La asamblea cardenalicia
COMO QUIERA que la reciente reuni¨®n de cardenales en, torno al papa Juan Pablo II ha carecido de informaci¨®n suficiente y directa proporcionada por la misma asamblea, su comentario posible no puede ser de otra manera que limitado.Esta reuni¨®n cardenalicia, no obstante, es una novedad que se inscribe en dos prop¨®sitos papales que parecen obvios: una asociaci¨®n m¨¢s estrecha del episcopado universal -siquiera representado por este consejo de notables- al gobierno de la Iglesia y, por tanto, una puesta en pr¨¢ctica de la colegialidad, y, por otra parte, una cierta relegaci¨®n de la curia a un segundo plano o a un servicio puramente burocr¨¢tico. Tal giro de las cosas parece efectivamente ineluctable.
La reforma de la curia iniciada en tiempos de Pablo VI, en el sentido de una mayor internacionalizaci¨®n o de la configuraci¨®n con mayores poderes de la funci¨®n del secretario de Estado vaticano parece que va a ir ahora por otros derroteros: por una radical transformaci¨®n de las estructuras eclesiales a tenor de la idea de colegialidad. Y este es, sin duda alguna, el signo m¨¢s claro de esta asamblea cardenalicia.
En ella se habr¨¢n suscitado, adem¨¢s, los problemas teol¨®g¨ªcos o de disciplina eclesi¨¢stica que la Iglesia cat¨®lica tiene hoy planteados, y este deseo del Papa de ser aconsejado o de conocer la realidad del catolicismo en el mundo, no a trav¨¦s,de expedientes curiales, sino de manera directa, supone, adem¨¢s de ese ejercicio de colegialidad, un tipo de gobierno asociado -si los cardenales quedan responsabilizados de cada decisi¨®n-, un giro considerable en las costumbres romanas, acostumbradas en el pasado a contemplar la realidad bajo el prisma de corte o burocracia.
El otro gran tema de esta reuni¨®n ha sido el de las relaciones entre Iglesia y cultura moderna: un ten¨ªa importante si los hay. Se ha hablado, desde luego, de la promoci¨®n del nivel cultural en academias, seminarios y casas de religiosos e incluso se ha evidenciado la voluntad de ampliar y potenciar la Academia Pont¨ªficia de Ciencias, en la que entrar¨ªa a ocupar un puesto eminente todo un abanico de ciencias espec¨ªficarnente modernas por las que el Pont¨ªfice siente gran inter¨¦s: desde la antropolog¨ªa a la psicolog¨ªa.
Y por fin parece que el colegio cardenalicio se ha ocupado de las muy quebrantadas finanzas vaticanas, finanzas que, sin ir m¨¢s lejos, van a ser muy necesarias si se quiere desplegar ese ambicioso plan cultural que se ha proyectado, adem¨¢s de seguir soportando los servicios a que hasta ahora van destinadas o simplemente retribuyendo con alguna mayor generosidad a los servidores de la propia burocracia curial.
El acercamiento de 1 a Iglesia a la cultura moderna, simbolizado, sin duda, en el homenaje que el Papa afirm¨® se tributar¨ªa a Albert Einstein y, ni m¨¢s ni menos, que en la acordada revisi¨®n del proceso de Galileo es una tarea, sin embargo, harto compleja. Desde luego, este acercamiento supone no s¨®lo que los viejos m¨¦todos del Santo Oficio no, vuelvan a reverdecer al tiempo que se predican los derechos humanos, sino que el pontificado mismo asume la iniciativa de una investigaci¨®n teol¨®gica y se muestra abierto a las b¨²squedas intelectuales que en este y en otros sentidos se realizan en muchos ¨¢mbitos. Supone igualmente la revisi¨®n de ciertas hipotecas del pensamiento del, pasado sobre concesiones y decisiones de Iglesia y el estar a la escucha, al fin, de los logros cient¨ªficos y los anhelos o los problemas de nuestro mundo: desde las nuevas concepciones biol¨®gicas o los problemas de la violencia o la demografla.
En todos estos planos la postura de la Iglesia ha de ser seguramente tan neta como lo est¨¢ exigiendo este momento en que muchas ambig¨¹edades y una cierta intensa b¨²squeda de relevancia sociopol¨ªtica o una nostalgia del pasado parecen haber hecho presencia en los comportamientos del catolicismo oficial.
Ser¨ªa negativo, y hasta dram¨¢tico para todos -incluso para los no cat¨®licos, en quienes una valoraci¨®n de la modernidad como la hecha por el Vaticano II levant¨® tantas esperanzas-, el que ahora comenzaran a ser decepcionadas de alguna manera.
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