Solemne y emocionado adi¨®s al presidente Tito
Las sirenas de todo el pa¨ªs sonaron ayer a las 16.15 (hora de Madrid), mezcladas con salvas de artiller¨ªa disparadas en las seis rep¨²blicas, mientras el cad¨¢ver de Josip Broz ,Tito, presidente de Yugoslavia presidente de la Liga de los Comunistas, mariscal y comandante supremo de las Fuerzas Armadas, era depositado en su tumba en el patio deljard¨ªn, rodeado de dalias, cedros y abetos, de la que fuera su residencia en Belgrado. Los principales dirigentes de Oriente y Occidente asistieron a la escena que cierra una ¨¦poca de la historia de este pa¨ªs.Ocho hombres vestidos de negro, los sucesores de Tito, fueron los ¨²ltimos testigos de la bajada del f¨¦retro, ante el que minutos antes el primero de ellos, Lazare Kolisevski, presidente de la presidencia colegiada, prometi¨® p¨²blicamente seguir gobernando Yugoslavia en nombre de Tito; esto es, defender la independencia nacional, la igualdad entre las diferentes nacionalidades, la autogesti¨®n y la pol¨ªtica internacional de no alineamiento respecto a los dos grandes bloques.
?Estamos decididos?, dijo Kolisevski, ?a continuar siendo los due?os soberanos de nuestro destino?. Hasta 1983 este colegio presidencial dirigir¨¢ el pa¨ªs por consenso, y a partir de entonces iniciar¨¢n su tarea de gobierno los nuevos l¨ªderes que no vivieron la guerra de liberaci¨®n nacional contra el ocupante alem¨¢n.
Los sollozos incontenidos de Jovanka, la tercera mujer de Tito, que recorri¨® cuatro kil¨®metros a pie tras el cad¨¢ver del hombre con quien vivi¨® veinticinco a?os, hasta que el presidente la abandon¨®, cerraron la ceremonia. Despu¨¦s, con Le¨®nidas Breznev a la cabeza, desfilaron los representantes de m¨¢s de un centenar de pa¨ªses.
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Yugoslavia se paraliz¨® para presenciar uno de los m¨¢s espectaculares entierros del siglo
Viene de primera p¨¢gina
Desde el presidente chino, Hua Guofeng, hasta la primera ministra india, Indira Gandhi, pasando por los reyes de Suecia, B¨¦lgica y el presidente espa?ol, Adolfo Su¨¢rez, pasaron en silencio ante la sobria l¨¢pida de m¨¢rmol blanco: ?Josip Broz Tito. 1892-1980?. Minutos antes se escucharon los acordes de La Internacional, interpretada por el coro del Ej¨¦rcito.
El pa¨ªs sigui¨® en silencio y pegado a los televisores la ceremonia del entierro, uno de los m¨¢s espectaculares de este siglo. La actividad laboral se paraliz¨® completamente, y ni un solo coche circul¨® por Belgrado durante las tres horas largas que dur¨® el acto.
Cientos de miles de personas ocuparon desde primeras horas de la ma?ana el recorrido del cortejo, cubierto por el Ej¨¦rcito v la milicia, que discurr¨ªa a lo largo de cuatro kil¨®metros, desde el palacio de la Asamblea Nacional, en el centro del viejo Belgrado, hasta el barrio residencial de Dedinje.
En un espacio no superior a mil metros cuadrados se concentraron, desde las once y media, reyes, jefes de Estado y primeros ministros de naciones, a menudo enfrentadas, para asistir al comienzo del entierro. El canciller alem¨¢n federal, Helmut Schmidt, hombro con hombro con su colega de la RDA, Erich Honecker, o el duque de Edimburgo junto a Hua Guofeng. En ning¨²n momento se vio, sin embargo, juntos al presidente de la URSS, Le¨®nidas Breznev, y al vicepresidente de Estados Unidos, Walter Mondale.
