Introducci¨®n a la nada
Francisco Bustelo, senador y catedr¨¢tico, desempe?¨® un papel fundamental en los debates del 28.? Congreso del PSOE, como es bien sabido, y sigue siendo desde entonces una de las tres cabezas principales del ala radical de este partido. En los meses transcurridos desde el 28.? Congreso, y siendo ya inminente la celebraci¨®n del Congreso Extraordinario convocado para resolver la crisis del socialismo espa?ol, el ala ?moderada? del PSOE ha guardado un estridente silencio en el terreno ideol¨®gico, te¨®rico y program¨¢tico, a excepci¨®n de algunos art¨ªculos en la prensa diaria que, por ejemplo, nos han permitido saber, con cierto sonrojo, que no es posible para un socialista ser estalinista o althusseriano (Peces-Barba dixit), por ser ambas posturas incompatibles con el ?humanismo?.En este marco es inevitable atribuir cierta importancia a la publicaci¨®n de esta ?pedag¨®gica aproximaci¨®n a las fuentes de donde se nutre el cuerpo te¨®rico del que ha venido en llamarse socialismo de izquierda?. M¨¢s a¨²n cuando en su tercera parte se nos promete el esbozo de ?todo un tratado sobre la construcci¨®n del socialismo democr¨¢tico?. Frente al silencio injustificable del ala ?moderada? tendr¨ªamos en este texto una aproximaci¨®n a las bases te¨®ricas y estrat¨¦gicas de la izquierda del PSOE. No cabe dudar, as¨ª, de que el lector de esta Introducci¨®n se dirige a ella con un alto nivel de expectativas.
Francisco Bustelo,
Introducci¨®n al socialismo marxista Madrid. D¨¦dalo, 1979.
Quiz¨¢ por ello es tan cruel la desolaci¨®n que le invade al progresar en la lectura. Este insostenible y apresurado bricolage es uno de los m¨¢s llamativos ejemplos de insolvencia intelectual dentro de nuestro pensamiento de izquierda, cuya situaci¨®n, por lo dem¨¢s, es suficientemente lamentable como para que resulte relativamente simple encubrirse con la mediocridad general. El texto de Bustelo, no obstante consigue destacar por m¨¦ritos propios.
El problema fundamental, conviene subrayarlo, es que el autor parece confundir la pedagog¨ªa con la indefinici¨®n. No se nos dice qu¨¦ cosa sea el socialismo (esto exigir¨ªa emborronar muchas p¨¢ginas), por lo que nadie puede sorprenderse de que nunca lleguemos a saber tampoco qu¨¦ es ese extra?o fen¨®meno denominado socialdemocracia o en qu¨¦ consisten el materialismo hist¨®rico y el materialismo dial¨¦ctico, de los que, sin embargo, se nos induce a esperar cosas grandes: ?El materialismo hist¨®rico nos permite comprender la historia de la humanidad y su sentido. El materialismo dial¨¦ctico nos brinda un m¨¦todo de conocimiento y cambio de la realidad social. ? (P¨¢g. 73.)
El lector puede sentirse ya algo sorprendido al ver resucitar al materialismo dial¨¦ctico, ese viejo dinosaurio estalinista, en un texto escrito en 1979. No terminar¨¢n aqu¨ª sus sorpresas. El autor resume el materialismo dial¨¦ctico en una memorable p¨¢gina (la setenta), y, quiz¨¢ consciente de sus limitaciones en este terreno, nos remite, para una profundizaci¨®n en las llamadas leyes de la dial¨¦ctica, al manual de Politzer, advirtiendo sin embargo al lector de que debe conservar frente a esta obra su sentido cr¨ªtico. No creo que Bustelo llegue a imaginar los sentimientos que pueden invadir en este punto a aquellos lectores que en los a?os sesenta leyeron el libro de Politzer buscando una introducci¨®n a la filosof¨ªa marxista, y a los que su sentido cr¨ªtico les lleva a estremecerse todav¨ªa ante esa muestra indeleble de lo que el estalinismo pudo hacer con la raz¨®n humana.
Cuesti¨®n m¨¢s grave es desentra?ar la relaci¨®n de los supuestos protagonistas de la obra, socialismo y marxismo, y conocer los felices frutos de su ayuntamiento. Y en este campo la ca¨ªda es a¨²n m¨¢s dura. Bustelo, que hace alardes casi excesivos de moderaci¨®n y realismo a lo largo de todo el texto, no esboza ni lejanamente un cuadro estrat¨¦gico para llegar al socialismo. Pero en las p¨¢ginas 83-85 se nos revela el papel del marxismo en el drama: ?Si s¨®lo tuvi¨¦semos el programa m¨¢ximo incurrir¨ªamos en un utopismo ineficaz. Pero si s¨®lo nos dedic¨¢semos a la pol¨ªtica cotidiana ( ... ) olvidar¨ªamos que tal pol¨ªtica es s¨®lo un instrumento para conseguir unos fines a m¨¢s largo plazo y m¨¢s importantes.? Y esas metas finales ?s¨®lo cobran sentido en un an¨¢lisis marxista?.
La inevitable conclusi¨®n es que el papel del marxismo en este galimat¨ªas es el de prof¨¦tica visi¨®n del futuro mejor que nos espera mientras, por razones de pragmatismo, seguimos arrastr¨¢ndonos por el calvario que nos reservan los pol¨ªticos socialistas. La diferencia entre el ala ?moderada? y el ala ?radical? resulta ser as¨ª la columna de fuego que gu¨ªa a los radicales por el desierto del presente, evitando que se dejen atraer por los cantos de sirena de la socialdemocracia.
El mejor resumen y la mejor caricatura del penoso papel que los radicales atribuyen al marxismo lo encontramos en la p¨¢gina 92: ?Ser un partido de cambio y no hacer el cambio cuando se tiene el poder o una parte de ¨¦l encierra, claro est¨¢, una contradicci¨®n. Tal contradicci¨®n s¨®lo se salva con el an¨¢lisis marxista.? Se dir¨ªa m¨¢s bien que el marxismo deber¨ªa servir para evitar que cay¨¦ramos en ella. A posteriori, m¨¢s consuelo pueden ofrecer la confesi¨®n, el psicoan¨¢lisis o la bebida que la lectura meditada del Politzer.
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