Una intenci¨®n traicionada
Imaginemos que la reina Isabel de Inglaterra fue, en realidad, un hombre. No es una concesi¨®n excesiva la que hay que hacer a Francisco Ors, que la plantea como situaci¨®n de origen de su obra Contradanza. Eran tiempos truculentos, donde una sustituci¨®n de ni?a por ni?o podr¨ªa haber sucedido, y de inverosimilitudes mayores est¨¢ lleno el teatro isabelino. Todo ello explicar¨ªa la leyenda de la ?reina virgen?, o de su muerte sin matrimonio ni descendencia. Cuestiones que al autor no le importan nada y al p¨²blico tampoco, son simplemente una base teatral y decorativa para plantear el tema de la ambig¨¹edad posible en las relaciones amorosas y del poder de los prejuicios sobre las afinidades, los deseos y las libertades.Situada sobre un caso de traves¨ª de nuestro propio tiempo, el tema hubiera dado los mismos resultados. Al colocar la acci¨®n en aquella ¨¦poca, el autor tiene m¨¢s facilidad para llevar al extremo -el asesinato, la muerte, la traici¨®n- las consecuencias; incluso utilizando algunos recursos del propio drama isabelino (como el del mudo que apu?ala), que son m¨¢s dif¨ªciles de aceptar en la l¨®gica contempor¨¢nea, en la verosimilitud actual. En fin, la reina Isabel es un hombre, que adem¨¢s es homosexual, en una ¨¦poca en que el ?pecado nefando? se castigaba con el hacha o el fuego.
Contradanza, de Francisco Ors
Int¨¦rpretes: Jos¨¦ Luis Pellicena, Manuel Gallardo, Gemma Guervo, Vicente Gisbert, Alfonso Goda, Miguel Palenzuela, Carlos Pi?eiro, Alfonso Delgado. Decorados de Roberto Oswual. Figurines de Anibal L¨¢piz. M¨²sica de Ant¨®n Garc¨ªa Abril. Direcci¨®n: Jos¨¦ Tamayo. Estreno: Teatro Lara, 21-3-1980.
La pasi¨®n fuerza el tema y lleva a la conclusi¨®n, posiblemente no deseada, pero ostensible en el escenario, de que los heterosexuales son los malos, los homosexuales son los buenos, de lo cual resulta que por intentar reparar una injusticia cae en otra. Se puede atribuir a la condici¨®n de primerizo del autor, como otros defectos referidos a la construcci¨®n misma de su obra: montada sobre escenas de dos personajes, con transiciones mal resueltas y di¨¢logos a veces excesivos, en el texto -generalmente bien escrito- y en la longitud. Son defectos menores. La situaci¨®n y su desarrollo interesan: el tema prende y la tesis se realza con valent¨ªa.
Pero soporta mal, muy mal, una direcci¨®n torpe, unos decorados de mal gusto, una iluminaci¨®n deficiente y una interpretaci¨®n desmayada. Con respecto a esta ¨²ltima, se puede convenir en que una serie de incidencias de ¨²ltima hora, que ha hecho cambiar a los dos principales actores, ha impedido su perfecci¨®n. Jos¨¦ Luis Pellicena ha tratado de componer un personaje muy dif¨ªcil -la mujer-hombre- en demasiado poco tiempo; con m¨¢s estudio y m¨¢s ensayo habr¨ªa matizado mejor las inflexiones de voz y el juego de los ademanes. Manuel Gallardo ha tenido menos dificultades y sale adelante. No lo consigue Gemma Cuervo, que rellena su texto con gemidos, suspiros, emisiones de voz de todas clases absolutamente innecesarios. Vicente Gisbert, Alfonso Goda, Miguel Palenzuela cubren sus papeles sin m¨¢s. Carlos Pi?eiro no acierta en el tono; y la aparici¨®n de Alfonso Delgado es tan fugaz, y sin palabras, que no requiere juicio.
Toda esta representaci¨®n es premiosa. El director, Jos¨¦ Tamayo, a pesar de su vieja experiencia, no le ha dado ning¨²n ritmo. Ha envejecido la forma de hacer teatro, y, en lugar de poner sus conocimientos en la ayuda a un autor nuevo, le ha dejado caer en todos sus vicios. Dentro de un decorado de tercer orden y sin ning¨²n valor est¨¦tico -la pobreza no lleva necesariamente consigo la fealdad-, la obra se enferma, languidece. Deja morir toda la pasi¨®n que hay en ella. Es una pena. Contradanza es una obra interesante, incluso importante; Francisco Ors es un autor que tiene muchas posibilidades iniciales y las puede desarrollar muy f¨¢cilmente. No ha tenido suerte en esta primera comparecencia ante el p¨²blico. Puede irse, en estas condiciones, la obra por un camino que no deb¨ªa ser el suyo: un drama de la homosexualidad. El que est¨¢ contenido en el texto es mucho m¨¢s trascendente: el de la libertad de amar, el de la enorme amplitud de la ?naturaleza?.
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