Educaci¨®n y desarrollo en Am¨¦rica Latina
En la ¨²ltima semana de septiembre, el Centro de Investigaciones Educativas que la Organizaci¨®n de Estados Americanos tiene en Caracas organiz¨® un brainstorming, algo que, a falta de mejor traducci¨®n castellana, viene a ser una especie de reuni¨®n sin formalidades; una discusi¨®n abierta.La reuni¨®n ten¨ªa por objeto el que seis especialistas discutieran entre s¨ª y con funcionarios de la OEA la situaci¨®n de la educaci¨®n en Am¨¦rica Latina, en el marco de las transformaciones econ¨®mico-sociales contempor¨¢neas. Entre los especialistas hab¨ªa polit¨®logos, como Patricio Rojas, ex ministro chileno; economistas como Mark Blaug, de la Universidad de Londres, y Henry Levin, de la Stafford, y soci¨®logos como Noel Mac Ginn, de Harvard, y el que suscribe.
La raz¨®n para que la OEA gaste dinero y esfuerzos en semejante tarea es bastante obvia. Los optimismos de los a?os sesenta sobre los efectos positivos de la educaci¨®n en el desarrollo han dado paso a los pesimismos actuales, y los Gobiernos latino-americanos, que fueron persuadidos por aquel entonces a gastar el 20% y hasta el 30% de sus magros presupuestos en educaci¨®n, se preguntan ahora acerca de la utilidad del empe?o. ?Qu¨¦ ha pasado en tan poco tiempo, cu¨¢les son las ra¨ªces de la desilusi¨®n?
Los cincuenta y sesenta eran a?os de esperanza, y los organismos internacionales, al prestar dinero a Am¨¦rica Latina para su expansi¨®n y desarrollo, fueron convencidos de que la inversi¨®n en capital humano era la clave de la riqueza de un pa¨ªs, algo que se. deduc¨ªa de la recuperaci¨®n alemana y japonesa y en lo que era bonito creer en los contextos ut¨®picos y refrescantes de la, Alianza para el Progreso que lanzara el presidente Kennedy.
Pero la teor¨ªa del capital humano no pod¨ªa modificar la infraestructura del comercio exterior ni la dependencia tecnol¨®gica y financiera. Los pa¨ªses latinoamericanos han aprendido amargamente que las reglas de juego de la econom¨ªa intemacional no incluyen una respuesta al incremento de la cantidad y calidad de la mano de obra, de modo que en Am¨¦rica Latina, como en tantos otros sitios, cientos de miles de bachilleres y licenciados universitarios se encuentran sin trabajo o subempleados en su pa¨ªs o fuera de ¨¦l. Ya hay en Madrid un mont¨®n de profesionales latinoamericanos, con licenciaturas y doctorados para dar y tomar, vendiendo electrodom¨¦sticos o perfumes a domicilio, o libros y baratijas en puestos callejeros.
La industrializaci¨®n, ese minotauro desbocado que asola la civilizaci¨®n de los pa¨ªses que recorre, sustituyendo unos modos de vida agr¨ªcolas y rurales por otros industriales y urbanos, ha modificado sustancialmente la naturaleza de la educaci¨®n. Antes ¨¦ste era un asunto de pocos, pocos ninos y pocas profesiones. La mayor¨ªa de los trabajos se aprend¨ªan ejercit¨¢ndolos y la mayor¨ªa de los ni?os se pon¨ªan a trabajar apenas ten¨ªan fuerza. S¨®lo unos pocos eran dispensados del trabajo precoz y encarrilados hacia situaciones y profesiones, dirigiendo de paso una vigorosa indoctrinaci¨®n acerca de su especial situaci¨®n en la vida. Era la pedagog¨ªa burgues¨ªa, directa heredera de los colegios de nobles.
