Tras la muerte de Mac¨ªas
LA PENA de muerte, cualquiera que sea el lugar donde se aplique, es un acto moralmente injustificable, por atroces y sanguinarios que hayan sido los cr¨ªmenes del acusado, y sin el valor ejemplificador que pretenden darle sus defensores. Los muchos ?sin embargos? -pol¨ªticos, sociol¨®gicos o religiosos- que apoyar¨ªan a la justicia que acaba con la vida del tirano no ocultan el que tambi¨¦n en Malabo se haya utilizado la violencia para castigar la violencia. La ejecuci¨®n del ex presidente Mac¨ªas, sometido a un juicio que no reun¨ªa las m¨ªnimas garant¨ªas, podr¨ªa y deb¨ªa haberse evitado. Su muerte nada aporta al nuevo proceso pol¨ªtico guineano; antes bien, es un mal comienzo. El nuevo Gobierno de Guinea Ecuatorial tiene que iniciar una r¨¢pida y tenaz tarea de constituir un sistema pol¨ªtico en el que los dictadores no tengan cabida y donde la vida humana sea respetada escrupulosamente. Esta postura contra la pena capital debe ser as¨ª entendida como un acto de principios superior a los argumentos de eficacia pol¨ªtica.El pr¨®ximo 12 de octubre, el pueblo y el Gobierno de Guinea celebrar¨¢n el und¨¦cimo aniversario de su independencia. Hasta ahora, el camino ha sido una especie de calvario, en el que tambi¨¦n Espa?a ha tenido sus culpas y pecados. Unos meses despu¨¦s de la independencia, en la primavera del a?o 1969, Espa?a colabor¨® con algunos pol¨ªticos guineanos en la preparaci¨®n de un golpe de Estado contra Mac¨ªas, y cuando la operaci¨®n estaba favorablemente resuelta, llegaron contra¨®rdenes de Madrid. El resultado fue la estampida hacia afuera de la poblaci¨®n espa?ola y la primera oleada de depuraciones y asesinatos del tirano. Desde entonces, el odio antiespa?ol se agudiza, y comienza un proceso de miedo y terror cuyo resultado final ser¨ªa la salida de la poblaci¨®n blanca (sin que se produzca ni un solo muerto) y un inexorable y tremendo proceso de degradaci¨®n en todos los sectores del pa¨ªs. El sistema de organizaci¨®n pol¨ªtica y econ¨®mica de la ¨¦poca colonial es sustituido por el personalismo desp¨®tico, por la corrupci¨®n y una especie de calcoman¨ªa grotesca de una organizaci¨®n sovi¨¦tica de la producci¨®n. Los partidos pol¨ªticos desaparecieron y la pol¨ªtica exterior del peque?o Estado se limit¨® a dar una base pesquera a la URSS, obtener un poco de adiestramiento cubano para las milicias populares (m¨¢s algunos m¨¦dicos y maestros) y, cerrando el tri¨¢ngulo-circular de cooperaci¨®n socialista, una sacrificada asistencia china.
Sin embargo, frente a esas apariencias, y a trav¨¦s de un tejido de influencias, durante los diez largos a?os del r¨¦gimen de Mac¨ªas el grueso de los intercambios comerciales de Guinea se ha venido realizando con Espa?a. Espa?a ha sido el principal mercado para el cacao, la madera y el caf¨¦ de Guinea, y en Espa?a ha comprado Guinea los abonos, el cemento, los alimentos y la maquinar¨ªa con que sustentar su econom¨ªa. Todo esto fue posible gracias a la continuidad de unas pocas empresas espa?olas que quedaron en el pa¨ªs y cuya eficacia vendr¨ªa a demostrar ser superior a la de toda la organizaci¨®n sovi¨¦tica. Pero estos miserables hechos, desgraciadamente, sirvieron de poco para que el sector oficial espa?ol articulase una pol¨ªtica con Guinea, aunque las ayudas nunca han faltado en educaci¨®n, sanidad y obras p¨²blicas. Pero ahora, en la Espa?a democr¨¢tica de 1979, precisamente es el momento de rescatar el tiempo perdido y organizar una ayuda espa?ola al pueblo y al nuevo Gobierno de Guinea Ecuatorial. Se trata de un peque?o pa¨ªs con riquezas suficientes para una holgada supervivencia econ¨®mica, situado en una zona estrat¨¦gica de Africa y hacia el que confluyen las miradas atentas de la opini¨®n internacional. Espa?a no puede fallar en esta nueva oportunidad.
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