Precisi¨®n militar
A las doce en punto del mediod¨ªa, la precisi¨®n militar y la perfecta organizaci¨®n fueron las constantes del acto; son¨® la marcha f¨²nebre dedicada a Lenin en el momento en que ocho generales de las tres Armas sacaron el f¨¦retro de Tito de la Asamblea Federal Veintiuna salvas, de 48 piezas de artiller¨ªa, se mezclaron con la m¨²sica, mientras el batall¨®n de la Guardia Presidencial presentaba armas.
El f¨¦retro fue colocado sobre un peque?o arm¨®n de artiller¨ªa arrastrado por un jeep ligero, de color verde. Oficiales portando las condecoraciones de Tito se situaron delante del veh¨ªculo. Diez metros detr¨¢s del mismo, Jovanka, acompa?ada por los dos hijos de Tito -de sus dos primeros matrimonios-, Zarko y Miza.
Con la comitiva formada, y despu¨¦s de escucharse el himno nacional, el presidente de la Presi dencia del Comit¨¦ Central de la Liga de los Comunistas, Stefan Djoronski, pronunci¨® el primer elogio f¨²nebre -el segundo lo dir¨ªa Kolisevski ante la tumba- Djoronsky record¨® que al fallecido mariscal no le gustaban los dogmas e insisti¨® en que Tito, en 1948, no se someti¨® (no cit¨® a la URSS ni a Stalin) y defendi¨® la soberan¨ªa nacional y la v¨ªa independiente hacia el socialismo. ?Los principios de independencia y no interferencia en los asuntos ajerios?, recalc¨® el dirigente comunista, ?son tambi¨¦n importantes para las relaciones entre los pa¨ªses socialistas y entre los partidos comunistas?.
?Nuestro futuro descansa en permanecer como no alineados; en ser nuestros propios due?os en nuestro pa¨ªs?, concluy¨® afirmando Djoronski. A cien metros de distancia, Breznev escuchaba impasible, de pie. El cortejo inici¨® una marcha muy lenta por la ciudad. Cinco obreros metal¨²rgicos y cinco mineros caminaban junto al arm¨®n, representando al, pueblo trabajador y en recuerdo de que Tito fue, en su juventud, tambi¨¦n metal¨²rgico (cerrajero).
La procesi¨®n iba encabezada por 365 banderas, correspondientes a las unidades de la guerra de liberaci¨®n, a la que segu¨ªan cien h¨¦roes nacionales de aquella ¨¦poca, una unidad combinada de los ej¨¦rcitos de tierra, mar y aire y las coronas ofrecidas a Tito.
Inmediatamente despu¨¦s del f¨¦retro y de la familia, formaban la presidencia colegiada, los dirigentes del partido, representantes de todas las rep¨²blicas, del legislativo, de los tribunales, de los sindicatos, los cabezas de las distintas confesiones religiosas (entre ellas, la cat¨®lica) y, curiosamente, el equipo m¨¦dico que atendi¨® a Tito durante su agon¨ªa de cuatro meses.
Mientras desfilaba por la calle Kneza Milosa y el bulevar de la Revoluci¨®n de Octubre, los jefes de Estado y primeros ministros entraron en el recinto de la Asamblea Federal, donde, sin periodistas, pudieron celebrar reuniones informales para tratar de los asuntos mundiales. Los rumores que circularon sobre un posible contacto entre Gotzadegli, ministro de Asuntos Exteriores iran¨ª, y Mondale, no pudieron ser confirmados.
En nombre de Tito y aplicando fielmente su doctrina, el pa¨ªs inicia una nueva etapa pol¨ªtica. Sin duda alguna, sus sucesores gobernar¨¢n en su nombre durante bastante tiempo. Es pronto a¨²n para que los pol¨ªticos se atrevan a hablar por s¨ª mismos. Cualquier ambici¨®n prematuramente expresada ser¨ªa suicida. Ninguno de los sucesores tiene una base de poder propia. Habr¨¢ que esperar meses, o quiz¨¢ a?os, para ver si funciona el sistema de direcci¨®n colegiada, y si ¨¦ste es capaz de mantener inc¨®lumes la unidad nacional y la independencia de Yugoslavia.
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