La inflaci¨®n que debemos pagar
La elevaci¨®n de los precios de los productos energ¨¦ticos es un dato clave del reciente pasado econ¨®mico, y un punto de referencia seguro para los pr¨®ximos a?os Las distintas econom¨ªas han tratado de ajustarse de diversa forma -y con dispar grado de fortuna ante una nueva situaci¨®n provocada por el aumento del precio de un input b¨¢sico que condiciona la totalidad del proceso productivo Pero, como norma general, debe reconocerse que ning¨²n pa¨ªs ha podido librarse de la recesi¨®n y la inflaci¨®n (estanflaci¨®n) en que est¨¢ sumida la econom¨ªa mundial.Sobre estas econom¨ªas maltratadas por la primera crisis energ¨¦tica se ha descargado la segunda gran elevaci¨®n del precio de los crudos en 1979, que va a desplegar el eco m¨²ltiple de sus negativos efectos en este a?o.
La econom¨ªa espa?ola ha sufrido de forma particularmente intensa las consecuencias de este proceso. A partir de 1974, coincidiendo con los efectos de la primera elevaci¨®n de los precios del petr¨®leo, su tasa de crecimiento ha experimentado un brusco recorte, la inflaci¨®n se ha instalado en los dos d¨ªgitos y el volumen de paro ha aflorado como un grave problema.
Es en un contexto de apagado crecimiento de la producci¨®n real, con una inflaci¨®n situada alrededor del 16 %, y un volumen de desempleo situado por encima del mill¨®n de personas, en el que est¨¢ incidiendo la nueva elevaci¨®n del precio del petr¨®leo producida a finales de 1979 y trasladada a nuestros precios en enero de 1980. El objetivo de este trabajo es tratar de evaluar estos efectos, ofreciendo una respuesta cifrada, y utilizando para ello la nueva tabla input-output de la econom¨ªa espa?ola que, bajo el patrocinio del fondo para la investigaci¨®n econ¨®mica y social de la Confederaci¨®n Espa?ola de Cajas de Ahorros va a ser publicada en un plazo inmediato.
El impacto inflacionista
El a?o 1980 comenz¨® mal desde la ¨®ptica energ¨¦tica. El alza de precios de los productos petrol¨ªferos que el Gobierno se ha visto obligado a decretar ha afectado con distinta intensidad a los diversos productos -desde un m¨ªnimo del 11 % al butano (12,5 kilos), hasta un m¨¢ximo del 110% para la gasolina de aviaci¨®n militar-, pudiendo estimarse una elevaci¨®n media ponderada del 26%.
Partiendo de estos nuevos precios, hemos tratado de cuantificar el efecto que van a tener sobre los precios finales de cada sector productivo, y sobre el ¨ªndice de precios de consumo, empleando para ello la tabla input-output de 1975. A pesar de las limitaciones de este instrumento (supone que no se ha producido un cambio estructural importante desde entonces), es el mejor -si no el ¨²nico- de que disponemos para realizar con rigor el an¨¢lisis.
Los resultados obtenidos permiten agrupar los sectores productivos en tres grupos, seg¨²n que el efecto sobre los precios sea alto (superior al 4%), medio (entre 2,5 y 4) o bajo (inferior a 2,5). En el cuadro 1 se presenta esta relaci¨®n. Puede apreciarse en ella como el mayor impacto lo acusan l¨®gicamente los productos m¨¢s dependientes del petr¨®leo, bien como materia prima (petroqu¨ªmica) bien como energ¨ªa (transporte).
Tambi¨¦n merece una atenci¨®n especial la incidencia que se produce sobre la producci¨®n agr¨ªcola y la pesca, debido a la importancia que estos productos tienen en el ¨ªndice de precios de consumo.
Los resultados obtenidos implican unos efectos alcistas m¨¢s acusados (alrededor de 0,5 puntos, en promedio) que los que resultaron del anterior reajuste de julio de 1979. Este fen¨®meno puede explicarse teniendo en cuenta que el encarecimiento de los productos petrol¨ªferos hace que estos tengan sucesivamente un peso relativo mayor en las estructuras de costes de las diversas producciones, y en consecuencia, su potencia inflacionista va siendo cada vez mayor.
