La econom¨ªa espa?ola ante una Europa en mutaci¨®n: un proyecto futuro / y 3
Dec¨ªamos en un anterior art¨ªculo que la situaci¨®n econ¨®mica espa?ola ser¨ªa insostenible si continuara la tendencia de estos ¨²ltimos a?os, que nos ha llevado a un 10% de desempleo (entre parados y activos marginales) y que nos puede llevar a tasas bastante m¨¢s altas. Plante¨¢bamos entonces dos estrategias posibles, una liberal y otra de consenso, que podr¨ªan proporcionar una salida a la crisis. En este ¨²ltimo art¨ªculo intentaremos sintetizar nuestra opini¨®n sobre ambas estrategias.La estrategia liberal
Una estrategia econ¨®mica liberal debe tender, fundamentalmente, a que la remuneraci¨®n de los factores de producci¨®n corresponda a su productividad marginal. Para que eso suceda deber¨ªan existir mercados de trabajo, de capital y de bienes y servicios aut¨¦nticamente libres, libertad absoluta de transacciones con el exterior y un m¨ªnimo de regulaci¨®n estatal sobre la actividad econ¨®mica. El liberal inteligente sabe que ese mundo no existe, aunque s¨®lo sea por la existencia de grandes empresas con capacidad oligopol¨ªstica y de sindicatos de trabajadores con capacidad de negociaci¨®n colectiva. Pero el liberal inteligente intenta reducir en la medida de lo posible las distorsiones que se producen inevitablemente respecto al modelo te¨®rico.
En Espa?a esas distorsiones son m¨²ltiples. El modelo nacionalsindicalista estaba basado en un profundo intervencionismo estatal y la estructura del poder permiti¨® adem¨¢s una influencia tal de todo tipo de grupos de presi¨®n que es casi imposible encontrar algo parecido a un mercado libre en la econom¨ªa espa?ola. Es tambi¨¦n necesario constatar que ese modelo todav¨ªa no ha cambiado radicalmente, a pesar del gigantesco esfuerzo hecho por el Gobierno y el Parlamento en ese sentido. Existen dos razones para que el cambio no haya sido todav¨ªa profundo. La primera es puramente factual: el n¨²mero de leyes, decretos, reglamentos, ¨®rdenes ministeriales y circulares que ser¨ªa necesario reformar o transformar radicalmente es tal que la labor ser¨¢ necesariamente larga. Pero adem¨¢s no debemos olvidar que la burocracia que las aplic¨® sigue en pie y que las tecnoestructuras del antiguo r¨¦gimen siguen siendo las del r¨¦gimen actual. Y eso no es una cr¨ªtica, sino una constataci¨®n. Cuarenta a?os es un per¨ªodo suficientemente largo como para que la mayor parte de los espa?oles con vocaci¨®n p¨²blica la hayan tenido que manifestar trabajando en el anterior sistema.
Tampoco caigamos en el error de considerar a la funci¨®n p¨²blica como causa de nuestros males. El empresario espa?ol ha prosperado y a menudo se ha enriquecido con un sistema proteccionista, ineficaz e injusto, pero muy c¨®modo para quien de ¨¦l se beneficiaba. Los sindicatos espa?oles, sobre todo Comisiones Obreras, est¨¢n demostrando que a la hora de discutir el Estatuto de los Trabajadores prefieren considerar como derechos adquiridos de los trabajadores elementos de una legislaci¨®n fascista que no son compatibles con un sistema de libertades.
La estrategia liberal comportar¨ªa, entre otras cosas, una liberalizaci¨®n de precios, una flexibilizaci¨®n de plantillas, un control estricto del gasto p¨²blico que permitiera una m¨¢xima asignaci¨®n de recursos al sector privado y una liberalizaci¨®n casi completa del control de cambio que al permitir las salidas de capitales situar¨ªa a la peseta a niveles m¨¢s bajos y por tanto m¨¢s acordes con la competitividad real de la econom¨ªa espa?ola.
Esta ha sido, parcialmente, la estrategia adoptada en el PEG, mitigada, sin embargo, no s¨®lo por las razones que hemos mencionado anteriormente, sino por los importantes costes sociales que implicar¨ªa, al menos a corto plazo, una aplicaci¨®n radical de esa estrategia. Es muy probable que inicialmente se producir¨ªan aumentos importantes de desempleo y de los precios, aunque tambi¨¦n es bastante probable que a plazo medi¨® el excedente empresarial reconstituido y la confianza empresarial recuperada permitir¨ªan nuevos aumentos de la inversi¨®n y del empleo y a largo plazo mayores niveles de renta para todos.
El problema es que la transformaci¨®n profunda que ello implicar¨ªa para la sociedad espa?ola no, se puede hacer de la noche a la ma?ana, al menos en un sistema de libertades p¨²blicas. Es imprescindible, por tanto, que las reformas que aparezcan como t¨¦cnicamente necesarias sean socialmente aceptadas en un clima de consenso en el que los costes de la adaptaci¨®n se repartan equitativamente. En otras palabras, el liberalismo es s¨®lo operativo si est¨¢ casi universalmente aceptado, como ocurre en pa¨ªses como EEUU, Alemania, Suiza o, en un contexto cultural diferente, Jap¨®n.
