n de cientificidad. Veamos la cuesti¨®n.Pero, antes, pregunt¨¦monos: ?Debi¨® plantearse en el 28.? Congreso? Rotundamente: no. Porque, sin prejuzgar de intenciones, de lo que ha servido es de cortina de humo para ocultar ciertas realidades m¨¢s inmediatas o para no plantear problemas pol¨ªticos concretos, como es lo propio de un congreso de partido. ?Yo creo que la pol¨¦mica ha sido poco concreta y sigue siendo poco concreta. Todo se mueve en un nivel de abstracci¨®n?, acaba de declarar, con cu¨¢nta raz¨®n, Felipe Gonz¨¢lez. Pero ?qui¨¦n se empe?¨® desde el principio en centrar la batalla del congreso en torno a la abstracci¨®n llamada ?marxismo??
Porque hablar de marxismo a secas, sin especificaciones ni concreciones, sin distinguir planos ni conceptos, es una pura abstracci¨®n que s¨®lo pod¨ªa suscitar confusi¨®n y par¨¢lisis entre partidarios y adversarios. En efecto, ?de qu¨¦ quer¨ªa hablarse? La expresi¨®n gen¨¦rica ?marxismo? engloba por lo menos cuatro cosas: 1) una filosof¨ªa general que es la dial¨¦ctica materialista; 2) una concepci¨®n del devenir del hombre en sociedad: el materialismo hist¨®rico; 3) una teor¨ªa del capital y del tipo de sociedad que engendra, y 4) una teor¨ªa pol¨ªtica de la revoluci¨®n socialista.
No ser¨¦ yo quien recuse el inter¨¦s de la dial¨¦ctica materialista o, como muchos marxistas decimos hoy, filosof¨ªa de la praxis (he publicado hace ya a?os un libro sobre el tema). Pero, dada la abstracci¨®n y tecnicidad de la cuesti¨®n, pensar que se pueda plantear en un congreso pol¨ªtico ser¨ªa dislate. Exactamente lo mismo puede decirse de la concepci¨®n materialista de la historia. Son temas para que los discutan sin prisas y serenamente los Gustavo Bueno, Manuel Sacrist¨¢n, Castilla del Pino y dem¨¢s fil¨®sofos marxistas espa?oles, junto con fil¨®sofos no marxistas de la talla de un Aranguren. He aqu¨ª una sugerencia para el pr¨®ximo secretario de cultura del PSOE.
En cambio, los dos ¨²ltimos planos de reflexi¨®n se?alados ata?en mucho m¨¢s de cerca las tareas de un congreso socialista. Pero no se puede discutir multitudinaria y confusamente en torno a ellos sin antes llevar a cabo una elaboraci¨®n te¨®rica paciente y profunda, obra de grupos restringidos, que despu¨¦s oriente las decisiones pol¨ªticas de un congreso. Naturalmente, tal elaboraci¨®n brillaba por su ausencia en el de mayo, y en ello la responsabilidad nos incumbe a todos, pero en particular a quienes se hallaban en mejores condiciones materiales de promover la necesaria reflexi¨®n sobre los problemas Cruciales de la teor¨ªa del capital y la concepci¨®n de la revoluci¨®n socialista. En vista de ello, el debate en torno al marxismo ten¨ªa que resultar est¨¦ril y confuso, movido m¨¢s por motivaciones t¨¢cticas que te¨®ricas y estrat¨¦gicas. Se perd¨ªa as¨ª la ocasi¨®n de comenzar a plantear con alg¨²n fundamento intelectual no el problema abstracto del marxismo o antimarismo, sino la disyuntiva esencial con que hoy se enfrenta el movimiento socialista occidental: o estrategia de ruptura anticapitalista o estrategia de adaptaci¨®n neocapitalista.
Pero, ya que se ha planteado -y no por culpa de la izquierda del PSOE- el problema, tratemos de ver cu¨¢l puede ser, en el socialismo actual, un marxismo vivo, no dogm¨¢tico ni excluyente, creador.
Hay dos maneras de desarmar ideol¨®gicamente al movimiento socialista: aislarlo del pensamiento de la lucha de clases que es el marxismo, o hacer de ¨¦ste un catecismo repetitivo, con preguntas y respuestas invariables, ?talmudizarlo?. Esto ¨²ltimo es lo que ha ocurrido en el movimiento obrero internacional desde los tiempos de la socialdemocracia alemana cl¨¢sica y, m¨¢s a¨²n, desde los del leninismo, sobre todo en su versi¨®n estaliniana. Las grandes organizaciones obreras viv¨ªan as¨ª de un marxismo de manual escler¨®tico y est¨¦ril, origen de resonantes cat¨¢strofes (la subida de Hitler al poder, por ejemplo).
Pero acusar al ala izquierda del PSOE de profesar un marxismo dogm¨¢tico de ese tipo es pura mala fe. El marxismo que propugnamos es un pensamiento abierto y receptivo, creador y autocr¨ªtico. Porque el marxismo o es antidogm¨¢tico o no es. Como escribe m¨¢s o menos Sartre, decir del marxismo que es revisionista es una tautolog¨ªa, por que un pensamiento de lo real hist¨®rico tiene que cambiar y autocorregirse en funci¨®n del devenir de su objeto. Y no se olvide que, desde sus primeros escritos, Marx sienta como su postulado filos¨®fico fundamental la primac¨ªa del ser sobre el pensar, o sea, como ¨¦l mismo afirma, que lo que cuenta no es lo que los hombres creen que hacen, sino lo que hacen realmente; no la ideolog¨ªa, sino el conocimiento estricto de lo real (y es en este sentido como puede hablar se del socialismo cient¨ªfico de Marx).