Aparcamiento de menores
Pero la industrializaci¨®n tiene otros mensajes para la educaci¨®n. El primero es que sirva para separara los ni?os de los adultos, permitiendo a ¨¦stos conducirse como buenos productores y consumidores de la ciudad industrial. A pesar de todas las disputas ideol¨®gicas sobre la escolaridad, ¨¦sta es hoy b¨¢sicamente un aparcamiento de menores, un modo de que los padres est¨¦n tranquilos unas horas al d¨ªa, un salario extra para el trabajador. Puede que algunos est¨¦n interesados en lo que ocurre dentro de las aulas. La mayor¨ªa desea principalmente que haya sitio. La educaci¨®n en Am¨¦rica Latina se ha transformado en escolarizaci¨®n masiva en las urbes con el efecto positivo de impedir, en la medida en que esto es posible, la temprana, explotaci¨®n de los menores. No obstante, a los quince a?os, el 70% de los latinoamericanos han abandonado la escuela, contra el 15 % de los europeos y el 50% de los espa?oles.
Junto a este papel aparcador, la educaci¨®n tiene otro cometido crecientemente importante: demorar la afluencia de nuevos candidatos al mercado del trabajo. Los certificados de educaci¨®n han jugado un papel auxiliar en la selecci¨®n de mano de obra, generalmente para proporcionar protecci¨®n a las profesiones superiores y una excusa razonable a los que tienen en sus manos la adopci¨®n de decisiones al respecto. Pero ahora estamos llegando a utilizar el sistema educativo para impedir el que la gente reclame su hogar bajo el sol, distray¨¦ndoles con la escolaridad obligatoria, cada vez para m¨¢s gente y durante m¨¢s a?os. Am¨¦rica Latina tiene una infraestructura laboral muy r¨ªgida, dado el vigente modelo de industriafizaci¨®n, donde la inversi¨®n paralela a la creaci¨®n de un empleo crece progresivamente. Los colegios y las universidades se transforman, as¨ª, en represas de poblaci¨®n activa, aliviaderos demogr¨¢ficos, como la emigraci¨®n. Ello produce una subcultura juvenil espec¨ªfica, llena de contradicciones, que a veces estalla con violencia, pero que los gobiernos prefieren, a encararse en serio con el modelo industrial y sus corolarios laborales.
Aunque no es conveniente usar en demas¨ªa la teor¨ªa de la conspiraci¨®n, resulta tentador encajar este estado de cosas en el contexto de una zona tan dependiente de intereses hegem¨®nicos espec¨ªficos. Porque, como todo el mundo sabe, la capital de Am¨¦rica, de todas las Am¨¦ricas, es Washington. Cuentan del presidente Roosevelt que, cuando le iban a contarlas barbaridades que hac¨ªa en Nicaragua el padre y antecesor del depuesto presidente Somoza, sol¨ªa comentar: ?Efectivamente, es un hijo de puta; pero es nuestro hijo de puta.?
Control norteamericano
Los norteamericanos est¨¢n fascinados por el folklore y la espontaneidad latinoamericanos y consumen lat¨ªn-disco y otras amenidades del Sur, pero ejercen un potente y descarado control de capitales y tecnolog¨ªa sobre una zona que, progresivamente, ve cada vez m¨¢s lejana su independencia industrial. La coalici¨®n entre empresas multinaciones y gobiernos de fuerza se robustece con la creaci¨®n de burocracias p¨²blicas y privadas, pobladas por esa clase media escolarizada que emerge rotundamente en la Am¨¦rica Latina contempor¨¢nea. Son los nuevos mediadores del Poder. Hombres y mujeres que han aprendido durante su escolarizaci¨®n un modo de comportamiento laboral y consumista mim¨¦tico del norteamericano, y que van perdiendo solidaridad con las masas despose¨ªdas hasta convertirse en los capataces de la industrializaci¨®n made in USA. Son los nuevos aliados del poder hegem¨®nico, extra?amente herederos de las; oligarqu¨ªas agr¨ªcolas de hace cincuenta a?os, y que, como ellas, consideran las vacaciones en Miami o el consumo superfluo como se?as de identidad.
Los estudiantes radicales de los a?os sesenta, aquellos que quer¨ªan alterar la dependencia nacional y recuperar orgullos y esperanzas, est¨¢n muertos, han emigrado o se han integrado en las burocracias. Por eso la educaci¨®n es tambi¨¦n una domesticaci¨®n, algo que, por otra parte, siemprefue el ideal de la pedagog¨ªa tradicional.
