Triunfal encuentro entre Juan Pablo II y el arzobispo Helder C¨¢mara en Recife
Helder C¨¢mara, el arzobispo de Recife cuya lucha contra la dictadura brasile?a y liderazgo de la ?Iglesia de los pobres? en Latinoam¨¦rica es mundialmente conocida, ya puede morir en paz. En la tarde del lunes Juan Pablo II le abraz¨® y le bes¨® ante dos millones de campesinos pobres que prepararon al Papa el mayor triunfo de este viaje.
Entre gritos de ?Rey, rey, rey, Helder es nuestro rey?, el arzobispo mil veces amenazado de muerte y eterno candidato al Premio Nobel de la Paz dirigi¨® la palabra al Papa, aunque no estaba previsto en el protocolo. Con Helder C¨¢mara la Iglesia ten¨ªa una gran deuda: nunca le hizo cardenal. Ahora la deuda est¨¢ pagada.El r¨¦gimen, y sobre todo los militares m¨¢s duros, est¨¢n haciendo todo lo posible para subrayar que lo que el Papa est¨¢ diciendo en Brasil sobre la justicia social y la defensa de los derechos del hombre podr¨ªa pronunciarlo en cualquier otra parte del mundo. As¨ª lo ha afirmado el comandante del primer Ej¨¦rcito, general Marco Nades.
Los observadores m¨¢s progresistas afirman que lo que nadie puede dudar es que los gestos realizados por el Papa son m¨¢s que elocuentes. Hay quien asegura que el r¨¦gimen brasile?o hubiese pagado millones para evitar este abrazo del Papa en p¨²blico a Helder C¨¢mara.
Como en S?o Paulo ante los obreros, tambi¨¦n en Recife, ante los campesinos, Juan Pablo II fue muy tajante. Record¨® que ?la tierra es de todos porque es de Dios?. Volvi¨® a decir, como ya lo hab¨ªa hecho ante los indios .de M¨¦xico, que ?sobre toda propiedad existe una hipoteca social?. Pidi¨® profundas reformas agrarias porque afirm¨®: ?No es admisible que del desarrollo general de una sociedad queden excluidos del verdadero progreso precisamente los hombres y las mujeres que gracias a su trabajo hacen la tierra productiva ?. Pidi¨® que los agricultores no se vean obligados a sentirse ?trabajadores de segunda categor¨ªa?. El entusiasmo de estos campesinos, ya antes de que el Papa empezara s u discurso, el m¨¢s aplaudido de todo el viaje, fue tan grande que oblig¨® al Papa a esperar quince minutos antes de poder empezar porque hab¨ªa estallado el delirio y los vivas al Papa y a Helder C¨¢mara.
El entusiasmo popular ha llegado a contagiar a los obispos. Ayer, en el aeropuerto de Brasilia, muri¨® de infarto Daniel Tavares, obispo de Sete Lagoas, mientras estaba a punto de embarcarse, emocionado, para Fortaleza, donde deb¨ªa encontrarse con el Papa.
Algunos paral¨ªticos que han logrado tocar al Papa, como Mar¨ªa Alice, de 39 a?os, que la subieron hasta el altar del Papa, se ha recuperado. Una sacerdotisa del antiguo rito de los esclavos africanos, el candonble, semejante al macumba de R¨ªo de Janeiro, hizo detener el helic¨®ptero del Papa en Salvador para arrojarse a sus pies, anunci¨¢ndole su conversi¨®n al catolicismo.
Pero los l¨ªderes pol¨ªticos progresistas insisten en que no se puede analizar este viaje con ojos europeos. Ayer, el diario Tribuna de Bah¨ªa escrib¨ªa en su editorial: ?El viaje de Juan Pablo II no dejar¨¢ de tener repercusiones, tanto por la defensa valiente de la justicia social que est¨¢ haciendo por todas partes como por el expl¨ªcito rechazo de todo sistema totalitario. Brasil no podr¨¢ ser igual despu¨¦s del viaje del Papa?.
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