La visita del rey Juan Carlos a Fez, lo ¨²nico positivo de las relaciones hispano-marroqu¨ªes en 1979
La visita de los Reyes de Espa?a, don Juan Carlos y do?a Sof¨ªa, a Marruecos, en la segunda quincena de junio de 1979, constituye el hecho m¨¢s sobresaliente de un a?o de accidentadas relaciones hispano-marroqu¨ªes. Aunque en apariencia un tanto forzado, poco preparado y muy apresurado, este viaje a Fez puede considerarse lo ¨²nico nuevo y verdaderamente positivo de 1979 para la convivencia futura entre los dos pa¨ªses.
Teniendo en cuenta que, por primera vez, un jefe de Estado espa?ol visitaba Marruecos despu¨¦s de la independencia de este pa¨ªs en 1956, no resulta exagerado) pretender que esa visita constituy¨® el acontecimiento m¨¢s importante -desde una perspectiva hist¨®rica y humana- en las relaciones entre los dos pa¨ªses en todo ese largo per¨ªodo.Al emplazar a los dos pueblos a realizar un esfuerzo por conocerse mejor, recomendaci¨®n que podr¨ªa parecer superflua para dos pa¨ªses vecinos y estrechamente vinculados por la historia, don Juan Carlos no hizo m¨¢s que asumir una realidad concreta de la ignorancia mutua y voluntaria, y proponer subsanarla.
El encuentro de Fez, como se le ha llamado, marca sin duda un hito en unas relaciones que necesitan, sin embargo, para fructificar, tiempo, y la soluci¨®n de numerosos problemas, empezando por el del Sahara.
La visita a Madrid del ministro marroqu¨ª de Exteriores, Mohamed Bucetta, del 6 al 8 de noviembre, fue la primera consecuencia tambi¨¦n positiva del encuentro real de Fez. Se firmaron acuerdos de cooperaci¨®n cient¨ªfica y t¨¦cnica, un protocolo sobre las tierras propiedad de espa?oles nacionalizadas y una convenci¨®n sobre seguridad social. Seg¨²n el ministro espa?ol Oreja, se decidi¨® igualmente sobre el principio del estudio del proyecto de un v¨ªnculo entre las dos orillas del estrecho de Gibraltar.
Al comenzar el a?o 1980, los gestores de las relaciones exteriores, la pesca y el transporte se han declarado optimistas por la pr¨®rroga de tres meses del acuerdo transitorio de pesca obtenida, tras una doble ronda de negociaciones, en Rabat y Madrid. Queda pendiente la ratificaci¨®n por Marruecos del tratado definitivo de pesca ya aprobado por el Parlamento espa?ol, pero a¨²n en instancia de discusi¨®n por el marroqu¨ª. No obstante, y seg¨²n los responsables de transportes espa?oles, a Espa?a le interesa m¨¢s este sistema de acuerdos temporales que el tratado definitivo.
Durante la visita de S¨¢nchez Ter¨¢n a Rabat y Azzedine Guessus a Madrid se trat¨® tambi¨¦n del t¨²nel entre Africa y Espa?a. del que con tanto entusiasmo hablan los marroqu¨ªes y se decidi¨® constituir una sociedad mixta, con capital inicial de cien millones de pesetas para los estudios preliminares. Claro que aqu¨ª no se puede compartir el optimismo oficial si el propio ministro dice luego a la prensa que ?s¨ª, pero bueno, la fase de estudios preliminares llevar¨ªa unos cinco a?os. La del estudio del proyecto otros tantos, la realizaci¨®n, unos diez a?os, y adem¨¢s no son seguros los resultados de los estudios ...?
Notas de optimismo
A esas notas de optimismo se a?ade la liberaci¨®n de los doce tripulantes espa?oles del barco de matr¨ªcula libia Libda, detenido en noviembre frente a Daila, aunque no pod¨ªa esperarse menos, dado que contra ellos no pudo establecerse ninguna acusaci¨®n. De todas maneras, el patr¨®n del barco y otro espa?ol m¨¢s siguen detenidos, en espera de que Marruecos solucione con Libia lo que parece haberse convertido en incidente pol¨ªtico entre los dos pa¨ªses.
Todos estos gestos, naturalmente, se vieron facilitados por el rechazo del Parlamento espa?ol, en octubre, de una moci¨®n comunista que ped¨ªa el reconocimiento del Polisario por Espa?a y que, al parecer, fue posible debido a la ausencia de algunos diputados socialistas del hemiciclo cuando la votaci¨®n tuvo lugar.