Desigualdad de oportunidades
La gente com¨²n ha empezado a perder ilusi¨®n. Un soci¨®logo, Richard de Lone, acaba de publicar un libro en el que prueba que, de dos ni?os de la misma ,edad y similares notas en la ense?anza Primaria, el hijo de un abogado tiene cuatro veces m¨¢s posibilidades que el de un cartero de ir a la Universidad, doce veces m¨¢s posibilidades de terminar la carrera veintisiete veces m¨¢s posibilidades de desempe?ar un empleo de alto nivel. Si esto es as¨ª en la meritocr¨¢tica Norteam¨¦rica, ?qu¨¦ no ser¨¢ en su periferia latinoamericana?
La escolaridad est¨¢ perdiendo tambi¨¦n,y paralelamente, el favor gubernamental. Por ejemplo, las escuelas en zonas rurales se est¨¢n convirtiendo en plataformas de emigraci¨®n, apenas los maestros comienzan a abrir los ojos a sus alumnos, que enseguida empiezan a hacer planes para dejar el campo e irse a la ciudad.
La utilizaci¨®n cr¨ªtica de la escolaridad, que con tanta fuerza defendi¨® Paolo Freire, no es muy del agrado de los poderes, y por esa raz¨®n no se favorecen mucho reformas educativas que tiendan a vincular m¨¢s a los j¨®venes con la vida, con la experiencia, con la participaci¨®n. En Am¨¦rica Latina se percibe un excitante resurgir del consumo de educaci¨®n privada al calor de los conservadurismos y los autoritarismos de la zona. Las ¨¦lites chilenas, mexicanas, argentinas, venezolanas, alejan a sus hijos de las contradicciones y los empujones del sistema p¨²blico para protegerlos y, de paso, favorecer su pac¨ªfica reproducci¨®n clasista. ?Saben ustedes qu¨¦ organizaci¨®n est¨¢ a la cabeza de la oferta de ense?anza privada? Pues s¨ª, nuestro espa?ol¨ªsimo Opus Dei, en algunos de cuyos colegios hay que depositar medio mill¨®n de pesetas para ocupar esa plaza que garantiza el rozarse con la creme de la creme latinoamericana.
Pero el gran perdedor es el Magisterio. Mal entrenados, peor pagados, los maestros forman uno de los grupos sociales m¨¢s conflictivos de Am¨¦rica Latina. Se debaten entre la tradici¨®n eclesi¨¢stica del oficio, que les lleva a no cuestionar el mensaje que transmiten, y la utop¨ªa progresista que se desarroll¨® en el per¨ªodo de entreguerras, cuando fueron utilizados por los gobiernos para contrarrestar la apat¨ªa y la indolencia rurales. Como prueban con sus huelgas, no se resignan con su papel de baby sitters por horas de la ciudad industrial, aunque la sociedad, como compensaci¨®n, les permite aplicarse a los juegos ideol¨®gicos, siempre que ello ocurra en horas de clase y en recintos escolares.
Crisis de motivaci¨®n
La pedagog¨ªa, en Am¨¦rica Latina, como en tantos sitios, se ha quedado muy atr¨¢s en la evoluci¨®n tecnol¨®gica. Ni los maestros, ni los gobiernos, ni los expertos quieren arriesgarse a romper ese aislamiento escolar, fuente de tantos aburrimientos y de tantas frustraciones. La escuela es lo m¨¢s parecido a una c¨¢rcel, vocea el radical Illich. Hay, sobre todo, una crisis de motivaci¨®n. Las cosas funcionaban medio bien cuando los que iban a la escuela, a la universidad, sab¨ªan que eso era una cosa de ellos, un mecanismo auxiliar de la reproducci¨®n clasista. Ahora que es un corolario masivo de la industrializaci¨®n, una represa de energ¨ªa juvenil, rechinan sus desajustadas estructuras.
No hace falta ser soci¨®logo para entender que la escuela, la educaci¨®n, no tiene m¨¢s razones de ser que las que le da su entorno social. Y el mensaje, en Am¨¦rica Latina, como tambi¨¦n en Espa?a, por supuesto, est¨¢ lleno de contradicciones.
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