Incidencia sobre precios de consumo
En la repercusi¨®n del aumento de los precios de los productos petrol¨ªferos sobre el ¨ªndice de precios del consumo cabe distinguir entre dos tipos de impactos: en primer lugar, el efecto directo que se produce en la medida en que ciertos precios que aumentan (como la gasolina, el butano,o el gas¨®leo para la calefacci¨®n) forman parte de la demanda final. La repercusi¨®n inflacionista de los nuevos precios por esta v¨ªa puede estimarse en un 1,07%. Esta acci¨®n se produce inexorablemente en el momento de la entrada en vigor de los nuevos precios y no lleva aparejado desfase alguno. En segundo lugar, se produce un efecto inflacionista indirecto por la v¨ªa del incremento de costes de los distintos sectores y su translaci¨®n a los precios. La estimaci¨®n de este efecto puede cifrarse en un 1,59%, si bien su plena realizaci¨®n puede llevar aparejados desfases temporales. En conjunto, pues, el efecto inflacionista de los nuevos precios de los productos petrol¨ªferos es de un 2,66%.
Esta forma de estimar el aumento de precios no incorpora posibles espirales inflacionistas precios-salarios, ni tampoco la posible translaci¨®n superior al 100% de los costes sobre los precios.
Reajustes de tarifas
Con posterioridad a los aumentos de los precios de los productos petrol¨ªferos, el Gobierno ha decretado la subida de las tarifas el¨¦ctr¨ªcas (17%) y de los transportes de viajeros, a¨¦reo (23%), por ferrocarril (7%) y por carretera (2,5% para viajeros, y 3 %. para mercanc¨ªas).
Al analizar los efectos adicionales inflacionistas provocados por estas subidas, un primer hecho destacable es la sensible discrepancia entre el incremento de precios que se deducir¨ªa de la tabla (ver cuadro 1) y los aumentos finalmente autorizados. Aunque pudiera objetarse que la tabla de 1975 ha quedado anticuada, tras cuatro a?os de fuerte aumento en los precios relativos de los productos petrol¨ªferos frente a los dem¨¢s inputs, las diferencias son tan grandes que no pueden justificarse por la v¨ªa de la mera translaci¨®n de costes.
Estas disparidades llevan a suponer que para autorizar las nuevas tarifas el Gobierno ha tenido en cuenta otras razones fundamentales, especialmente de ordenaci¨®n intrasectorial, buscando un mejor equilibrio entre los distintos medios de transporte, o bien, en el caso de las tarifas el¨¦ctricas, las elevaciones se han decidido con objeto de permitir una financia ci¨®n m¨¢s holgada de las cuantiosas inversiones que ya se est¨¢n realizando y las que deber¨¢n efectuarse. De ser as¨ª, lo ¨²nico que podr¨ªamos objetar es que no se haya dicho expl¨ªcitamente: lo que la orden ministerial correspondiente al transporte a¨¦reo llama ?otras circunstancias de necesaria consideraci¨®n? podr¨ªa haberse desarrollado un poco m¨¢s. Incorporando en nuestros c¨¢lculos las elevaciones de tarifas autorizadas, las repercusiones a nivel sectorial del alza conjunta de precios resultan obviamente acrecentadas. En la columna B del cuadro 1, pueden observarse estos impactos mayores, con la peculiaridad de que pr¨¢cticamente permanecen siendo los mismos los sectores con efecto alto. En cuanto al grupo de impacto medio, hay que a?adir a la lista algunos sectores que, por su mayor dependencia de la utiliza ci¨®n de la electricidad, resultan fuertemente incididos, Entre ¨¦stos destaca la fabricaci¨®n de pastas papeleras, papel y cart¨®n (3,01 %), y la producci¨®n y primera transfor maci¨®n de metales no f¨¦rreos (2,82%). Tambi¨¦n tiene especial importancia por su incidencia so bre el IPC la fabricaci¨®n de pastas alimenticias y productos amil¨¢ceos (2,75 %) y la fabricaci¨®n de produc tos de molineria (2,63 %).
Al evaluar el impacto global so bre el ¨ªndice de precios del consumo, disociando entre la acci¨®n directa y la inducida a trav¨¦s de los mayores costes sectoriales y su traslaci¨®n a precios, los respecti vos efectos inflacionistas son de un 1,37% y de un 1,60%. Por tanto, la acci¨®n inflacionista global sobre el ¨ªndice de precios del consumo es de un 2,97%.
Este c¨¢lculo adolece de iguales limitaciones que las esbozadas con anterioridad. En p¨¢rticular, el 1,37% refleja una acci¨®n inflacionista inmediata que no incorpora desfases temporales. y que se produce independientemente de las hip¨®tesis de comportamiento que se adopten para los distintos agentes econ¨®micos. El 1,60% de inflaci¨®n, v¨ªa la traslaci¨®n de costes a precios, se produce con un cierto desfase, si bien, en contrapartida, el porcentaje de traslaci¨®n impl¨ªcito comporta la existencia de ilusi¨®n monetaria. y puede subestimar la gravedad del problema en un sistema econ¨®mico en el que gran parte de las rentas est¨¢n indiciadas.
