Ruiz Miguel el grande y el toreo total
Con Ruiz Miguel y los Victorino ha llegado no s¨®lo la mejor corrida de la feria, sino el toreo total. Corrida cumbre la de ayer, memorable, complet¨ªsima, sencillamente porque hubo toros, toros de casta, toros fuertes y astifinos, y frente a ellos -cada cual con las limitaciones que pudiera tener-, toreros de una pieza.Cuando Ruiz Miguel sal¨ªa a hombros por la puerta grande, entre aclamaciones, ten¨ªamos la sensaci¨®n de que la corrida acababa de empezar. Nos hab¨ªa sabido a poco. Y, sin embargo, no podr¨ªa decirse que hab¨ªamos visto faenas de muleta antol¨®gicas. Lo que ocurri¨®, en cambio, fue mucho mejor: que en cuanto apareci¨® el primer toro por el chiquero, la lidia prendi¨® nuestra atenci¨®n y la mantuvo en tensi¨®n hasta que rod¨® el ¨²ltimo de la tarde.
Plaza de Las Ventas
Decimos¨¦ptima de feria. Toros de Victorino Mart¨ªn, magn¨ªficos de tipo y comamenta; fuertes, emocionantes, encastados, mansurrones; el segundo, premiado con vuelta al ruedo. Ruiz Miguel: bajonazo (oreja). Pinchazo y estocada (dos orejas, dos clamorosas vueltas al ruedo y gritos de ? iTorero! ?).Antonio Jos¨¦ Gal¨¢n: golletazo, pinchazo y estocada (bronca). Golletazo enhebrado y estocada ca¨ªda (bronca). Tom¨¢s Campuzano: estocada (palmas). Pinchazo, estocada atravesada, aviso con un minuto de retraso y descabello (oreja). Lleno. Ruiz Miguel sali¨® a hombros por la puerta grande.
Lidia, hubo lidia: esta es la noticia. Como hab¨ªa toros, pod¨ªa y deb¨ªa haber lidia. En cada tercio, la emoci¨®n era creciente. Toros encastados, que aunque tuvieran nobles embestidas transmit¨ªan la emoci¨®n consustancial a los de su raza. Cada lance, cada pase, incluso cada par de banderillas conllevaba el peligro de ejecutarlo a un toro verdadero, a un toro de casta, agresivo, fuerte y astifino.
Y con este inter¨¦s y esta emoci¨®n, la suerte de varas, que se hizo, siempre completa, en prueba de bravura de las reses, y a su vez para ahormarlas, porque necesitaban castigo. Toda una feria viendo mimar toros! Nos encontr¨¢bamos al l¨ªmite del temor de que la fiesta brava se hubiera perdido para siempre. Pero los Victorino -presencia, agresividad, fortaleza- nos han reconciliado con ella. Hubo toro que lleg¨® a recibir hasta cinco puyazos, ?y no se cay¨® ninguno!
Esta es la fiesta aut¨¦ntica, la fiesta ¨²nica que llevamos pidiendo durante a?os, contra el derrotismo entre salvaje y est¨²pido de todo el taurinismo que ha querido convertir -ha convertido- este espect¨¢culo singular, el m¨¢s bello y completo del mundo para muchos, en un suceso lamentable, aburrido e injusto, donde los tunantes suplen a los valientes, los mediocres a los artistas, y todo converge en el supremo fin de que unos pocos se lleven el dinero de todos.
Y no es que coincidieran ayer los m¨¢s quintaesenciados hitos de la fiesta, porque, por ejemplo, los Victorino no salieron bravos; el premiado con vuelta al ruedo no merec¨ªa tanto; hubo mansos declarados, y entre los diestros, algu no se preocup¨® de aliviarse, en lugar de torear, caso Gal¨¢n, y el otro se llev¨® una orejita que le pus
en la mano el signo triunfal de la tarde m¨¢s que su propio arte muletero, caso Campuzano. Fue a¨²n m¨¢s extraordinario que todo eso: fue que el espect¨¢culo de la lidia se produc¨ªa tal cual era siempre antes de que el taurinismo hortera mandara aqu¨ª, y se demostr¨® que arrebata igual que el primer d¨ªa en que el toreo se configur¨® como fiesta.
Pero la tarde nos ten¨ªa reservada una p¨¢gina gloriosa para la historia de la tauromaquia. La tarde nos ten¨ªa reservado a un Ruiz Miguel en el mejor momento de su vida, lidiador y valiente, en vena de aciertos para poner los toros en suerte, para los quites, para mandar en la plaza, para cuajar faenas asombrosas, de las cuales la segunda fue de ¨¦poca.
Al primero, que se revolv¨ªa con enorme codicia, lo mulete¨® con mucho mando y pas¨¢ndose los pi tones muy cerca, y le cort¨® una oreja, a pesar de que mat¨® de un bajonazo. Al cuarto... Era un toro precioso el cuarto, c¨¢rdeno claro, mas manso . y reserv¨®n, deslucido, incluso de cuidado, que escond¨ªa la cara entre las manos. Se fue a bus carlo a los medios y, tras unos pases de tanteo, lo cit¨® con la derecha. La muleta adelante y abajo, tir¨® del toro, se lo pas¨® por la faja con tem ple impecable, mand¨® en el viaje hasta colocar al Victorino en el sitio exacto para el siguiente muletazo Al primer pase -un ol¨¦ profundo brutal- puso la plaza en pie; al segundo, las gargantas enronquec¨ªan gritando: ? ?Torero, toreo!?, al tercero, la petici¨®n de oreja era clamorosa. El de pecho, tres redondos m¨¢s y desplante rodilla en tierra. La faena estaba hecha, el triunfo, consumado. No llevaba la espada, y esa fue, como tantas otras veces, su equivocaci¨®n. Acababa de pedir la muerte del toro, ya absolutamente dominado,- la ped¨ªa el p¨²blico, la ped¨ªa la l¨®gica. Recordamos esas faenas de los mil pases al borrego, el martirio de las figur, tas que aturden con cantidad lo que son incapaces de ofrecer en calidad. Torear no es dar pases. Torear puede ser -fue ayer- media docena de muletazos, ¨ªnstrumentados a ley a un toro dif¨ªcil. Con media docena de muletazos, Ruiz Miguel el grande, torero de ¨¦poca, alcanz¨® un ¨¦xito memorable.
??Torero, torero!?, era el grito. Llor¨® el diestro, se nos hac¨ªa un nudo en la garganta. En la corrida se hab¨ªan producido altibajos: dos grandes pares de Manolo Ortiz, violencias y precauciones de Gal¨¢n con dos toros violentos, voluntarioso Campuzano con uno de media arrancada y otro pastue?o. Bueno, es irrelevante que no se alcanzara la perfecci¨®n. Hab¨ªan triunfado el toro de casta, la lidia, un torero excepcional. El triunfo clamoroso de Ruiz Miguel era el triunfo de la fiesta misma.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.