?Se puede renovar la vida universitaria?
Tratando de evaluar si la universidad del exilio pudiera tener cierto influjo beneficioso en la necesaria renovaci¨®n de la universidad espa?ola, conviene recordar algunos antecedentes de intentos realizados desde fuera. En aquella d¨¦cada de los cincuenta, en que desaparece tan ejemplarmente Ortega, tras su infructuoso ensayo de reintegrarse a la vida universitaria en Espa?a, tambi¨¦n intent¨® hacer lo mismo el f¨ªsico abulense Arturo Duperier, que ven¨ªa respaldado con valiosas donaciones en aparatos espec¨ªficos para sus estudios sobre rayos c¨®smicos, procedentes de las m¨¢s altas eminencias f¨ªsicas inglesas con las que hab¨ªa trabajado en el exilio. No hubo inconvenientes administrativos para reponer al distinguido f¨ªsico en el escalaf¨®n, pero es bien sabido c¨®mo no pudo realizar en Madrid otra tarea de alta investigaci¨®n experimental que la de ?repetir? unas cuantas clases te¨®ricas y corregir ex¨¢menes multitudinarios de adolescentes de los primeros a?os..., mientras los costosos aparatos se oxidaban detenidos en la aduana sin saber por qu¨¦ ¨®rdenes. ?O s¨ª se sabe?Como contrapunto, cabe destacar que, por aquellos a?os, una de las m¨¢s brillantes revelaciones de la universidad del exilio en la meseta del An¨¢huac, el arquitecto F¨¦lix Candela, ensaya la primera b¨®veda delgada de cascar¨®n en la UNAM, precisamente para construir el original pabell¨®n que albergar¨ªa los aparatos registradores de rayos c¨®smicos en la nueva Ciudad Universitaria del Pedregal de San ?ngel. A partir de aquel ¨¦xito, las b¨®vedas de Candela se multiplicaron por el mundo y pronto recibieron la consagraci¨®n de la arquitectura internacional con un premio otorgado en Londres. Cu¨¢nto hemos so?ado con esa malograda conjunci¨®n de creaciones espa?olas que pudo haberse cumplido en Madrid, como tantas otras similares. El caso es que el arquitecto Candela tampoco ha podido asomarse a la universidad espa?ola de los setenta.
Tan s¨®lo Jes¨²s Prados Arrarte, el economista que acaba de jubilarse, volviendo de un exilio en Suram¨¦rica, lograba reintegrarse y ocupar con plenitud la c¨¢tedra de Madrid, gracias a su arrolladora personalidad. La voz y la pluma de Prados deber¨¢n aportar su singular experiencia para ayudar a conformar la universidad de los a?os ochenta.
En la d¨¦cada de los sesenta aparece un nuevo brote generador de universitarios exiliados. Inmediatamente, la UPUEE trat¨® de llevar a M¨¦xico a los recientes compa?eros de exilio. Por razones diversas, solamente Jos¨¦ Luis Aranguren acept¨® la invitaci¨®n, en 1966. Su estimulante paso por la Ciudad de M¨¦xico y el encuentro entusiasta con las j¨®venes generaciones forjadas en el exilio nos hizo concebir nuevas esperanzas sobre una reconstrucci¨®n de la universidad, revitalizada con frescos vientos del exterior; pero hubo que esperar otros diez a?os.
A nuestro regreso a Espa?a, en 1976, asistimos esperanzados a la reposici¨®n de los destituidos en 1965. Personalmente, tuve el privilegio de ser testigo en la reincorporaci¨®n de Aranguren, recordando los episodios de diez a?os antes en M¨¦xico. Cre¨ªmos entonces en la posibilidad inmediata de una renovaci¨®n de la vida universitaria y nos decidimos a intentarla desde dentro, abandonando -aunque fuese parcial y temporalmente- la intensa y fecunda vida universitaria de M¨¦xico. No obstante, cuando se trataba de reponer a los de 1936..., ya las cosas eran diferentes. Acaso la Administraci¨®n pens¨® que el ?cuerpo a extinguir? ya hab¨ªa cumplido su plazo y se dieron todo g¨¦nero de facilidades para otorgar jubilaciones, retiros y pensiones, pero nada de intervenir en la vida universitaria ni en actividades directivas u orientadoras. Desde luego, ninguna actividad universitaria en Madrid. Y a los jubilados, su retiro y nada m¨¢s.
Ah¨ª est¨¢n los ilustres profesores de aquella ejemplar facultad de Filosof¨ªa y Letras de Madrid que han revisado sustancialmente la historia de Espa?a, revalorizando la Edad Media desde un exilio en pa¨ªses -Estados Unidos y Argentina- que no han tenido Edad Media. La pol¨¦mica, a veces agria, pero siempre fecunda, entre Am¨¦rico Castro y Claudio S¨¢nchez Albornoz (antiguo rector de Madrid) no ha tenido reconocimiento oficial ni consecuencias trascendentes en la universidad actual ni en la vida acad¨¦mica, a pesar del extraordinario valor de sus originales y eruditos estudios que quiz¨¢ representen lo m¨¢s preciado del pensamiento del exilio y a pesar de la considerable resonancia que han tenido en la vida intelectual espa?ola.
