Violeta la Burra
Va de petenera desvencijada o de violetera contracultural, entre los metales nocturnos, bajo ese sol de los muertos que es la luna. Va de melenita negra, barba con granos, blusa de flores y sandalias ambiguas, en la ma?ana laboral y contractual. Violeta la Burra, artista fina del g¨¦nero espa?ol se llama Pedro, tiene 43 a?os y es de un pueblo de Sevilla.-Que mi mare des¨ªa que quiero un var¨®n, que quiero un var¨®n, cuando iba a nac¨¦ yo, aversimentiendes, que quiero un var¨®n, que quiero un var¨®n, la pobresita, y nas¨ª yo.
Andaluc¨ªa, esa inmensa Andaluc¨ªa atroz, que no crece, que no la dejan crecer por el 143 ni por el 151, ha dado siempre y da el pueblo m¨¢s original y oriental/ occidental de Espa?a, un pueblo que dos veces por siglo entra a saco en las tierras del se?orito, hasta morir litografiado de sangre entre los trigos, un pueblo que, individualmente, se salva y desclasa en la espiral del torero, el ?torbellino de colores? de Lola, que le dijo Pem¨¢n, o la noche oscura del alma y la garganta de Manolo Caracol. El andaluz que no quiere morir de pie la muerte del paro, antes se hac¨ªa torero, cantaor o folkl¨®rica: ahora se hace travesti.
-Ya t¨² ves, miarma; yo, de muj¨¦, nada, miarma, pero me ha ido muy bien en el arte, ya ves c¨®mo me arreglo, lo guapa que me pongo, todo los d¨ªas compro frores nuevas, miarma, para la cabesa, y aqu¨ª, en la grande siudade, hay porveni y comprensi¨®n para nozotro loartizta.
Hemos ido juntos a un sitio oficial y ha sido un cante cuando el conserje nos ha pedido el carn¨¦ de identidad, y Violeta, tan hembra, ha sacado su carn¨¦ viril¨ªsimo: el conserje miraba el carn¨¦ y la miraba a ella/¨¦l y volv¨ªa a lo mismo:
-Pero ¨¦ste ser¨¢ el carn¨¦ de su marido.
-Que es er m¨ªo, se?¨®, que soy artizta.
Andaluc¨ªa, siempre machiembrada, entre el 143 y el 151, entre el lujo metaf¨®rico de G¨®ngora y la miseria y el tracoma de los ni?os almerienses, Andaluc¨ªa es Violeta la Burra. Andaluc¨ªa, de la que los oligarcas madrile?os s¨®lo toman un torero, una Tirana, una Lola, un Caracol, como flor exquisita de percal popular. Andaluc¨ªa, que ha sido planchada en un disco, decorada con lunares de p¨®lvora en la bata de cola que es su d¨ªa inmenso y general. Andaluc¨ªa, donde hoy arden cosechas como en la Rep¨²blica -?ahora vais a comer Rep¨²blica?-, por no dar trabajo ni pagar mano de obra, seg¨²n dicen que dicen que me han dicho. Andaluc¨ªa, asesinada en Lorca, renaciente en Felipe, trocada y trucada en Violeta la Burra para no ser mujer ni hombre, perder su identidad entre dos p¨¢rrafos constitucionales que no entiende, como la ha perdido Violeta, que antes era la Dulce y ahora es la Burra y se come las flores. Andaluc¨ªa.
-Le pe¨® fue, miarma, cuando de chiquitiyo le dije yo a mi mare de que si pod¨ªa depilarme un poco las cejas. ?Pero s¨®lo unos pelitos?, me des¨ªa la pobre. Ah¨ª empes¨® t¨® y aqu¨ª me ti¨¦s triunfando.
Hace en su show una Violetera, con nabos y butifarras, que viene a destruir uno de los totems infraculturales del sentimentalismo nacional, una Violetera desgarrada y macho, que nos despoja para siempre de la querencia familiar y kitsch de Raquel Meller. Es una agresi¨®n a la burgues¨ªa que silba de o¨ªdo el tiempo pasado, porque todo tiempo pasado fue mejor, cuando la verdad es que en todo tiempo se han fusilado andaluces, quemado cosechas, criado ni?os a los que el tracoma hace sagrados.
-Y t¨² que ere tan importante, un se?¨® tan importante, un ezcrit¨®, yo no te le¨ªdo n¨¢, pero lo z¨¦. Ay, Di¨® m¨ªo, y el Gran Pod¨¦, que nunca morvida.
Religiosa y supersticiosa, la Andaluc¨ªa amarga del Amargo, tan bien escrita por Barrios, y por Grosso, y por Halc¨®n. Tras la complacencia se?oril de Valera, Rivas y Alarc¨®n. Andaluc¨ªa es Violeta la Burra, mitad burra de carga, mitad violeta de Juan Ram¨®n, que pierde su identidad en un travesti o se suicida de amor como Belmonte. Pero se recupera, eterna, en cuanto Alberti recita o Alfonso Guerra pega cuatro gritos.
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