Del existencialismo al marxismo, en busca de la moral perdida
?El infierno son los dem¨¢s... El hombre est¨¢ condenado a ser libre..., s¨®lo nuestros actos nos juzgan..., el hacer es lo que revela al ser?. El descubrimiento de aquellas f¨®rmulas lapidarias y fulminantes, que retrataban en los a?os cuarenta la tragedia de un mundo reci¨¦n salido de la combusti¨®n, fue inolvidable para los j¨®venes que entonces despertaban a la vida y la lectura. La densa prohibici¨®n que en Espa?a pesaba sobre sus obras, anatematizadas tambi¨¦n por el Index eclesi¨¢stico, hizo que su penetraci¨®n fuera lenta, desordenada, en malas traducciones y a escondidas. Hasta finales de los cincuenta, la sombra de. Sartre planeaba con una fuerza irresistible por los claustros y pasillos de unas universidades que lo ignoraban en sus programas. En realidad, Sartre nos lo ense?¨® todo, o casi: nos introdujo en la novela moderna, en el teatro m¨¢s comprometido, en la fenomenolog¨ªa abandonable, en el existencialismo. f¨¢cilmente comprensible, sobre todo en sus gestos y actitudes, en la militancia pol¨ªtica y su misma cr¨ªtica. Nos ¨¦nse?¨® a leer y a pensar, a escribir y a elegir. Y a elegir sobre todo la rebeli¨®n y la heterodoxia.La n¨¢usea mitol¨®gica nos introdujo en la mala conciencia, Los caminos de la libertad nos abri¨® los del compromiso, que no lleg¨® a terminar jam¨¢s. En su teatro, Las moscas ense?aba a resistir, Las manos sucias impulsaba a intentar rescates imposibles, A puerta cerrada mostraba el infierno y El diablo y el buen dios lo desvanec¨ªa. En la filosof¨ªa, de la primera imaginaci¨®n fenomenol¨®gica pasaba al existencialismo desolador de El ser y la nada, para luego debatirse durante largos lustros frente al marxismo nunca acabado de perder. Pues La cr¨ªtica de la raz¨®n dial¨¦ctica qued¨® asimismo inconclusa, as¨ª como su ¨²ltima y gigantesca obra sobre Flaubert. El idiota de la familia Los exquisitos y litterarios se mostraron fascinados por otros caminos: Baudelaire, el Saint-Genet, comediante y m¨¢rtir o, sobre todo, su autobiograf¨ªa inicial Las palabras. En realidad, Sartre ha dejado inconclusos casi todos sus proyectos. As¨ª conserv¨® la esperanza y evit¨® el fracaso. El hombre que rechaz¨® el Premio Nobel y la Legi¨®n de Honor ha muerto dejando pendiente la obra que siempre prometi¨®: su tratado de moral. Su libertad radical se lo impidi¨®. Pensar a partir de ah¨ª. No cabe mejor testamento.
Su primera obra de teatro fue un auto de Navidad escrito cuando estaba preso en Alemania. Despu¨¦s luch¨® en la Resistencia, lanz¨® manifiestos, sufri¨® atentados durante la guerra de Argelia, exult¨® con todas las revoluciones -de la rusa a la cubana- y las abandon¨® despu¨¦s hasta la ¨²ltima, la que no pudo ser, la de mayo de 1968. A esa s¨ª que sigui¨® fiel hasta el final. De la c¨¢tedra pas¨® al mitin sobre un barril, de la Universidad a los p¨²blicos obreros, estudiantiles y extraparlamentarios. De hecho, su huella no se ha borrado. Sigue ah¨ª, inquietante, para nuestro propio bien.
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