Informaciones sobre Nervacero
TRAS, LA reuni¨®n del comit¨¦ de empresa d¨¦ Nervacero con el vicepresidente econ¨®mico del Gobierno, en la que se sent¨® el elogiable precedente de permitir la presencia de los informadores de Prensa, se ha abierto un plazo de quince d¨ªas para que los trabajadores afectados d¨ªscutan las propuestas y puedan proseguir las negociaciones. El controvertido modo de ser del se?or Abril le ha llevado a la desconcertante decisi¨®n de negociar directamente las condiciones de un ac¨²erdo de empresa, de forma tal que el eventual rechazo de su oferta por los trabajadores no podr¨ªa ser reconducida a un escal¨®n superior para el arbitraje o la conciliaci¨®n. Esa actitud de situar tan alto el list¨®n de la negociaci¨®n desde el primer momento ofrece el doble peligro de plantear una especie de lo toma o lo deja a los trabajadores y de hacer muy dif¨ªcil al Gobierno, por cuestiones que tienen que ver tanto con la autoridad del Estado como con el prestigio de las instituciones, cualquier repliegue o concesi¨®n en el trato.Aunque signifique repetir ideas expuestas s¨®lo hace pocos d¨ªas en estas mismas columnas, parece evidente que la operaci¨®n de salvamento de una empresa mediante ayudas p¨²blicas d¨ªrectas o a trav¨¦s de circuitos privilegiados de cr¨¦dito requiere contrapartidas de los directamen te afectados por la crisis. Conculcar¨ªa los principios de solidaridad entre los trabajadores y entre los diferentes territorios espa?oles que el gasto p¨²blico o el cr¨¦dico oficial se utilizara para consagrar posiciones de privilegio, mantener en pie elefantes muertos o conservar artificialmente la vida de empresas inviables y condenadas a la quiebra perpetua. La sobredimensi¨®n de Nervacero y los costes no competitivos de sus gastos generales sentencian a la empresa, en medio de la grave crisis sider¨²rgica mundial, a un seguro desguace, a menos que la ayuda p¨²blica que solicita no sea agua derramada sobre un cedazo, sino financiaci¨®n recogida por una estructura capaz de aprovecharl¨¢ para devolver rentabilidad a la firma.
La lucha gremialista y corporativista de los trabajadores de Nervacero, comprensible en s¨ª misma como respuesta inmediata de unos hombres y mujeres que ven en peligro su puesto de trabajo y sus ¨ªngresos, est¨¢ siendo, sin embargo, demag¨®gicamente reinterpretada por algunos grupos pol¨ªticos y sindicales. Que la mala gesti¨®n empresarial ha agravado la crisis de Nervacero y que existe una responsabilidad hist¨®rica del r¨¦gimen anterior en los disparates de la acci¨®n concertada son cuestiones que se hallan fuera de discusi¨®n. Pero tampoco caben demasiadas dudas acerca del car¨¢cter general de la crisis sider¨²rgica en el mundo entero, de la falta de competitividad de la industria espa?ola en este terreno por su insuficiente productividad y holgado sobredimensionamiento, y de la especial debilidad de Nervacero dentro de la zozobrante siderurgia de nuestro pa¨ªs. Ciertamente, los salarios de Nervacero, por encima del promedio del sector, no son tanto la causa de un fracaso empresarial como la consecuencia de una gesti¨®n ineficaz para controlar sus costes y para planificar la pyoducci¨®n y las ventas. Pero, en cualquier caso, est¨¢ fuera de discusi¨®n que si los fondos privados para pagar las remuneraciones salariales se han agotado, los fondos p¨²blicos destinados a sustituirlos deben ser concedidos por sus administradores -el Gobierno- en condiciones que garanticen la devoluci¨®n de los pr¨¦stamos privilegiados, que aseguren la viabilidad de la empresa y que adecuen los salarios a la media sectorial. Que los trabajadores de Nervacero libren una batalla defensiva por sus intereses y derechos y que exijan responsabilidades de todo tipo a los gerentes de la empresa es comprensible. Pero que algunos grupos presenten esta lucha como un ejemplo de estrategia de avance resulta especialmente peligroso para la supervivencia de la propia empresa y para el futuro del sector y de otros sectores amenazados en el Pa¨ªs Vasco.
Por lo dem¨¢s, no deja de ser notable que el Gobierno haya inic¨ªado negociaciones de tan alt¨ªsimo nivel con el comit¨¦ de empresa de Nervacero despu¨¦s de la ocupaci¨®n del Parlamento vasco por los trabajadores de esa compa?¨ªa. Seguramente, los trabajadores de Informaciones, que contemplan con estupor c¨®mo se imprime un diario ap¨®crifo de la tarde que lleva ese mismo nombre, pero no atiende a sus lectores, a su l¨ªnea ni a su historia, se habr¨¢n preguntado con cierta melancol¨ªa si el cumplimiento de las leyes y el respeto a las instituciones representativas lleva como necesario castigo que la Administraci¨®n preste o¨ªdos sordos a sus reivindicaciones, y se ¨ªnstitucionalice el esquirotaje social y pol¨ªtico de un empresario y un grupo m¨ªninio de trabajadores.
(Opini¨®n del comit¨¦ de empresa de Nervacero en p¨¢gina 37)
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