La tregua
A Enrique Tierno Galv¨¢n, hombre sin tregua, le ha impuesto el tiempo una tregua. Una tregua de sombra en su continua maquila de la luz. La otra noche esperaba yo su llamada para salir a cenar juntos, pero la llamada no fue suya:-Que est¨¢ en el m¨¦dico. Llevaba unos d¨ªas viendo sombras.
Presidi¨® una reuni¨®n hasta el final, ya con la sola luz del entendimiento, siendo todo ¨¦l por dentro, sinti¨¦ndose un confundido siglo de las luces y las sombras. Y se fue por su pie al m¨¦dico, luego. El m¨¦dico le ha mandado una tregua. Escribo de ¨¦l, sobre ¨¦l, para ¨¦l. cuando no va a leerme, ni siquiera a escucharme le¨ªdo por otros, cuando todo ¨¦l es una tregua de hombre. ?S¨®lo tenemos treguas?, dijo alguien. Alguien que ¨¦l y yo coment¨¢bamos mucho. Enrique Tierno, un poco a la manera de Aza?a, ahora centenariado (y sin paralelismos f¨¢ciles y falsos), faena sin tregua en la vida espa?ola por prolongar la tregua de la paz. Porque la paz sea para los espa?oles algo m¨¢s que una tregua entre dos guerras civiles. Y s¨®lo por eso hay siempre guerra incivil en torno a ¨¦l.
Me contaba ayer Leguineche del ¨²nico ministro honesto de la India, de quien el pueblo se burlaba en los cines. Hay un tercermundismo interior, conc¨¦ntrico de nosotros mismos, espa?oles, que nos lleva a rechazar al espa?ol diferente, aunque sea el espa?ol edificante, o precisamente por eso. ?Llevaba unos d¨ªas viendo sombras.? Y la frase, que es casi un diagn¨®stico cl¨ªnico, me ha impresionado como un aparte de Shakespeare. Lleva muchos d¨ªas, a?os. Enrique Tierno Galv¨¢n, viendo, adivinando, presintiendo sombras cegatas y mediatas. sombras hostiles, s¨ª, como un griego pasado por Shakespeare.
En el pol¨ªtico me interesa m¨¢s el hombre como en el fil¨®sofo me interesa m¨¢s el poeta. Hay que entrarles a los seres por la llaga del costado. que en Tierno es el bolsillo del chaleco, donde suele engatillar la mano derecha, mediante el dedo pulgar, para distribuir con la otra, en el aire, las mitades del concepto. As¨ª, tantas noches de sobremesa y sobrecharla en que le he ido viendo virar (como el tiempo mismo, quiz¨¢, en que vivimos, como la noche misma) de la sombra ilusionada y clandestina a la luz desilusionada del presente, municipal como una plaza.
- ?Qui¨¦n ha herido a este hombre, qui¨¦n nos ha herido a tantos espa?oles o desespa?oles, qui¨¦n nos tiene en esta triste tregua, sospechando sombras? Demasiado lo sabemos. Lo que en otros se ha vuelto ego¨ªsmo, en Tierno se ha vuelto iron¨ªa:
-Ruego no se enrollen sus se?or¨ªas.
Quiz¨¢ la iron¨ªa sea la depuraci¨®n inteligente del ego¨ªsmo cuando al ir¨®nico ya no le queda otra cosa. De cena en cena, de machaquito en machaquito, su aseado optimismo de neocl¨¢sico y racionalista se ha ido volviendo ir¨®nico, burl¨®n, se ha ido pasotizando en un viaje hacia atr¨¢s, como el de los pasotas, no hacia adelante, del mismo modo que detr¨¢s de Plat¨®n est¨¢ S¨®crates, larv¨¢ndole, y antes de S¨®crates est¨¢n los presocr¨¢ticos, los c¨ªnicos, los sofistas, Her¨¢clito, el pensamiento natural, salvaje, a¨²n no platonizado ni aristotelizado para las enciclopedias. Todo viaje a la luz se hace hacia atr¨¢s, hacia aquella comarca de fil¨®sofos, no mayor que Extremadura, donde cada pastor griego hab¨ªa resuelto su ate¨ªsmo en un ir¨®nico y literario polite¨ªsmo. Los dioses en reba?o, como las cabras.
-Llevaba unos d¨ªas viendo sombras.
Ahora, en tregua de sombra, s¨¦ que Tierno est¨¢ viendo la luz interior y primera del escepticismo original del que nace la Historia. No contando ovejas en su so?ar despierto, sino contando cabras griegas que a¨²n triscan luz y verdad. Alcalde natural de este pueblo manchego de cabreros cabreados, saldr¨¢ de la tregua a la luz, felizmente. Pero seguir¨¢ viendo sombras.
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