El esp¨ªritu y la carne
Stanley Kramer es un viejo conocido del p¨²blico espa?ol y no s¨®lo por sus historias sobre Espa?a, por su famoso filme Orgullo y pasi¨®n, en el que los patriotas espa?oles, en plena guerra de la Independencia, empujaban un colosal ca?¨®n, a trav¨¦s de Castilla, a fin de derribar las murallas de Avila, sino por otros muchos t¨ªtulos que van desde el drama a la comedia, desde el humor a los temas raciales.Para aquellos que siguen su trayectoria art¨ªstica como productor y hombre de cine, Kramer supone adem¨¢s un hito dentro de una de las m¨¢s s¨®rdidas etapas de Hollywood. No es preciso sino recordar nombres como Mark Robson, Zinnemann o Dmytrik y contemplar sus filmes para comprender cu¨¢nto le deben no s¨®lo en la oportunidad de darles forma, sino incluso en su propia categor¨ªa, dentro de la gran tradici¨®n de los grandes productores americanos.
M¨¢s all¨¢ del amor
Direcci¨®n: Stanley Kramer. Int¨¦rpretes: Dick van Dike, Kaihleen Quinlan, Mauren Stapleton, Ray Bolger, Tammy Grimes, Beau Bridges. Dram¨¢tica. 1979. Local de estreno: Real Cinema.
Desde que decidiera asumir tambi¨¦n la responsabilidad de la realizaci¨®n, Kramer se caracteriz¨® desde sus primeros pasos por un estilo s¨®lido y brillante a la vez, capaz de adaptarse a los diversos g¨¦neros en boga y al mismo tiempo v¨¢lido para llegar al gran p¨²blico y satisfacer a exigentes minor¨ªas. Siempre dispuesto a la pol¨¦mica, ello no supone obst¨¢culo para servir comedias como El mundo est¨¢ loco, loco, loco, en la que rinde homenaje al m¨¢s tradicional humor americano.
Tras tocar toda clase de temas pol¨ªticos o raciales, sociales o no problemas que siempre van m¨¢s all¨¢ del puro personaje, ahora afronta el tema del amor humano m¨¢s all¨¢ de los votos eclesi¨¢sticos. En un tiempo en el que vocaci¨®n y celibato sufren el duro trance de la duda, cuando no de los hechos consumados, esta historia de amor puede servir de reflexi¨®n acerca de un porvenir incierto en lo que se refiere a tan arriesgada cuando no apasionadas opciones.
Kramer, para su filme, ha es cogido la horma del melodrama tradicional sin desviarse de su norma y medida, sin disfrazarlo como tantos otros realizadores de conceptos vac¨ªos, t¨¦cnicas y actitudes capaces de encubrir lo que por eficaz resulta evidente. La relaci¨®n entre los dos protagonistas, es decir, entre la monja joven y el cura no tan joven viene dada de una forma bastante veros¨ªmil, l¨®gica, rodeada de un coro de monjas viejas en cuerpo y alma, un pueblo suspicaz y un consejo de viejos superiores.
Un Dick van Dike para el que el tiempo no ha pasado en balde, define con eficacia el drama de estos dos seres, cuya parte mejor lleva Kathleen Quinlan, cuya presencia llena la pel¨ªcula. Con su humanidad y juventud, consecuencia a fin de cuentas de sus evidentes cualidades de actriz sutil y s¨®lida, su presencia va marcando, paso a paso, el curso de este sincero melodrama en el que Kramer, una vez m¨¢s, corre acorde con los problemas de los tiempos actuales.
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