Un debate ?para qu¨¦?
He le¨ªdo en los peri¨®dicos diarios de esta capital que en fecha pr¨®xima habr¨¢, en el Congreso de los Diputados, un debate extenso en el tiempo y copioso en palabras, sobre la situaci¨®n pol¨ªtica actual.Algo perturba el sosiego de ¨¢nimo de un diputado de n¨²mero, la amenaza de otro torneo oratorio en el Parlamento. Pero esto aparte, la preocupaci¨®n que m¨¢s embarga es la de para qu¨¦ puede servir tal debate. No postulo, ser¨ªa presunci¨®n intolerable, que haya de ser ocioso por principio, pero s¨ª me parece oportuno reflexionar acerca de c¨®mo seria m¨¢s ¨²til o menos in¨²til para todos.
La vieja comparaci¨®n, que permanece a trav¨¦s de los siglos, entre medicina y pol¨ªtica, tiene a¨²n valor en cuanto se refiere al m¨¦todo en general, pues tambi¨¦n los pol¨ªticos diagnostican y pronostican. Ocurre, sin apartarnos de esta perspectiva, que los problemas pol¨ªticos espa?oles, yo dijera que tambi¨¦n los problemas sociales y econ¨®micos, est¨¢n m¨¢s que diagnosticados: la situaci¨®n es grave, y conocemos las causas externas a nuestro pa¨ªs e internas a ¨¦l, que ocasionan la gravedad. Es diagn¨®stico que no est¨¢ s¨®lo en la mente de los buenos conocedores. La com¨²n experiencia dice que apenas hay ciudadano, aunque sea de a pie, que no tenga tambi¨¦n idea clara del diagn¨®stico.
Algo semejante ocurre con el pron¨®stico. Sabemos con el inevitable margen de incertidumbre que es de gravedad, que puede ocurrir si no se pone remedio. El conocimiento claro del pron¨®stico conlleva desaz¨®n, urgencia y requerimientos continuos, para que se haga cuando sea menester, con el fin de que el diagn¨®stico pase de grave a menos grave y si fuese posible a leve.
No creo que ayude en nada, sabiendo todo cuanto sabemos, un debate parlamentario, en el que se malgasten horas repitiendo el diagn¨®stico y el pron¨®stico. Temo, sin embargo, que sea esto lo que ocurra. Pero volviendo al hilo de la comparaci¨®n inicial, otra cosa hay que m¨¦dicos y pol¨ªticos deben hacer: encontrar el tratamiento adecuado. Conocido el diagn¨®stico y hecho el pron¨®stico hay que hablar y aplicar el tratamiento. Esta es la cuesti¨®n capital y lo que no se hace. Tanto m¨¢s contentos quedaremos los ciudadanos espa?oles de los pol¨ªticos, cuanto menos divaguen y repitan lo que es de sobra conocido y se refieran a los medios concretos que hay que poner en pr¨¢ctica para curar las enfermedades que nos aquejan. Ya est¨¢ bien de proyectos gen¨¦ricos y clasificaciones nominales de los hechos. Ojal¨¢ pudi¨¦semos conocer el texto de las leyes que los partidos de oposici¨®n dar¨ªan para remediar el paro, ahorrar energ¨ªa, cumplir con las autonom¨ªas sin perjuicio para la econom¨ªa global, y disminuir el enorme d¨¦ficit del presupuesto. Claro es que todo tratamiento se somete a un plan, pero es el plan y programa de lo concreto, del remedio, no las consabidas vaguedades y las promesas, a veces incumplidas por incumplibles, a que se nos intenta acostumbrar. Acusarse unos a otros la incompetencia, hablar de alternativas y de la necesidad de hacer, es f¨¢cil. Por desgracia demasiado f¨¢cil, ahora que la divulgaci¨®n de las terminolog¨ªas las hace instrumento c¨®modo para simular que se sabe lo que en el fondo se ignora. Es dificil exponer de modo breve y claro los remedios que los buenos conocedores de cada grupo o sector han elegido por creerlos mejores, seg¨²n cuenta y raz¨®n de arreglo con un programa.
Muchos a?os hace, desde que Costa critic¨® el hablar y alab¨® el hacer, estamos pidiendo a Parlamentos y Gobiernos que se hable menos, se haga m¨¢s y se haga bien. ?Cu¨¢ndo aprenderemos esta sencilla verdad? Quiz¨¢ el pr¨®ximo debate parlamentario nos saque de dudas.
Hablo de la oposici¨®n, pues del Gobierno poco se puede esperar, si juzgamos por lo que en cuanto a remedios ha hecho y la despreocupaci¨®n con que subordina todo o casi todo al aplazamiento y minoraci¨®n de las rencillas de partido. Confiemos que las planas mayores de los partidos se decidan a entrar en el campo de lo concreto, exponiendo los remedios sin reiterar diagn¨®sticos y pron¨®sticos que todos, aun las gentes m¨¢s sencillas y comunes, conocemos.
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