Borges
Enso?ante, parpadeante en lo negro, transmutante, ciego del cup¨®n del Nobel, que nunca le toca, Borges con Juan Carlos, Borges en la tele, Borges la otra noche, en el Meli¨¢, cena a Soler Serrano; Borges elegante, dandy de la esquina rosada, con un bast¨®n de bolas -?es chino, es chino?-, mirando adonde no es, hablando con la esfinge del estar en otra parte. Pero acaban de cont¨¢rmelo los argentinos:-Recibe cientos de cartas de todo el pa¨ªs, record¨¢ndole, comunic¨¢ndole que cientos de personas, mucha gente famosa, desaparecen, mueren, son encarcelados, mientras ¨¦l se obstina en laberintos y espejos.
En la cena saludo a Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n, que ha venido a Madrid para dar una conferencia nada menos que sobre ?el escritor comprometido?:
-Parece un tema de los a?os cincuenta -le digo.
Porque entonces d¨¢bamos conferencias sobre el escritor comprometido y hoy, sencillamente, nos comprometemos. Manolo sabe bien lo que le digo y c¨®mo nos entendemos de vuelta o de ida. A los postres, cuando hablaba Borges Manolo, ni?o autista y herm¨¦tico: dijo alguna palabra m¨¢s alta que otra sobre la vieja acu?aci¨®n porte?a y conservadora. Me extra?a en ¨¦l. Hemos asistido juntos a mayores alucines y ha permanecido como muy contenido, siempre, en su per¨ªmetro incontenible. La gomados la pone luego en un art¨ªculo con mucha cocina catalana como camouflage. Quiz¨¢ es que lo de Borges va siendo un demasi¨¦ y el ni?o autista salt¨®. Le llamo ni?o autista porque me lo llama ¨¦l a m¨ª en un reciente art¨ªculo, identific¨¢ndose con mi autismo, que generaliza acertadamente a todo escritor. Incluso Borges es un ni?o autista, Manolo, lo que pasa es que con el autismo, como con la timidez, hay que hacer algo m¨¢s que laberintos, tigres, escaleras y espejos. El tiempo del escritor de espejo est¨¢ pasando -ya dura demasiado-, como pas¨® el tiempo del escritor de hoz y cuchillo.
Rosa Pereda, tan avizor, ha podido recoger las primeras declaraciones progresistas, digamos, de Borges, en este peri¨®dico. En su casa de Baires est¨¢n las cartas de luto, adunadas, que le hacen abrir los ojos en la sombra, quitarse las gafas negras que no lleva, acariciar con mano egregia el perro de ciego que no tiene y hablar ya de otra forma:
-Hay desapariciones en mi pa¨ªs. Eso no puede ser.
Lo que pasa es que Borges vive presidido por el tigre imperial y sim¨¦trico de Kipling, y los dem¨¢s vivimos presididos por el gato madrile?o de solar. Borges, su genialidad, ha sido coartada impecable para dos o tres generaciones de escritores que, sin ser cristaleros sublimes de la espejer¨ªa literaria, como ¨¦l, se lo han hecho de ciegos para el crimen del mundo. Un progre dir¨ªa, directamente, que Borges ha sido utilizado. Su elitismo indiferente, de t¨¦ y palimpsesto, que ahora miro de cerca queda, naturalmente, nocivo en los borgianos sin talento, porque, como dec¨ªa Ortega y me recuerda su hijo Pepe en esta cena:
-Un tonto acaba siempre siendo una mala persona.
Jos¨¦ Miguel Naveros, viejo poeta almeriense, me escribe denunciando con letra insegura ?el caciquismo de Su¨¢rez en Almer¨ªa?. Borges dice a todo el que le habla de literatura espa?ola actual:
-Qu¨¦ bueno Qui?ones.
Claro que es bueno Qui?ones, e incluso Qui?onero, pero eso es el comod¨ªn de quien no quiere enterarse de nada, como su comod¨ªn, para la Espa?a del 98, el 27, Ortega y Ram¨®n, era Cansinos-Ass¨¦ns: la negaci¨®n del todo mediante la afirmaci¨®n del uno. Miro en Borges esta noche, de cerca, la met¨¢fora viva del escritor/ espejo, exento. Pero c¨®mo asoma el ciego/p¨ªcaro espa?ol que es por sobre el dandy ingl¨¦s que no es. S¨®lo ¨¦l tiene derecho a sus laberintos y espejos. S¨®lo ¨¦l tiene derecho a su talento. El resto mejor har¨ªamos en ponernos a trabajar y contar lo que pasa. Y lo que mata.
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