Moderaci¨®n del consumo energ¨¦tico
Otra cuesti¨®n ¨ªntimamente ligada con el problema de los precios de la energ¨ªa consiste en determinar hasta qu¨¦ punto la traslaci¨®n de estos aumentos de costes es ¨²til para alcanzar uno de los objetivos b¨¢sicos de la pol¨ªtica energ¨¦tica: la moderaci¨®n del consumo de un ?input? para el que existen grandes dificultades de abastecimiento, y para el que razonablemente puede preverse que esta situaci¨®n va a agravarse en el futuro.
La respuesta exige partir del conocimiento de la elasticidad de la demanda, es decir, de la relaci¨®n que existe entre la variaci¨®n relativa de ¨¦sta y la variaci¨®n relativa de una determinada variable que se supone influye sobre aqu¨¦lla. Estas variables son b¨¢sicamente dos: el precio de la energ¨ªa y la renta nacional.
El conocimiento de las elasticidades de la demanda de energ¨ªa con respecto a los precios y a la renta reviste articular inter¨¦s, dado que pueJen fundamentar la pol¨ªtica de precios de la energ¨ªa como medio para regular su consumo. As¨ª, si la demanda fuese r¨ªgida con respecto al precio, la pol¨ªtica de incrementar los precios ser¨ªa discutible, dado que su elevaci¨®n s¨®lo contribuir¨ªa a aumentar los costes, y por tanto la inflaci¨®n, y por contra, no tendr¨ªa efecto alguno sobre el consumo energ¨¦tico.
El cuadro 2 y su correspondiente representaci¨®n gr¨¢fica ofrecen los resultados comparativos del c¨¢lculo que hemos realizado para Espa?a con los principales paises de la OCDE. Estos resultados permiten comprobar que la elasticidad de la demanda en Espa?a con respecto al precio. es baja (alrededor de 0,3), como lo es tambi¨¦n para la mayor parte de pa¨ªses de la OCDE. Sin embargo, la elasticidad-renta de la demanda espa?ola es muy alta (pr¨®xima a 1,6), valor ¨²nicamente superado por la de Italia y Holanda.
La conclusi¨®n es que las posibilidades de lograr un ahorro energ¨¦tico son limitadas por la v¨ªa de modificar los precios relativos de la energ¨ªa, y que, por otro lado, si la econom¨ªa espa?ola aumentase su ritmo de crecimiento a largo plazo, el aumento del consumo energ¨¦tico a una tasa r¨¢pida se convertir¨ªa en una necesidad insoslayable, a menos que se produzca un cambio profundo de la estructura productiva existente.
Una primera aproximaci¨®n permite se?alar que un crecimiento sostenido del PIB del orden del 4%, tasa que diversos estudios apuntan como necesaria para no embolsar m¨¢s poblaci¨®n desocupada, puede exigir un crecimiento del consumo energ¨¦tico situado alrededor del 6% anual, si la estructura productiva de la econom¨ªa espa?ola permanece constante y los precios reales de la energ¨ªa no se modifican. Sin embargo, parece impos¨ªble que la oferta energ¨¦tica pueda crecer en los pr¨®ximos a?os a un ritmo superior al 3%.
Por el contrario, mantener estable el consumo energ¨¦tico, con un crecimiento del PIB del 4%, exigir¨ªa una elevaci¨®n de precios energ¨¦ticos tan dr¨¢stica que posiblemente provocar¨ªa un efecto inflacionista que har¨ªa inviable el propio crecimiento de la producci¨®n real.
Este es, pues, el grave dilema en que se debate la pol¨ªtica energ¨¦tica. Dilema cuya soluci¨®n a largo plazo, sin duda, puede ser la obtenci¨®n de fuentes de energ¨ªa alternativas sustitutivas del petr¨®leo. Pero, a corto y medio plazo, constituye una clara restricci¨®n adicional a las posibilidades de salida de la crisis, y fuerza a la b¨²squeda de soluciones de orden institucional para paliar, en la medida de lo posible, los costes de acomodaci¨®n de la econom¨ªa espa?ola a una situaci¨®n de estancamiento.
