La otra actualidad de Nietzsche
En dos conciertos romanos, patrocinados por la RAI y del estilo de nuestros sugestivos Lunes de Radio Nacional, se ha dado buena parte de la obra musical de Nietzsche. Su audici¨®n, su p¨²blico y las cr¨ªticas me dan gozo maligno y gozos verdaderos. Gozo maligno: reafirmar, una vez m¨¢s, contra ciertos improvisados graf¨®manos de la especie wagneriana, el que Nietzsche, como compositor, no pasa de ser un distinguido aficionado. Comprendo lo que me cuentan del lleno de p¨²blico y he vivido cerca de la ilusi¨®n de muchos: ?Nada menos que o¨ªr la m¨²sica de Nietzsche para un poema de Lou Andrea Salom¨¦, y titulado Oraci¨®n a la vida! O¨ªdo, nada, y casi peor que nada, in¨²til presunci¨®n aunque las canciones, por la fuerza del mismo texto, son lo m¨¢s discreto de la obra musical del fil¨®sofo. Lo de la presunci¨®n pudo ser alimentado por Hans von Bulow, a pesar del juicio negativo: ?Su Meditaci¨®n sobre Manfredo es el m¨¢ximo extremo de la extravangancia fant¨¢stica: es lo m¨¢s desagradable y lo m¨¢s antimusical que me haya llegado despu¨¦s de mucho tiempo. Todo es una broma. ?Quiz¨¢ haya intentado usted una parodia de la llamada m¨²sica del porvenir? En el producto de la fiebre musical de usted hay, al lado de todos los extrav¨ªos, vestigios de un esp¨ªritu no com¨²n y distinguido.? Se pasa, en la obra de Nietzsche, de himnos y composiciones presuntuosas a unas piezas de piano de estructura a lo Schumann, con alg¨²n fugaz rel¨¢mpago que nos demuestra cu¨¢nto, pero cu¨¢nto quer¨ªa Nietzsche a Chopin, y c¨®mo ese cari?o se instala dial¨¦cticamente en estratos muy hondos para dar una batalla de concisi¨®n, de pureza, frente a tanta desmesura de la m¨²sica de su tiempo. Si el Nietzsche compositor fuera, de verdad, original, incisivo, premonitorio, ?no hubiera tenido secuencia y primer plano en las obras de Visconti? S¨ª, est¨¢ en ellas; pero como poeta para la tercera sinfon¨ªa de Mahler, en una de las escenas m¨¢s estremecedoras de la Muerte en Venecia.
Lo positivo del gozo tiene varias facetas. Nietzsche, aun de manera imperfecta, conoc¨ªa el lenguaje musical y sus reglas, y si bien la elementalidad de este conocimiento pod¨ªa perjudicarle ante la oleada wagneriana, le ayudaba, y mucho, para levantar con garbo intuiciones espl¨¦ndidas. Su mayor esfuerzo como m¨²sico fue llegar a tocar -Dios sabe c¨®mo- un arreglo pian¨ªstico del Trist¨¢n e Isolda, de Wagner. Con ese Trist¨¢n vale so?ar un poco, imagin¨¢ndonos al Nietzsche solitario, casi ciego, armando sus bataholas con el piano y qui¨¦n sabe si con batuta real o imaginaria, para creerse lo que quiere creerse todo aficionado que conoce un poco de solfa: dirigiendo una orquesta, y en el caso de Nietzsche todo ese tinglado sinf¨®nico-coral para su himno a la vida. Del sue?o se pas¨® a la modestia, que no es poco en el caso de Nietzsche; confi¨® la instrumentaci¨®n a Peter Gast. La siguiente afirmaci¨®n de Jaspers no es s¨®lo valedera para Nietzsche, salvo que ¨¦ste tuvo instinto para comprender y para no atizar el desenga?o: ?La materia de su ser, su sistema nervioso es musical, hasta quedar indefenso frente a ella; pero, por decirlo as¨ª, la m¨²sica es para ¨¦l adversaria de la filosof¨ªa. El pensamiento de Nietzsche es tanto m¨¢s filos¨®fico cuanto menos musical es. Lo que Nietzsche ha filosofado naci¨® en lucha con lo musical, ha sido conquistado en contra de ella. Tanto su pensamiento como las revelaciones ontol¨®gicas, m¨ªsticamente experimentadas por ¨¦l, son opuestas a la m¨²sica y se mantienen sin ella.?.
P¨²blico rebosante en los dos conciertos, p¨²blico de universitarios, de j¨®venes que han tenido o tienen como maestros de c¨¢tedra, de libro, de ensayos y de art¨ªculos a hombres como Mita, Ronga, D'Amico, Fubini. Estos cr¨ªticos, profesores en la universidad, respetan el magisterio de Benedetto Croce; no ven su obra como ?historia? -lo mismo que ocurre con nuestro Ortega de m¨¢xima y como urgente actualidad en Italia-, y a la vez llenan un vac¨ªo y tienden un puente. Recuerda Villatico la tranquila postura de Croce confesando, tan campante, que no entend¨ªa ni una palabra de m¨²sica, un Croce autor de la m¨¢s vibrante historia del siglo de la burgues¨ªa liberal. El vac¨ªo se llena y el puente se tiende porque esos cr¨ªticos musicales contribuyen directamente a elaborar una Est¨¦tica, y no s¨®lo de la M¨²sica, pues desde los conciertos vividos al m¨¢ximo manejan con magistral facilidad la Sociolog¨ªa y la Ling¨¹¨ªstica. Es decir: los mismos que muy f¨¢cilmente se?alan la pobreza, conmovedora a veces, de los pentagramas de Nietzsche, estar¨¢n alegres con el lleno en estos conciertos, que son est¨ªmulo para repasar al Nietzsche verdadero, al grande; un repaso que no es s¨®lo encuentro con juicios asombrosos sobre Wagner, sobre Chopin, sobre la m¨²sica rusa, sino encuentro tambi¨¦n con intuiciones viv¨ªsimas sobre ese barroco que hoy es pasi¨®n de la juventud. Estoy seguro de una consecuencia inmediata de estos conciertos y de las cr¨ªticas: venta abundante de una preciosa y barata edici¨®n de los escritos wagnerianos de Nietzsche, libro que lleva un admirable y largo pr¨®logo de Mario Bertolotto.
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