A prop¨®sito del olivar
Diputado del PSOE por Valladolid,Miembro de la Comisi¨®n de Agricultura
En el mes de junio, en el Congreso, tuvo lugar un debate sobre pol¨ªtica agraria, en el que la mayor¨ªa de los grupos parlamentarios dieron su asentamiento al conjunto de intenciones presentado por el titular del departamento de Agricultura, con mayores o menores matizaciones. Los representantes del Grupo Socialista afirmamos, entre otras cosas, que ?Ia pol¨ªtica de producci¨®n debe contemplar, de una parte, las posibilidades de nuestra agricultura, y de otra, la demanda interna y externa previsible, y tambi¨¦n lo que nuestros agricultores pueden hacer con sus recursos para llegar a una ordenaci¨®n de cultivos y producciones a medio y largo plazo?. En la base de esta afirmaci¨®n lat¨ªa la preocupaci¨®n por introducir, en la medida de lo posible, elementos de racionalizaci¨®n en nuestra producci¨®n agraria. Nadie duda de que una. de las condiciones que mediatizan la producci¨®n agraria son las circunstancias ambientales que est¨¢n fuera del control del agricultor; pues, como dice David Metcalf (l); ?la agricultura es una industria biol¨®gica y los outputs de las cosechas, ganados y productos animales dependen de las condiciones atmosf¨¦ricas, las plagas, las enfermedades, en mayor grado que otras industrias?.
De no introducir elementos racionales en el proceso productivo agrario, nos encontraremos que son ?los, a?os buenos o los a?os malos? los que mediaticen al ciento por ciento los resultados anuales de nuestro sector agrario, y en ¨²ltima instancia, las rentas de nuestros agricultores. En definitiva, estaremos dependiendo m¨¢s de san Isidro Labrador que de una verdadera pol¨ªtica agraria.
En reciente comparecencia del ministro de Agricultura, se?or Lamo de Espinosa, en la Comisi¨®n correspondiente, y comparando los resultados agrarios de 1978 con las previsiones para 1979, se refer¨ªa a los descensos importantes en la producci¨®n total agraria, en la producci¨®n final y en la renta agraria, estableciendo como causa, entre otras, las condiciones climatol¨®gicas, las cuales, en 1978, operaron en sentido contrario (sobre todo, en el subsector agr¨ªcola menos independiente respecto a las variaciones climatol¨®gicas).
De lo indicado se desprende que ?la pol¨ªtica de cambio? es algo m¨¢s que las necesarias medidas estructurales. que deben enfocarse los aspectos productivos. En esta l¨ªnea iban las enmiendas presentadas por el Grupo Socialista a la moci¨®n que sobre el olivar y la pol¨ªtica de grasas presento el Grupo Comunista, y que no prosperaron por el voto en contra del Grupo UCD. En esencia, nuestra enmienda ped¨ªa que ?el Gobierno, en negociaci¨®n con las centrales sindicales del campo de ambito estatal, presente al Congreso en el plazo de tres meses un plan de reestructuraci¨®n del olivar en el marco de una pol¨ªtica de grasas, a desarrollar en cinco a?os, donde se eval¨²en los objetivos de producci¨®n de aceites (soja, oliva, girasol y otros), que se desean para Espa?a amedio plazo, y se programen las superficies requeridas para lograr esas producciones; teniendo en cuenta los niveles presentes y futuros de consumo interno, de exportaci¨®n y de reservas estrat¨¦gicas?.
La anterior filosof¨ªa no es s¨®lo predicable del olivar, sino de otras muchas producciones, aunque su referencia al olivar ven¨ªa sugerida por las recientes negociaciones del precio del aceite. Y tampoco era novedad de pensamiento, pues ya en los acuerdos de la Moncloa, en el ep¨ªgrafe 1, de la parte destinada a Agricultura, se ped¨ªa para antes de julio de 1978 una pol¨ªtica de grasas y ganadera.
De otra parte, el Gobierno parece haber aceptado planteamientos similares, cuando, por ejemplo, en reciente Consejo de Ministros se ha aprobado un plan de fomento y expansi¨®n del tabaco, que suponemos entrar¨¢ pronto en el Congreso de los Diputados, o cuando el FORPPA elabor¨® el programa de expansi¨®n y ordenaci¨®n del algod¨®n, para llegar a las 100.000 hect¨¢reas, o en las producciones como el ma¨ªz o la soja, que han ido acompa?adas de los est¨ªmulos y ayudas correspondientes.
Creemos que estas programaciones pueden contribuir a dar un mayor margen de confianza a nuestros agricultores y servir de orientaci¨®n; sobre todo si, como se ped¨ªa en nuestro texto, se hacen en concertaci¨®n con las organizaciones sindicales del campo. El mismo tiempo, ello supone una cierta ordenaci¨®n de las producciones que evite los altibajos productivos de nuestra agricultura, no s¨®lo imputables a la meteorolog¨ªa, sino a una pol¨ªtica agraria no clara. Y si queremos no hablar del olivar, encontraremos ejemplos igual de representativos en las producciones de alubias, de garbanzos o de remolacha.
Los criterios esbozados no son por s¨ª mismos suficientes para evitar el riesgo en la actividad agraria, pero cuantas menos variables introduzcamos (incluido el ?capricho? de la Administraci¨®n) algo habremos avanzado.
En definitiva: nos parec¨ªa y nos sigue pareciendo necesario que los olivareros, por ejemplo, conozcan los criterios u objetivos deseados por la Administraci¨®n, respecto a la importancia del aceite de oliva en el consumo interno de aceites para los pr¨®ximos a?os, o las producciones previsibles de cada clase de aceite, o las cantidades que podr¨ªan ser objeto de exportaci¨®n. Insistimos en que si ello se hace en el marco de una programaci¨®n a medio plazo y en negociaci¨®n con los interesados, evitaremos los sobresaltos tan frecuentes en el sector agrario. Y aunque tal conducta no puede hacer olvidar el marco conjunto de nuestra econom¨ªa, la crisis econ¨®mica no justifica ?el parcheo? ni una actuaci¨®n exclusivamente coyuntural de tapar agujeros. En ¨¦pocas de crisis es todav¨ªa necesaria la claridad de objetivos.
(1) ?La econom¨ªa de la agricultura?. Alianza Universidad.
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