La estrategia de consenso
En nuestra opini¨®n, la ¨²nica forma de llevar a la pr¨¢ctica en Espa?a una estrategia de consenso es llevando a cabo las reformas necesarias mediante un acuerdo tripartito entre empresarios, sindicatos y Gobierno, sobre un programa de dos a tres a?os. Ese acuerdo, que deber¨ªa constituir un aut¨¦ntico pacto social de duraci¨®n definida, implicar¨ªa un reconocimiento por parte de todos de la gravedad de la situaci¨®n y una definici¨®n de la contribuci¨®n de cada sector para resolverla.
La contribuci¨®n de los sindicatos est¨¢ muy clara: inicialmente renunciar a aumentos de salarios superiores a los aumentos de precios en un clima de paz laboral. Posteriormente, aceptar crecimientos del salario nominal que sean compatibles con unas tasas moderadas de inflaci¨®n e impliquen aumentos del salario real iguales al aumento de la productividad.
Se dir¨¢ que en el pasado reciente los aumentos de salarios no han sido significativarnente superiores a la inflaci¨®n y se constata, en efecto, un estancamiento de la participaci¨®n de los salarios en la renta nacional. Pero la realidad es que eso ha sido el resultado de un continuo tira y afloja en el que las autoridades econ¨®micas, siguiendo una pol¨ªtica monetaria restrictiva, han colocado al empresario en tal situaci¨®n de debilidad que las reivindicaciones obreras o no se han satisfecho o han debido moderarse simplemente para mantener en vida a la empresa. Ese m¨¦todo de contenci¨®n salarial. es efectivo, pero su coste social es inmenso, puesto implica una disminuci¨®n de la inversi¨®n productiva y un paro creciente. Los mismos aumentos de salarios nominales en un clima de expansi¨®n y confianza renovada conducir¨ªan inicialmente a un mayor empleo y m¨¢s tarde a aumentos sustanciales del salario real por la v¨ªa de la disminuci¨®n de la inflaci¨®n.
La contribuci¨®n empresarial es igualmente evidente: invertir y crear puestos de trabajo adapt¨¢ndose a las necesarias modificaciones estructurales entre las que figurar¨¢, sin duda, una mayor colaboraci¨®n con la clase trabajadora en el seno de la empresa.
Ser¨ªa iluso pretender que eso se puede conseguir mediante decisiones colectivas voluntaristas. El empresario invertir¨¢ cuando vea claro el futuro, y en cierto modo su decisi¨®n de invertir puede considerarse como la variable dependiente del sistema, Pero tambi¨¦n es verdad que las organizaciones empresariales pueden contribuir a crear el necesario clima de colaboraci¨®n y optimismo.
Se dir¨¢ que el reciente acuerdo-marco entre organizaciones sindicales y empresariales deber¨ªa ser suficiente para crear ese clima, pero por muy positivo que sea el acuerdo le faltan tres condiciones esenciales para contribuir a un. despegue efectivo de la econom¨ªa espa?ola. La primera es la ausenciara de CCOO, que no suscribiendo el acuerdo ha demostrado estar m¨¢s al servicio de los intereses estrat¨¦gicos del PCE que del bienestar de la clase obrera espa?ola. La segunda es la duraci¨®n: un a?o da impresi¨®n de tregua, y necesitamos una verdadera paz social. La tercera es la no intervenci¨®n del Gobierno. Se equivocan las centrales sindicales que consideran una ingerencia inadmisible que el Gobierno intervenga en las negociaciones. El Gobierno debe fijar el marco global en que se desenvuelve la econom¨ªa y es, en cualquier caso, quien tiene en su mano instrumentos tan decisivos como la pol¨ªtica monetaria y la pol¨ªtica presupuestaria.
Pero es que adem¨¢s, en otro orden de ideas el papel del Gobierno y de la clase pol¨ªtica en general son fundamentales para la creaci¨®n de un nuevo clima. Espa?a necesita un proyecto de futuro, unos objetivos claros que restauren la confianza de la sociedad espa?ola en su porvenir econ¨®mico. Dec¨ªamos, en el primer art¨ªculo de esta serie, que el papel principal de la pol¨ªtica econ¨®mica en los pa¨ªses europeos deber¨ªa ser proporcionar el marco adecuado para que los agentes econ¨®micos hicieran por s¨ª mismos los necesarios ajustes. Ese papel deber¨ªa traducirse en medidas de tipo t¨¦cnico, que mejoraran el rendimiento del sistema econ¨®mico, y de tipo sociopolitico, que aumentaran la satisfacci¨®n de los ciudadanos ante un sistema econ¨®mico dado. El Gobierno espa?ol est¨¢, desde 1977, promulgando normas que pueden calificarse de revolucionarias en numerosos ¨¢mbitos de la vida de la sociedad espa?ola. Esas normas (como las que regulan el proceso auton¨®mico) conducir¨¢n, sin duda, a una sociedad m¨¢s democr¨¢tica, m¨¢s justa, m¨¢s eficaz y m¨¢s coherente con las aspiraciones de los ciudadanos. Desgraciadamente, el proceso de cambio es generador de incertidumbres en materia econ¨®mica, y la pol¨ªtica econ¨®mica restrictiva y falta de audacia seguida hasta ahora s¨®lo ha contribuido a agudizarlas. Pasado lo m¨¢s importante de la transici¨®n a la democracia, es imprescindible cambiar de una pol¨ªtica econ¨®mica defensiva a un aut¨¦ntico proyecto de futuro que fije metas concordes con las necesidades reales de nuestra sociedad, entre las que figura prioritariamente el empleo de sus ciudadanos y la consecuci¨®n de mayores cotas de bienestar, s¨®lo alcanzables con aumentos de nivel de vida.
