Demograf¨ªa y producci¨®n
UNA DE las cuestiones previas al debate en la Asamblea Nacional francesa sobre la ratificaci¨®n de la ley de 1975 que legalizaba el aborto ha sido la del descenso de la natalidad. Aunque se haya demostrado que el descenso de natalidad es absolutamente independiente del aborto legal y la continuaci¨®n de la ley se haya aprobado, el tema demogr¨¢fico ha continuado por s¨ª mismo. Es interesante, y quiz¨¢ un poco desolador, observar que los contrastes de opini¨®n, disfrazados de lenguaje moderno, son sensiblemente iguales a los que se empleaban cuando el tema salt¨® a discusi¨®n: en 1796, cuando el agredido abate Malthus public¨® su Ensayo sobre elprincipio de la poblaci¨®n. Una serie de principios de tipo m¨¢gico semezclan incesantemente a los asertos contradictorios de las distintas escuelas de econom¨ªa pol¨ªtica y a las inmensas dificultades de la futurolog¨ªa para, calcular si en el futuro habr¨¢ o no alimentaci¨®n para todos. Se acumulan y autodestruyen nociones tan dispares como la libertad de la pareja para engendrar, los mandatos b¨ªblicos acerca del crecimiento y la multiplicaci¨®n, el aumento de las clases senatoriales en los pa¨ªses (sensaci¨®n de envejecimiento), la inutilidad en los pa¨ªses desarrollados de buscar mano de obra abundante y cuerpos de infanter¨ªa numerosos, el hambre del Tercer Mundo, el hacinamiento en las grandes ciudades, el derecho de los ni?os no engendrados a¨²n a gozar de la vida, la acumulaci¨®n futura del paro, el desequilibrio creciente entre los pa¨ªses del Tercer Mundo -natalistas- y los desarrollados -que se aproximan al cero-, el ?infanticidio diferido? (expresi¨®n de Gaston Bouthoul), que condena a morir, m¨¢s o menos tarde, a los ni?os que han nacido ?de m¨¢s?...Los extremos m¨¢gicos se definen, tambi¨¦n, seg¨²n posiciones antiguas. El derechismo i¨¢tegrista es natalista, como lo es el marxismo m¨¢s conservador: aqu¨¦l, por su apego a la noci¨®n de la providencia convertida en naturaleza, tesis en sobreimpresi¨®n de una relaci¨®n antigua de la necesidad de servidores -de todas ¨ªndoles-; ¨¦ste, por la idea general con la que Marx combati¨® las ideas de Malthus -a?os m¨¢s tarde-: el aumento del n¨²mero de proletarios (proletario: el que produce prole, descendencia) como fuerza de la clase revolucionaria.
En esta gran batalla de soci¨®logos, cient¨ªficos, economistas y sacerdotes , los Estados no acaban de tomar posiciones concretas. Los hay que var¨ªan peri¨®dicamente, como China, que adopt¨® medidas antinatalistas -principalmente, el retraso de la edad permitida para el matrimonio-, para cambias despu¨¦s y volver al principio de nuevo, reproduciendo en menos tiempo un debate que en la Uni¨®n Sovi¨¦tica ha durado m¨¢s a?os. O como Jap¨®n, que cambi¨® su pol¨ªtica eug¨¦nica con la que pensaba en una repoblaci¨®n como arma, por un est¨ªmulo a la reducci¨®n de natalidad, cuando advirti¨® que sus islas rebosaban. Hay pa¨ªses que mantienen al mismo tiempo disposiciones natalistas -primas a la nupcialidad, impuestos de solter¨ªa, subvenciones y premios a las familias numerosas-, encubiertas de protecci¨®n social, y, al mismo tiempo, sostienen oficinas de planificaci¨®n familiar, legalizan el aborto y difunden los sistemas anticonceptivos (Francia es uno de estos pa¨ªses).
Toda esta confusi¨®n, que no se resuelve con los numerosos congresos y conferencias sobre demogratla (al contrario, en ellas, como en los libros y las publicaciones peri¨®dicas, los sabios se agreden entre s¨ª con una dureza que.sobrepasa su supuesta objetividad cient¨ªfica), es una m¨¢s, y muy propia, de las muchas que caracterizan una ¨¦poca que trata de ignorar sus propias verdades y se intoxica con arrastres hist¨®ricos. Una ¨¦poca que se resiste a aplicar en la pr¨¢ctica el saber que acumula y que no es capaz de exorcizar sus propios tab¨²es.
La tentaci¨®n m¨¢s inmediata, en esta como en otras muchas cuestiones, es la de dejar actuar el instinto de las poblaciones; pero el instinto se ha perdido con las distintas formas de coacci¨®n informativa emanadas por los grupos que alternativamente ocupan los poderes de opini¨®n en el mundo. Sea como sea la pol¨ªtica de producci¨®n, de alimentaci¨®n, de reparto de bienes y riquezas, de organizaci¨®n de trabajo y de mecanizaci¨®n industrial, no est¨¢ en consonancia con el moyimiento de las poblaciones. Hay una discordancia grave. Cada vez se est¨¢ m¨¢s lejos, sobre todo en la pol¨ªtica que emana de los grandes centros de direcci¨®n del mundo, de equilibrar lo quese produce y c¨®mo se distribuye con el crecimiento geom¨¦tricon el mundo entero. Y esta es la trico, pero desig
esencia del problema demogr¨¢fico, el de la injusta distribuci¨®n de medios, que esta produciendo ya algunos de los m¨¢s grandes conflictos del mundo actual.
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