Viendo venir a las crisis del futuro
De la exposici¨®n precedente interesa destacar algunos puntos:
El primero de ellos es el fuerte impacto inflacionista de la elevaci¨®n de los precios de los productos energ¨¦ticos decretado a finales de 1979 y principios de 1980. En efecto, a trav¨¦s del empleo de la tabla ?imput-output? se calcula que la inflaci¨®n inducida sobre el IPC para 1980 resultante de la ¨²ltima elevaci¨®n de los precios de los productos petrol¨ªferos puede ser del orden del 3%. Siendo realistas, debemos suponer que 1980 sea un a?o igual de problem¨¢tico que el anterior: aunque la tensi¨®n en los mercados ?spot? de crudos haya descendido sensiblemente, ya se han vuelto a producir ciertas elevaciones en los precios oficiales de algunos pa¨ªses exportadores. Todo indica, pues, que se van a producir a lo largo del a?o nuevos embates de la OPEP, que pueden provocar sobre la inflaci¨®n espa?ola total del a?o una carga adicional de entre cinco puntos -como m¨ªnimo- y nueve puntos -esto nos parece el m¨¢ximo-, y ante la cual deber¨ªamos ir prepar¨¢ndonos desde ahora.
Quiz¨¢ algunos piensen que la respuesta deber¨ªa ser anticipar estas elevaciones en las revisiones salariales que se est¨¢n celebrando. No se podr¨ªa caer en mayor error, por la espiral que ello producir¨ªa. Por el contrario, deber¨ªa reaccionarse aumentando la sobriedad en los comportamientos, para mitigar en lo posible la inflaci¨®n que se nos viene. Tambi¨¦n habr¨ªa que considerar responsablemente la forma,de pactar entre las fuerzas sociales un nuevos sitema para sacar del ¨ªndice del coste de la vida (precios de consumo) las subidas de precios de la energ¨ªa.
En segundo lugar, la demanda de energ¨ªa en Espa?a es poco el¨¢stica con respecto al precio. Si ello es as¨ª, es evidente que los incrementos de precios de la energ¨ªa deber¨ªan procurar dosificarse al m¨¢ximo. En definitiva, estas elevaciones tienen un efecto cierto, que es aumentar la tasa de inflaci¨®n, y un efecto m¨¢s discutible, que es propiciar el ahorro energ¨¦tico. No cabe duda que si la econom¨ªa espa?ola pretende adecuarse a la l¨®gica de la econom¨ªa de mercado, debe tender a unos precios realistas de la energ¨ªa que respondan al principio del coste. Pero puede resultar peligroso aplicar con excesiva profusi¨®n tal principio si a la vez no se controla que parte del aumento de costes responde a unos precios m¨¢s altos de los ?in puts? utilizados, y que parte a posibles ineficiencias en el proceso productivo. Este control puede revestir particular trascendencia en el contexto de una econom¨ªa como la espa?ola, con fuerte tasa de inflaci¨®n, con un volumen de paro en aumento, y para la que casi todos los indicadores apuntan hacia una agravaci¨®n de problemas en 1980.
Por otra parte, la elevada elasticidad renta de nuestros consumos de energ¨ªa aconsejan la introducci¨®n en plazo inmediato de medidas que ahorren consumos dispendiosos, y que permitan conseguir efectos productivos mayores sin tanta dependencia exterior. La realizaci¨®n en el plazo m¨¢s breve posibfe de las inversiones en el sector energ¨¦tico, dada su evidente necesidad, deber¨ªa constituir una l¨ªnea dominante en los programas de inversi¨®n de este y de los a?os inmediatos.
Resulta dif¨ªcil exagerar la importancia que adquiere la m¨¢xima concreci¨®n en los programas: todos los espa?oles debemos saber lo que se pretende invertir en el sector energ¨¦tico, de qu¨¦ manera, por qui¨¦nes y cu¨¢ndo. La empresa privada debe tener referencia clara de la colaboraci¨®n que se le pide y la empresa p¨²blica calendarios concretos para ejecutar las inversiones energ¨¦ticas necesarias.
Madurez en la respuesta ECONOM?A
Finalmente, es indispensable subrayar una vez m¨¢s que la inflaci¨®n derivada de los nuevos precios de la energ¨ªa es inevitable y que deberemos pagarla y aceptarla; pero que la inflaci¨®n que pueda ocasionarse como consecuencia de las reacciones de la sociedad espa?ola para defender sus rentas o sus ingresos frente al alza de los precios energ¨¦ticos deber¨¢ evitarse. El grado de madurez de las sociedades actuales reside precisamente en esta respuesta ante los problemas que plantea la crisis energ¨¦tica: todo intento de defender los niveles de vida adquiridos mediante peticiones de retribuciones mayores, con las que trasiadar a otros ¨ªos costes de la crisis, es una pretensi¨®n vana que encierra al pa¨ªs que la practica en una mayor inflaci¨®n y en un empobrecimiento relativo mayor. Es esta inflaci¨®n la que no debemos pagar y la que no deber¨ªamos ocasionar con nuestros comportamientos los espa?oles.
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