Inflaci¨®n y eficacia
LA CRISIS econ¨®mica desencadenada por la s¨²bita elevaci¨®n de los precios del petr¨®leo a finales de 1973 sigue sin despejarse. Por dos veces, la primera, en 1976, y la ¨²ltima, en la primavera de 1978, se han lanzado las campanas al vuelo para anunciar una presunta recuperaci¨®n de la econom¨ªa de los pa¨ªses industrializados occidentales. Pero en ambas ocasiones los vientos de la inflaci¨®n han barrido las posibilidades de desarrollo. S¨®lo aquellos pa¨ªses en que, como Alemania y Jap¨®n, los salarios han tenido un comportamiento moderado y la pol¨ªtica monetaria se ha mantenido firme se ha registrado un crecimiento y, parad¨®jicamente, se ha incrementado el consumo real, adem¨¢s de registrarse un aumento de la inversi¨®n. Alemania y Jap¨®n han mantenido adem¨¢s, durante estos ¨²ltimos a?os, una pol¨ªtica de d¨¦ficit presupuestario que ha estimulado la demanda interior a trav¨¦s de un alza muy importante de la inversi¨®n. La construcci¨®n de viviendas y la realizaci¨®n de inversiones para aumentar el potencial energ¨¦tico han sido los principales protagonistas de esa interacci¨®n entre d¨¦ficit presupuestario e inversi¨®n p¨²blica y privada. Sin olvidar, por supuesto, que una evoluci¨®n satisfactoria de los salarios ha permitido mantener los m¨¢rgenes de beneficios de las empresas. En plena crisis del petr¨®leo estos dos pa¨ªses grandes y algunos otros peque?os -Austria, por ejemplo- han conseguido la estabilidad de los precios y unos resultados muy aceptables en su crecimiento y en el nivelde empleo. Adem¨¢s, su pol¨ªtica econ¨®mica ha mostrado un car¨¢cter muy abierto, con una utilizaci¨®n m¨ªnima de las intervenciones administrativas y dejando que los precios desempe?aran su papel para asignar los recursos.
El ejemplo pone de manifiesto la posibilidad de desenvolverse positivamente dentro de los afilados bordes de la crisis energ¨¦tica, siempre y cuando se cumpla una condici¨®n indispensable: el control de la inflaci¨®n. La inflaci¨®n con subidas de los salarios nominales y aumentos de precios lleva a perpetuar una situaci¨®n en la que todo sigue aparentemente igual. Se trata, sin embargo, de un espejismo. Por un lado, la espiral inflacionista no deja margen para la inversi¨®n, ya que los aumentosde precios pueden garantizar la supervivencia de una emp resa, pero no su reconversi¨®n a las nuevas circunstancias. Sin inversi¨®n no hay aumentos de productividad. Y sin mejoras en la productividad, los aumentos de salarios s¨¦lo contribuyen a acelerar la inflaci¨®n, sin ganancias reales para los trabajadores. El crecimiento del sector p¨²blice para alojar a los parados ?encubiertos? o la concesi¨®n de cr¨¦ditos y subvenciones a empresas p¨²blicas y privadas, sin exigir a cambio una r¨¢pida reorganizaci¨®n que permita la restituci¨®n de los dineros de los otros ciudadanos, en tanto que contribuyentes, tampoco solucionan nada. Una sociedad que protege el despilfarro, o bien es muy rica o bien dispone de un sistema pol¨ªtico brutalmente autoritario para poder sobrevivir
Pero, adem¨¢s, si mediante el aumento de precios y salarios se intenta devolver la pelota con unas manufacturas m¨¢s caras a los productores de petr¨®leo, la reacci¨®n de estos pa¨ªses anula por completo la consecuci¨®n de los efectos propuestos. Pues, frente a los d¨®lares -o a las pesetas- devaluados, los productores de petr¨®leo responden con alzas mayores en los precios o recortes en los suministros. Internacionalmente la inflaci¨®n se encuentra, as¨ª, bloqueada por el precio y la oferta de petr¨®leo.
La ¨²nica alternativa practicable es crecer en la direcci¨®n que marcan los nuevos precios del petr¨®leo. Es decir, mejorando el funcionamiento del sistema productivo, favoreciendo la eficiencia y sacando el m¨¢ximo partido a cada gota de petr¨®leo o a cada kilowatio de energ¨ªa. Esto es lo que han hecho aquellos pa¨ªses que han decidido no tragarse las p¨ªldoras adormecedoras de la inflaci¨®n y que adem¨¢s han orientado la estrategia de sus d¨¦ficit presupuestarios, superiores al espa?ol en valor absoluto y en porcentaje del PNB (suma de todos los bienes y servicios producidos anualmente por un pa¨ªs), para reactivar la inversi¨®n. Lo que nada tiene que ver con nuestro d¨¦ficit presupuestario, cuya inutil finalidad es transferir ingresos de unas actividades a otras sin aumentar la eficacia del sistema productivo.
En definitiva, las ?exigencias? de la pol¨ªtica econ¨®mica espa?ola respecto al comportamiento de empresarios y trabajadores arrancan con la mejora del funcionamiento de todo el aparato del Estado, tal y como promet¨ªa el PEG. De otro modo ser¨¢ dif¨ªcil entender los deseos ?estabilizadores? predicados desde el Gobierno y estar¨ªan condenados al fracaso todos los intentos de frenar el peligroso curso de nuestra econom¨ªa y de enderezarla hasta niveles aceptables de inversi¨®n y empleo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.