Las reformas
Dec¨ªamos ya en el primer art¨ªculo de esta serie que los intentos de soluci¨®n a la crisis en Europa deber¨ªan actuar tanto en el frente econ¨®mico como en el sociol¨®gico, puesto que nos encontramos ante una verdadera crisis de sociedad. El problema es aun m¨¢s agudo en Espa?a, que sufre una crisis de valores m¨¢s repentina por haber estado anteriormente m¨¢s contenida.
Es necesario que la sociedad espa?ola encuentre nuevas f¨®rmulas de convivencia, que deben manifestarse no s¨®lo en el mundo de la empresa, sino tambi¨¦n en el de la cosa p¨²blica. La sociedad industrial ha deshumanizado las relaciones sociales con sus grandes empresas, pero tambi¨¦n con sus grandes n¨²cleos urbanos y con sus todopoderosas burocracias. Es necesario descentralizar, desburocratizar, acercar los centros de decisi¨®n al ciudadano, mejorar la calidad de vida incrementando el gasto de los municipios, que en el caso espa?ol es, en relaci¨®n con el PNB, del orden de la tercera parte de lo que es en las CCEE. La Constituci¨®n espa?ola ha marcado muy claramente el camino, pero nos quedan por realizar toda una serie de reformas que empiezan por la reforma de la Administraci¨®n, cuya estructura es, en su estado actual, pr¨¢cticamente incompatible con el esp¨ªritu de la Constituci¨®n, y culminar en una transformaci¨®n profunda de las estructuras del Estado que lleve a un pleno ejercicio de las libertades ciudadanas.
El otro cap¨ªtulo de reformas es el econ¨®mico. Todo lo que hagamos para mejorar las estructuras de la econom¨ªa espa?ola redundar¨¢ en una mayor capacidad de adaptaci¨®n ante la crisis actual y las venideras. Necesitamos una reforma del sistema financiero para conseguir que el ahorro espa?ol se dirija hacia sus usos m¨¢s rentables y, sobre todo, permita financiar a largo plazo las ingentes inversiones que requiere un nuevo despegue econ¨®mico. Necesitamos reestructurar sectores enteros de la econom¨ªa espa?ola (naval, sider¨²rgico, textil), sin oponernos a cambios, sino facilitando un ajuste gradual hacia las nuevas estructuras. Necesitamos una pol¨ªtica de innovaci¨®n tecnol¨®gica no s¨®lo en nuestras t¨¦cnicas de producci¨®n, sino en nuestros sistemas organizativos, que son, probablemente, el tal¨®n de Aquiles de la econom¨ªa espa?ola. Necesitamos cambiar radicalmente un sistema de Seguridad Social anquilosado en el centralismo y la burocracia, y para ello deberemos tener el valor de romper moldes establecidos y seguir criterios de eficacia, potenciando al m¨¢ximo los conciertos con mutualidades y otros entes privados sin o con fin lucrativo.
Conclusi¨®n
Pero se hace camino al andar. La sociedad espa?ola no puede permanecer inm¨®vil, contemplando sus deficiencias y esperando a que se hayan corregido antes de emprender la b¨²squeda de nuevos horizontes. En t¨¦rminos estrictamente econ¨®micos, es perfectamente factible iniciar una nueva era de expansi¨®n, mientras se van corrigiendo, en un proceso que es, por su propia naturaleza, perpetuo, deficiencias estructurales. Para ello hace falta ni m¨¢s ni menos que la sociedad espa?ola, una vez consolidado el proceso democr¨¢tico, se fije un nuevo objetivo: aumentar las cotas de bienestar de Iodos, creando las nuevas fuentes de riqueza necesarias para dar empleo al mayor n¨²mero posible de espa?oles. Es una simple cuesti¨®n de solidaridad, concebida en t¨¦rminos din¨¢micos y no malthusianos. De que consigamos o no hacer frente a ese reto depende, en nuestra opini¨®n, el futuro de esa nueva forma de sociedad democr¨¢tica que desea la inmensa mayor¨ªa de los espa?oles.
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