Revisionista, pues, lo es el marxismo por su esencia misma. Y en la medida en que no lo sea, se traiciona a s¨ª mismo y se esteriliza.
Para el marxismo, la esencia del capital consiste en su tendencia a reducir todo a la categor¨ªa de Mercanc¨ªa, es decir, a basar todo el sistema de producci¨®n sobre el valor de cambio y no sobre el valor de uso. Al decir todo me refiero particularmente al trabajo humano (capital variable), creador del valor que se a?ade a las materias primas y a los medios de producci¨®n (capital constante). Del trabajo humano asalariado, es decir, reducido a mercanc¨ªa, es de donde el capital extrae justamente la plusval¨ªa (o diferencia entre el salario y el valor a?adido por el trabajo), base de todo su sistema. El marxismo cl¨¢sico identificaba las relaciones de producci¨®n en el sistema capitalista con la relaci¨®n propietario-asalariado o, si se quiere, propiedad jur¨ªdica-retribuci¨®n salarial. Pues bien, tanto el desarrollo del capitalismo avanzado como la aparici¨®n de un nuevo sistema de explotaci¨®n clasista en los llamados pa¨ªses ?socialistas? obliga a revisar radicalmente la noci¨®n marxiana de propiedad jur¨ªdica del capital y a sustituirla por el nuevo concepto de apropiaci¨®n. No son esencialmente los titulares jur¨ªdicos de los medios de producci¨®n sino sus detentadores efectivos (la tecnostructura de Galbraith en Occidente, la tecnoburocracia ?comunista? en Oriente) los que se apropian la plusval¨ªa generada por el sistema del salariado y la distribuyen seg¨²n sus intereses de clase. S¨®lo gracias a esa revisi¨®n puede analizarse en profundidad y comprenderse de una manera marxista la naturaleza del sistema sovi¨¦tico, que no es sino un capitalismo de Estado, es decir, un sistema en el que la l¨®gica de la plusval¨ªa y de su desigual distribuci¨®n sigue vigente, manejada por una clase a la que con estricto rigor marxiano puede calificarse, como dice Didier Motchane, de ?clase pol¨ªtica? en la medida en que debe al poder pol¨ªtico establecido su posici¨®n preeminente en el sistema de producci¨®n. Consecuencia ¨²ltima y crucial que el marxismo occidental ya ha sacado: no basta con suprimir la relaci¨®n de titularidad jur¨ªdica del capital (aunque tambi¨¦n haya que suprimirla) para socavar realmente la l¨®gica de ese sistema de explotaci¨®n.
Otro ejemplo de revisi¨®n necesaria (y podr¨ªa multiplicarlos): el marxismo cl¨¢sico parec¨ªa contraponer al valor de cambio capitalista un valor de uso que entroncaba con una naturaleza humana m¨¢s o menos inmutable a trav¨¦s de las necesidades del individuo. Hoy tenemos que comprender que el sistema de las ?necesidades humanas? est¨¢ sometido tambi¨¦n a la l¨®gica de la producci¨®n capitalista que, como muy clarividentemente afirmaba Marx previendo nuestra sociedad de consumo, no s¨®lo crea un objeto para su sujeto, sino tambi¨¦n un sujeto para su objeto.
Pensamiento revisionista, el marxismo que defendemos es tambi¨¦n un pensamiento abierto a las otras empresas cient¨ªficas de la modernidad. En primer lugar, al psicoan¨¢lisis freudiano, que debe ense?arnos que la lucha de clases pasa necesariamente por la interioridad del individuo y sus instintos. Ah¨ª est¨¢n los nombres de marxistas como Reich, Marcuse, Kalivoda, Politzer o, entre nosotros, Castilla del Pino, para indicarnos hacia d¨®nde debemos dirigir nuestros esfuerzos de actualizaci¨®n o complementaci¨®n de una antropolog¨ªa marxista que Marx s¨®lo desarroll¨® relativamente en sus escritos de juventud. En general, el marxismo tiene mucho que aprender de la antropolog¨ªa y la sociolog¨ªa contempor¨¢neas, nacidas a menudo en medios ajenos, cuando no hostiles, a ¨¦l. Y s¨®lo un marxismo momificado, pretendidamente autosuficiente y aut¨®nomo, podr¨ªa negarse a asumir con sus propias armas conceptuales problemas esenciales como los que, por ejemplo, plantea el Club de Roma en torno a los ?limites del crecimiento?. Eso est¨¢ bien para los ide¨®logos sovi¨¦ticos, a quienes les importan much¨ªsimo menos las realidades del mundo actual que la simple justificaci¨®n del sistema de explotaci¨®n del que viven.
A este marxismo abierto y autocr¨ªtico es al que debe replicar quien no comparta sus presupuestos, y no a fantasmas del siglo XIX o de la guerra fr¨ªa. Y a ese marxismo deben plantearse -y debe plantearse ¨¦l- problemas reales: los de nuestro pa¨ªs, los de la sociedad occidental y la sovi¨¦tica, los del Tercer Mundo. En ese plano es donde debe desarrollarse el debate y donde, a mi entender, puede el marxismo demostrar su operatividad explicativa, es decir, su cientificidad (a la manera en que son cient¨ªficas las ciencias humanas). El marxismo, como la socialdemocracia, se demuestra andando.
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