En 1976 ya ¨¦ramos muy pocos los capaces de reclamar una reposici¨®n universitaria ?en activo? -con plenitud burocr¨¢tica- hasta alcanzar en pocos a?os la extinci¨®n total de aquel cuerpo tan numerosos y brillante de 1936. Ni siquiera como valor simb¨®lico -o quiz¨¢ por eso, precisamente- se nos han dado las facilidades que eran de esperarse. Menos a¨²n cuando las solicitudes de reincorporaci¨®n proced¨ªan de las j¨®venes generaciones de compa?eros o de profesionales ansiosos de revitalizar con aires nuevos la universidad. El m¨¢s significativo caso ha sido el de Niceto Alcal¨¢ Zamora, catedr¨¢tico de Derecho procesal en las Universidades de Santiago y de Valencia, en la de M¨¦xico durante el exilio, y que tra¨ªa la reciente aureola del premio Redenti, concedido en la Universidad de Bolonia al m¨¢s destacado procesalista internacional. Desde hac¨ªa varios a?os, j¨®venes procesalistas espa?oles ven¨ªan solicitando en diversas universidades la reposici¨®n de Alcal¨¢ Zamora, la cual fue retras¨¢ndose burocr¨¢ticamente hasta alcanzar la edad de jubilaci¨®n. Acaso coincidi¨® con la oportunidad de que la reposici¨®n de Alcal¨¢ Zamora ten¨ªa que haberse efectuado en Madrid.
Ya muy entrado 1977 fuimos repuestos los dos ¨²ltimos de 1936 que ven¨ªamos del exilio. Augusto P¨¦rez Vitoria, catedr¨¢tico de Qu¨ªmica Inorg¨¢nica en la facultad de Ciencias de Murcia, hab¨ªa pasado su exilio en Francia, incorpor¨¢ndose a la Unesco desde su fundaci¨®n y desarrollando en ella una constante labor de alto nivel en documentaci¨®n cient¨ªfica. Su actividad, de gran trascendencia internacional, le llev¨® incluso a dirigir durante a?os la revista biling¨¹e de la Unesco Impacto, cuyo subt¨ªtulo -Impacto de la Ciencia y de la Tecnolog¨ªa sobre la Sociedad- da idea de lo conveniente que ser¨ªa utilizar la experiencia internacional de P¨¦rez Vitoria en organismos nacionales, centrales, sobre un tema tan apasionante y necesario para la sociedad espa?ola actual. Toda la tarea cumplida por P¨¦rez Vitoria desde hace dos a?os ha sido un cursillo sobre documentaci¨®n cient¨ªfica limitado al restringido ¨¢mbito murciano.
Finalmente, mi modesto caso personal, que tiene la singularidad de representar el farol rojo que cierra y extingue aquella universidad de 1936, despu¨¦s de incorporado a la vida universitaria, m¨¢s o menos regular, en la vetusta Salamanca. En dos cursos cumplidos de retroexilio, y por razones diversas, no he podido hacer otra cosa sino explicar te¨®ricamente una ciencia experimental y cargarme de ex¨¢menes a nivel de licenciatura, con un balance muy similar al que tuvo el f¨ªsico Duperier hace m¨¢s de veinte a?os.
Mientras tanto, se ve muy lejos la posibilidad de incorporar -de una o de otra manera- a los descendientes de la universidad del exilio, en forma decorosa y eficaz para la vida universitaria espa?ola. La disposici¨®n del Ministerio de agosto ¨²ltimo, por la que queda capacitado para nombrar catedr¨¢ticos, descontando los recelos y hostilidades que producir¨ªa al llevarla a un alto n¨²mero de nombramientos, tampoco tendr¨ªa mucha aceptaci¨®n por la resistencia de los miles de interesados en abandonar sus nacionalidades y sus posiciones fuera de Espa?a a cambio de unos nombramientos discutibles, precarios y de escaso atractivo frente a las posiciones que han conquistado con su esfuerzo personal.
Si se desea atraer en forma aut¨¦ntica a ese rico patrimonio intelectual de fuertes ra¨ªces espa?olas, pensando en que pueda constituir un puente de enlace para reforzar los v¨ªnculos espirituales con la comunidad de habla espa?ola, quiz¨¢ los universitarios del exilio podr¨ªamos desempe?ar alguna ben¨¦fica labor de est¨ªmulo y comprensi¨®n, y con ese fin nos ofrecemos sinceramente.
Para tratar de responder a la pregunta inicial sobre la posibilidad de ayudar a renovar la vida universitaria, en lo cual seguimos empe?ados a pesar de todas las circunstancias adversas, no se puede olvidar la sorprendente declaraci¨®n de Jos¨¦ Luis Aranguren, hace varios meses, al filo de su jubilaci¨®n administrativa, aconsejando destruir la universidad espa?ola. Y eso, Jos¨¦ Luis, cuando acababas de formular el hermoso deseo de que Sansue?a juegue a la cultura. Tambi¨¦n Juli¨¢n Mar¨ªas, reconociendo por televisi¨®n que la universidad ya estaba destruida desde 1939, aconsej¨® no barrer los productos de la destrucci¨®n, sino que el Estado procure fomentar la renovaci¨®n universitaria para que la sociedad la lleve adelante, cual debe ser.
Recordando uno de los m¨¢s bellos lemas de mayo de 1968 en Par¨ªs -La imaginaci¨®n al poder-, debemos esforzarnos por que, de verdad, Sansue?a juegue a la cultura, con autenticidad orteguiana. Por mi parte, deseo participar en el juego y quisiera comenzar planteando los principios universitarios.
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