Francia obliga a Espa?a a replantear su pol¨ªtica ante la CEE
Las negociaciones para la adhesi¨®n de Espa?a a las Comunidades Europeas deber¨ªan ser aplazadas por parte espa?ola, si el Consejo de Ministros de la CEE confirma la decisi¨®n de Francia de que las pol¨ªticas agr¨ªcola y financiera comunitarias sean profundamente reestructuradas antes del ingreso de Espa?a y excluidas de la negociaci¨®n durante el per¨ªodo reformista.Esta grave decisi¨®n, que corresponder¨ªa al Gobierno espa?ol, y que tendr¨ªa que estar precedida de un serio debate parlamentario, podr¨ªa ser el resultado de un serio an¨¢lisis de la nueva situaci¨®n creada por Francia y de toda una serie de consultas que Espa?a debe iniciar, al m¨¢s alto nivel, con los nueve pa¨ªses firmantes del Tratado de Roma. No se trata, desde luego, de renunciar a la opci¨®n europea ni de buscar un rumbo alternativo que, por otra parte, no existe. En este grave momento, lo que urge es que el Gobierno se replantee el tema comunitario y ordene, por primera vez, una pol¨ªtica realista que contemple las perspectivas espa?ola y comunitaria de un problema que los triunfalismos y las ma?as oficiales ya no pueden ocultar a la opini¨®n p¨²blica espa?ola.
El primer ministro de Francia, Raymond Barre, ha explicado con la mayor claridad la posici¨®n de su pa¨ªs ante el ingreso de Espa?a en la CEE, en su paso fugaz por Madrid. Barre fue tajante en su conversaci¨®n privada con el presidente Su¨¢rez y en sus doctorales declaraciones a los periodistas espa?oles, aunque en la audiencia que le concedi¨® el Monarca adorn¨® el veto franc¨¦s de suaves calificativos, que horas m¨¢s tarde se tornar¨ªan en duras palabras durante la sesi¨®n plenaria hispano-francesa del pasado jueves. En ella, por si quedara alguna duda, los galos interrumpieron la disertaci¨®n del ministro Calvo Sotelo para decirle: no insista, nuestra posici¨®n no admite f¨®rmulas de negociaci¨®n de ning¨²n tipo sobre los temas agr¨ªcola y financiero. El ministro espa?ol de relaciones con la CEE, que no hace muchos d¨ªas presum¨ªa en la televisi¨®n de que el Gobierno hab¨ªa conseguido ?parar el golpe? de Giscard en la cumbre europea de Venecia se vio, ¨¦l mismo, frenado y enfrentado a la cruda realidad cuando ?ntentaba conseguir de Francia una f¨®rmula para presentar, ante la opini¨®n p¨²blica espa?ola, el bloqueo negociador agr¨ªcola como una simple traba t¨¦cnica con soluci¨®n de continuidad.
Posiciones muy claras
Las posiciones est¨¢n ahora m¨¢s que claras. Y su evidencia, si la confirma el Consejo de Ministros de la Comunidad, donde Francia tiene derecho al veto, no permite imaginar a los funcionarios y diplom¨¢ticos espa?oles viajando a Bruselas todas las semanas a ver qu¨¦ se puede negociar. A tratar, como dijo Barre a los informadores, ?durante d¨ªas y noches? -le falt¨® decir a?os- temas como la uni¨®n aduanera, las pol¨ªticas industrial y sider¨²rgica y la homologaci¨®n fiscal. En suma, s¨®lo aquellos cap¨ªtulos de la negociaci¨®n que interesan a Francia y, en general, a las naciones comunitarias, que s¨®lo desean de Espa?a sus aranceles industriales y, a ser posible, sin contrapartidas de ning¨²n tipo. El equilibrio regional, la agricultura, la libre circulaci¨®n de nuestros trabajadores y, sobre todo, el hecho pol¨ªtico de incrustar a la joven democracia espa?ola en el cintur¨®n del Tratado de Roma, son temas que nada interesan a Par¨ªs y Posiblemente a otras capitales (Barre insisti¨® en que ?Francia no est¨¢ tan sola como algunos quieren hacerlo creer?).
Si son estas las condiciones, la negociaci¨®n ser¨ªa t¨¦cnicamente casi inviable. Por ejemplo, ?c¨®mo podr¨¢n establecerse los Per¨ªodos transitorios industriales sin la compensaci¨®n y referencia a los agr¨ªcolas? La lista de obst¨¢culos puede ser excesivamente larga y lo suficientemente complicada como para confundir el fondo pol¨ªtico de este debate que se reduce al hecho de que Francia, como ya lo hizo De Gaulle con Gran Breta?a en dos ocasiones, desea retrasar la incorporaci¨®n de Espa?a a la CEE. Las explicaciones esgrimidas por Par¨ªs en ambos casos estaban y est¨¢n impregnadas de una ?generosidad? y de una ?vocaci¨®n europe¨ªsta? m¨¢s que sospechosas. Adem¨¢s, curiosa resulta la contradicci¨®n de los argumentos expuestos en cada paso. El 14 de enero de 1963, el general De Gaulle anunci¨® su veto a Gran Breta?a -que luego reiter¨® en 1967-, afirmando en una conferencia de prensa: ?Es posible que, un d¨ªa, Inglaterra se autotransforme lo suficiente corno para poder integrarse en la Comunidad Europea...? Giscard, a la Espa?a democr¨¢tica nos ha dicho lo mismo, pero del rev¨¦s: debemos solucionar antes los Problemas de la Comunidad para que luego pueda entrar Espa?a.
