Toros para la UVI
?Esta corrida se deb¨ªa haber lidiado en La Paz?, dijo El Lupas, desde su localidad-atalaya del tendido siete. Se refer¨ªa, claro est¨¢, a que los toros necesitaban ¨¢rnica, y pensamos que su sitio era, efectivamente, la UVI. O quiz¨¢ necesitaban un lavado de est¨®mago. Porque otras airadas voces proclamaban una denuncia inquietante: droga. Qui¨¦n sabe. Tanto toro inv¨¢lido da qu¨¦ pensar. Ni uno se salvaba. Que los de M¨¦ndez aparezcan as¨ª, pues bueno; siempre fueron bocaditos apetecidos por las figuras, y en estas circunstancias ya se sabe. Pero que tambi¨¦n se caigan los Garc¨ªa Romero suscita acongojantes suposiciones?Record¨¢is los Garc¨ªa Romero de a?os atr¨¢s? Nada m¨¢s aparecer por el chiquero blasfemaban dos veces; luego iban a tablas y, ?aca ?aca, se las com¨ªan. Despu¨¦s se quer¨ªan comer a los toreros. Ni un Garc¨ªa Romero rodaba por la arena; rodaban los coletudos, del susto. Mas ayer, como si fueran la gelatina esa que sueltan en la feria de Sevilla y otras ferias de tron¨ªo, les temblaba la anatom¨ªa.
Plaza de Las Ventas
Tercera corrida de feria. Tres primeros toros de Antonio M¨¦ndez, encastados, inv¨¢lidos. Tres restantes de Garc¨ªa Romero (el quinto, sobrero), peligrosos y tambi¨¦n inv¨¢lidos. Antonio Jos¨¦ Gal¨¢n: bajonazo descarado (protestas). Dos pinchazos, estocada baja y rueda de peones (protestas). Galloso: dos pinchazos, bajonazo, rueda, aviso y cae el toro (silencio). Pinchazo y estocada corta (silencio). Tom¨¢s Campuzano: estocada contraria (ovaci¨®n y saludos, con algunas protestas). Estocada, rueda y dos descabellos (aplausos).
?Victorino, Victorino, que se te ve el plumero?, fue otra voz. La tarde era de voces, entre bostezo y bostezo. A Victorino lo tiene contratado el empresario para que elija los toros, y de pas¨® carga con la responsabilidad del controvertido tema. Es a la vez comprador y pararrayos. Lo que trajo de M¨¦ndez tenia presencia y posiblemente no invalidez, que adquiri¨® despu¨¦s, cuando los torazos ya estaban en los corrales de la plaza. Otro tanto ocurri¨® acaso con los productos de Garc¨ªa Romero, que es en Las Ventas la ganader¨ªa-retal, designada para remendar todas las corridas y todas las novilladas.
Ante estos exta?os aconteceres, la autoridad, que est¨¢ dispuesta a vigilar con celo todo pormenor reglamentario en defensa de los aficionados, no estar¨ªa de m¨¢s que ordenara el reconocimiento pos mortem de las v¨ªsceras de las reses, para que la ciencia descubra y dictamine a qu¨¦ se deben las invalideces y arbitrar los remedios oportunos. La feria no ha hecho m¨¢s que empezar, por a?adidura con una magn¨ªfica respuesta por parte del p¨²blico, y es una pena que los imponderables, o siniestras manos negras, se la est¨¦n cargando. Lo de ayer no debe repetirse nunca en Madrid, y menos a plaza llena. Ahora bien, si la intenci¨®n es cargarse la clientela y la Fiesta misma, no hemos dicho nada.
Las flojedades hicieron deslucidos a los M¨¦ndez, y cada espada dio a la situaci¨®n la respuesta que le dictaba su peculiar sentido de la tauromaquia; es decir, que se pusieron a pegar pases como un solo hombre. Es lo que se lleva. Los de Gal¨¢n eran deslavazados, aburridos y cuantiosos los de Galloso, y valientes (adem¨¢s de piquistas) los de Campuzano, el cual tuvo un golpe de inspiraci¨®n y concluy¨® la faena con manoletinas mirando al tendido, para alboroto de la solanera por la puerta del tremendismo pretendi¨® colar un ¨¦xito.
Con los de Garc¨ªa Romero ya era otro cantar, pues quer¨ªan coger, sin m¨¢s miramientos. Gal¨¢n y Galloso sortearon como pudieron los derrotes al bulto, mientras Campuzano, con aut¨¦ntica verg¨¹enza torera, se jug¨® el f¨ªsico en varias series de derechazos y natural es, que no acabaron en cogida, sencillamente porque los reflejos del diestro superaban a las fuerzas que ten¨ªa el animal para atraparle. Con esto se acab¨® el espect¨¢culo y acabar¨¢ la fiesta si alguien no pone remedio. El p¨²blico casi llen¨® la plaza y a los pocos minutos de llegar ya se quer¨ªa ir, porque hab¨ªa ido a los toros y se encontr¨® en la antesala de la UVI.
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