Sobre el autonomismo de los centristas
Diputado. Centristas de Catalu?a-UCD
Cuando Tarradellas se?ala la importancia decisiva que ha tenido el Rey en el proceso que se inicia con la restauraci¨®n de la Generalitat para desembocar, dentro de poco, en la proclamaci¨®n del Estatuto de Autonom¨ªa de Catalu?a, pone de relieve uno de los hechos de reconciliaci¨®n m¨¢s significativos que ha llevado a cabo la nueva democracia espa?ola. En efecto, en el reparto convencional de tendencias pol¨ªticas que heredamos del pasado, las autonom¨ªas quedaban del lado de la Rep¨²blica y de la izquierda, Al llegar ahora de la mano de la Monarqu¨ªa y de un Gobierno de centro, se salen del viejo esquema y adquieren con ello una mayor solidez.
El amplio sector de espa?oles que se ven representados por el partido del Gobierno se reconcilia con las aspiraciones auton¨®micas de los pueblos de Espa?a. Esto tiene una singular importancia en el caso de Catalu?a, donde la solidez y el peso del catalanismo que podr¨ªamos llamar interclasista se han visto debilitados gravemente por la cerraz¨®n con que los partidos de derecha y de centro espa?oles hab¨ªan tratado siempre el tema de la autonom¨ªa. El reflejo en la sociedad catalana de esta incomprensi¨®n secular ha sido la tendencia, bien aprovechada por cierto, a identificar la autonom¨ªa con la izquierda.
El problema que esto plantea no est¨¢, ni mucho menos, superado. La actitud del Gobierno ante el Estatuto ha sido positiva y ha abierto la posibilidad de un nuevo planteamiento. Pero es imprescindible que tal actitud se complemente con una total coherencia por parte de todo el partido del Gobierno.
Habr¨ªa sido grave que el centrismo espa?ol hubiera continuado la tradici¨®n antiautonomista de un amplio sector de la sociedad espa?ola. De este peligro ya nos hemos librado, y muy bien. pero no ser¨ªa menos grave que la eficacia de la opci¨®n autonomista del centro quedara enturbiada por una falta de capacidad para capitalizar los aciertos y, sobre todo, por actuaciones contradictorias, no ya en Catalu?a solo, sino en Valencia, o en Andaluc¨ªa, o en cualquier otra comunidad. Sin duda, no resulta f¨¢cil que ciertos sectores sociales muy marcados por el pasado se incorporen a una visi¨®n auton¨®mica de Espa?a, con hondura de convicci¨®n y con soltura. Pero un autonomismo minimalista que s¨®lo al comp¨¢s de las presiones de la izquierda fuera cediendo terreno, adem¨¢s de ceder mucholo har¨ªa sin gloria.
De la capacidad del centrismo espa?ol para asumir la l¨²cida pol¨ªtica autonomista del Gobierno actual depende, adem¨¢s, algo muy importante para Catalu?a y tambi¨¦n para el resto de Espa?a: la posibilidad de un centrismo catal¨¢n vigoroso, capaz de desempe?ar un papel decisivo en la pol¨ªtica de la Generalitat. El clima pol¨ªtico actual de Catalu?a se resiste a aceptar el, por otro lado, innegable sentido catalanista de Centristas de Catalu?a-UCD y su eficaz acci¨®n en favor del Estatuto. Hay quien quisiera que ?autonomista? y ?centrista? fueran palabras incompatibles. Ello se ha puesto en evidencia, demag¨®gicamente y hasta groseramente en la calle, en recientes manifestaciones.
Pero no es esta demagogia lo que m¨¢s preocupa, sino otro aspecto de la cuesti¨®n: el deslizamiento hacia la izquierda de una parte importante del catalanismo que he llamado antes interclasista, puesto de manifiesto en los ¨²ltimos pactos municipales. Este fen¨®meno, que da a Catalu?a un tinte izquierdista superior al que se desprende de la realidad estricta, obedece, en el fondo, a dos factores: una confianza en el autonomismo de socialistas y comunistas, y en su capacidad de incorporar a ¨¦l a la poblaci¨®n inmigrada, que es parte esencial de estos partidos; una desconfianza hacia el centrismo espa?ol, en los mismos aspectos.
La respuesta est¨¢ en el a?anzamiento de la orientaci¨®n autonomista de UCD, y en la urgente creaci¨®n en Catalu?a del gran partido de centro: aut¨¦nticamente centrista y aut¨¦nticamente catal¨¢n.
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