?Hace falta un vicepresidente econ¨®mico?
LOS RUMORES y especulaciones sobre una inminente crisis de Gobierno se han venido centrando en los ¨²ltimos d¨ªas en tomo a la figura del vicepresidente econ¨®mico y los resultados de su gesti¨®n. Lo que se debate en definitiva es la virtualidad de la actual pol¨ªtica econ¨®mica para hacer frente a los problemas planteados y ofrecer un horizonte m¨¢s ilusionante a los espa?oles. Las declaraciones de Abril en el sentido de que a¨²n quedaban quince a?os de crisis son por eso algo de lo que m¨¢s da?o ha producido a su imagen de gobernante en los ¨²ltimos d¨ªas.Sin embargo, cualquier programa de pol¨ªtica econ¨®mica, de no ser una elucubraci¨®n demag¨®gica lanzada por quienes carecen de responsabilidades de poder, no tiene m¨¢s alternativa que enfrentarse con los tozudos datos de la crisis actual. El escaso crecimiento de la producci¨®n, derivado de un bajo nivel de inversiones productivas, el consiguiente aumento del paro, el alza continuada de los precios, los aumentos salariales de la poblaci¨®n empleada por encima de la productividad, la escandalosa ineficacia y aparatoso despilfarro de la Administraci¨®n p¨²blica y la debilidad de un sector exterior incapaz de pagar la factura del petr¨®leo son elementos imprescindibles del paisaje. Se necesita, as¨ª pues, una pol¨ªtica econ¨®mica realista en la aceptaci¨®n de los datos de la situaci¨®n, pero tambi¨¦n suficientemente perspicaz e imaginativa como para dise?ar una estrategia contra la crisis y resueltamente decidida a aplicar los medios para realizar sus objetivos. Como hemos se?alado en m¨²ltiples ocasiones, la reforma de la Administraci¨®n p¨²blica es la condici¨®n imprescindible para que los ciudadanos no se tomen a chacota las invitaciones del Gobierno a colaborar con Hacienda, a apretarse el cintur¨®n y a sentirse part¨ªcipes de un proyecto solidario hacia el futuro.
Habr¨ªa que preguntarse, en este contexto, si la figura del vicepresidente econ¨®mico resultar¨ªa realmente necesaria en un Gobierno que contara con un Ministerio de Econom¨ªa dotado de competencias reales y con un programa econ¨®mico articulado y coherente. En esa imaginaria situaci¨®n bastar¨ªa con que el presidente del Gobierno afrontase, de manera constante y permanente, la defensa pol¨ªtica de la gesti¨®n econ¨®mica que los ministros de ese ¨¢rea del Gobierno tendr¨ªan encomendada.
Quien gan¨® las elecciones de marzo de 1979 fue Su¨¢rez, y ¨¦l fue quien vendi¨® a los ciudadanos un modelo de sociedad y unas perspectivas de salida para la crisis econ¨®mica que no terminan de perfilarse. Los problemas de la econom¨ªa no son un asunto que incumba s¨®lo a los economistas. Un mill¨®n y medio de parados, la falta de fe de la iniciativa privada en el futuro de sus inversiones, los desequilibrios regionales, las haciendas de los territorios aut¨®nomos y la desconfianza en la eficacia e integridad de la Administraci¨®n p¨²blica son enfermedades que ninguna receta econ¨®mica puede curar por s¨ª sola. El presidente no puede, o no debe, hurtar el bulto para endosar a un segundo suyo el papel de sparring.
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