A lo largo de 1979 se ha acusado a la prensa espa?ola de ver las relaciones entre Espa?a y Marruecos solamente a trav¨¦s de la pesca y Ceuta y Melilla. La verdad es que ambas cuestiones, y las consecuencias que de ellas se derivan, constituyen, junto a las diferencias con respecto al Sahara, los aspectos m¨¢s importantes y m¨¢s conflictivos entre Madrid y Rabat.
Aunque en la mayor¨ªa de los casos, las autoridades marroqu¨ªes han tenido motivo, de acuerdo con la legislaci¨®n vigente en Marruecos, para los apresamientos de pesqueros espa?oles que efectuaron, la prensa no les habr¨ªa dedicado tanta atenci¨®n si los m¨¢s destacados -catorce pesqueros apresados en febrero y dieciocho en mayo- no lo hubiesen sido eminentemente por motivos pol¨ªticos.
Las plazas de soberan¨ªa.
Con respecto a Ceuta y Melilla resulta muy dif¨ªcil compartir la opini¨®n de la diplomacia espa?ola de que las constantes alusiones al tema por parte de Marruecos son una mera cl¨¢usula de estilo. A lo largo de 1979, la reivindicaci¨®n de Ceuta y Melilla fue recordada por Hassan II en enero a los hombres de negocios y periodistas que visitaron el pa¨ªs, incluida como resoluci¨®n en la reuni¨®n de Rabat de la Uni¨®n Parlamentaria Africana, en la 66? sesi¨®n de la Uni¨®n Parlamentaria Internacional celebrada en Praga; despu¨¦s, en el congreso de los comunistas marroqu¨ªes; en abril y mayo. tras la visita de Su¨¢rez, a Argel; en julio, ante la OUA; en agosto, tras las inoportunas y estivales declaraciones sobre el Sahara de Marcelino Oreja: en las reuniones del Istiqlal, los independientes, el movimiento popular, la UNEM, la UGEM y la Asociaci¨®n Cultural de la Cuenca del Mediterr¨¢neo, que se perfila como un gran partido pol¨ªtico oficialista de la zona norte.
Por primera vez, en 1979, se habl¨® en Marruecos de ?africanidad de Canarias Y los canarios? por parte del ?Aosario que nadie puede desvincular del aparato estatal marroqu¨ª?.
Naturalmente que no se puede reprochar a Marruecos que reivindique Ceuta y, Melilla. que siempre consider¨® parte integrante de su territorio, ni que defienda la riqueza de sus costas. Lo que resulta menos aceptable es que ambos temas sean vinculados a las coyunturas pol¨ªticas y utilizados como arma de presi¨®n.
Los pol¨ªticos y diplom¨¢ticos prefieren tratar estos asuntos en el secreto de sus despachos. En Marruecos, los mutismos oficiales son antol¨®gicos, pero de parte de Espa?a son, cuando menos, contradictorios con la democracia actual.
En lo que a Ceuta y Melilla respecta, est¨¢ muy claro que cualquiera que sea la soluci¨®n del conflicto del Sahara es inevitable que el nacionalismo marroqu¨ª, ya sea exultante por un ¨¦xito o frustrado por un fracaso, se revigorice en la reivindicaci¨®n de unas plazas que considera suyas.
La actitud de los partidos y los pol¨ªticos espa?oles en este asunto no deja de ser inquietante. El apoyo comunista a las tesis marroqu¨ªes en el pasado era tan convincente y razonado que es dif¨ªcil que la oposici¨®n actual sea una postura b¨¢sica del partido. La ORT y el PT est¨¢n hoy con Marruecos. La canciller¨ªa espa?ola parece estar convencida de la justeza de la reivindicaci¨®n marroqu¨ª. Los socialistas, tambi¨¦n, aunque hacen la reserva de que el tema es poco aconsejable de plantear en las presentes circunstancias de Espa?a. Hasta el ?duro? se?or Fraga Iribarne, que el a?o pasado dec¨ªa estar dispuesto a vestir de nuevo el uniforme para defender con las armas la espa?olidad de esas plazas, ha reconocido, el 29 de diciembre, a la prensa marroqu¨ª, que ?lo esencial para Marruecos es recuperar esos territorios? y que ?hay que encontrar una soluci¨®n para Ceuta y Melilla?.
Si soluci¨®n se busca, que la conozcan todos, para evitar que una vez m¨¢s en la historia de Espa?a una colonia tan importante de espa?oles como la de esas plazas de soberan¨ªa tenga que marcharse a toda prisa y con una maletita bajo el brazo.
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