Resulta tristemente divertido el ver c¨®mo Par¨ªs, en este segundo y original veto a Espa?a, intenta introducir a Gran Breta?a en la reyerta. Para Francia hay que reformar con urgencia las pol¨ªticas agr¨ªcola y financiera por culpa de la decisi¨®n brit¨¢nica de exigir una reducci¨®n de sus aportaciones al Presupuesto comunitario. Ello -seg¨²n Par¨ªs- pone en peligro el equilibrio tradicional del reparto de cargas en el seno de la Comunidad y la propia pol¨ªtica agr¨ªcola com¨²n, coraz¨®n y motor del gran compromiso europeo. Para Francia, si de aqu¨ª a 1982 -fecha en la que caduca el compromiso financiero interino establecido con Londres- la CEE no hizo las mencionadas reformas, la propia Comunidad estar¨¢ en peligro y a punto de convertirse en una especie de OCDE de los a?os cincuenta, como lo afirm¨® Raymond Barre, en Treveris, hace pocos d¨ªas.
En realidad, la Comunidad se ha enfrentado ya muchas veces a Problemas mayores que los citados por Francia para provocar el frenazo a Espa?a. Y no es precisamente ¨¦ste el pa¨ªs apropiado Para erigirse en capit¨¢n del europe¨ªsmo integrador. Quiz¨¢ valga la pena recordar ahora que fue Francia, en 1965, la naci¨®n que abandon¨® su sill¨®n en el Consejo de Ministros de la CEE para Conseguir introducir con el chantaje sus tesis en la pol¨ªtica agr¨ªcola. Aquel s¨ª que fue un momento de seria crisis para el proceso de construcci¨®n pol¨ªtica europea.
Falta voluntad pol¨ªtica
Que nadie se llame a enga?o; en Par¨ªs lo que falta es la voluntad Pol¨ªtica de que la joven democracia espa?ola se incorpore de inmediato a los trabajos europeos como miembro de pleno derecho. Problemas los hay, como tambi¨¦n existen soluciones e imaginaci¨®n suficiente en los pol¨ªticos comunitarios como para descubrirlas. Falta voluntad pol¨ªtica en Francia y puede que ello se extienda a otras naciones como Alemania Federal, cuyo embajador en Madrid afirma, en los despachos oficiales, que Bonn no cambi¨® su posici¨®n favorable a Espa?a, mientras el canciller Schmidt insin¨²a en sus palabras una aproximaci¨®n a, las tesis francesas y no da frente ni se opone, en p¨²blico, y de manera tajante, a las pretensiones de su amigo y compa?ero del pretendido eje europeo, el presidente Giscard.
Francia no quiere perder la hegemon¨ªa
Este ¨²ltimo es el tema de fondo. Francia no quiere perder la hegemon¨ªa que comparte hoy con Alemania en el seno de una Comunidad a doce, y desean, ante todo, asegurarse los mecanismos de control suficientes en una Europa en la que, desde luego, Gran Breta?a no hace otra cosa que echar arena a sus engranajes desde que ingres¨®, en 1973. Estas son las ¨²ltimas razones -electoralismo aparte- de la actitud francesa hacia Espa?a. Y de ah¨ª la indignaci¨®n de Barre cuando se le recuerda que otros pa¨ªses de la CEE han demostrado su voluntad pol¨ªtica incondicional a favor del ingreso de Espa?a. El primer ministro de Francia puede calificar, como lo hizo, de ?aventureros? a estos Estados, cuya ¨²ltima posici¨®n debe ahora investigar Espa?a. Pero Barre lo que no puede hacer es enga?arnos y, a la vez, poner el veto y pedir comprensi¨®n a un pa¨ªs que, como Espa?a, se debate con coraje en pos de su consolidaci¨®n democr¨¢tica y europea.
En definitiva, las cosas est¨¢n as¨ª de mal. Se impone el realismo, y si ¨¦ste coincide con las tesis de Francia, Espa?a, sin retirar su candidatura al ingreso en la CEE, sin renunciar a la opci¨®n europea, debe aplazar la negociaci¨®n hasta que el camino quede expedito y cuente con el apoyo incondicional de los nueve. As¨ª lo hizo Gran Breta?a cuando De Gaulle dijo no. Es cierto que Londres no hab¨ªa empezado a negociar, pero, aunque las circunstancias sean distintas, ahora los resultados son similares. Y no hay por qu¨¦ excitarse, ni insultar al contrario, ni temer las iras ni la decepci¨®n de nadie. Lo que s¨ª hay que hacer es actuar con rapidez y frialdad. Sin comunicados dur¨ªsimos de cara a la galer¨ªa, guardando la compostura, reconociendo que Francia est¨¢ en su derecho y que Espa?a debe ejercer los suyos.
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