El f¨²tbol, una verg¨¹enza ol¨ªmpica
El f¨²tbol espa?ol debe olvidarse para siempre de los Juegos Ol¨ªmpicos. Para hacer el rid¨ªculo es preferible quedarse en casa. La federaci¨®n podr¨¢ presumir de haber enviado a la URSS un equipo que ha finalizado la competici¨®n invicto, pero habr¨¢ que hacer constar para siempre que ha sido incapaz de vencer a Siria y Argelia. El resultado de su actuaci¨®n ha sido vergonzante.
Defend¨ª el pleito de la participaci¨®n porque no me parecieron convincentes los argumentos de la profesionalidad. Sigo creyendo que contra la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana la selecci¨®n luch¨® con esp¨ªritu amateur, que es lo que debe exigirse en este tipo de competiciones, pero estoy convencido de que se mostr¨® con todas las lacras del momento futbol¨ªstico nacional en los dos encuentros decisivos del torneo.Espa?a hizo bien en venir a los juegos porque gan¨® su clasificaci¨®n, pero la federaci¨®n, de ahora en adelante, deber¨¢ exigirse un m¨ªnimo de responsabilidades. La primera de ellas es el acuerdo de no participar jam¨¢s en las fases clasificatorias. De esta forma, se evitar¨¢n los compromisos posterriores. Si la presencia del balompi¨¦ en las Olimpiadas es m¨¢s que dudosa, la espa?ola en concreto es repudiable. No ganar a Siria y Argelia m¨¢s que un rev¨¦s deportivo es una verg¨¹enza. El argumento de que el f¨²tbol de todos los pa¨ªses ha mejorado notablemente no sirve. En Argelia y Siria no hay jugadores suficientes para formar un equipo de la Primera Divisi¨®n espa?ola.Si se ha hecho el rid¨ªculo ha sido, entre otras cosas, por la falta de planificaci¨®n del trabajo. Santamar¨ªa tuvo que hacer una selecci¨®n condicionada a las conveniencias de los clubes, no cont¨® con el tiempo necesario para preparar a sus hombres, y, entre estos, probablemente, no existi¨® la suficiente mentalidad para competir en un torneo de tan singulares caracter¨ªsticas. El f¨²tbol espa?ol da pena, pero hay que comenzar a pensar en que no conviene demasiado exhibir fuera de casa ciertas verg¨¹enzas.
En la n¨®mina de desprop¨®sitos ol¨ªmpicos no est¨¢ s¨®lo el f¨²tbol. Mientras en unos casos se ha exigido austeridad, en otros se han consentido participaciones que a priori se sab¨ªa que iban a resultar lamentables. Estuvo bien. Camacho en saltos. Lleg¨® a competir entre los mejores y a¨²n hay pendiente una reclamaci¨®n de cuatro pa¨ªses que podr¨ªa permitirle repetir el tirabuz¨®n que realiz¨® en malas condiciones ambientales y, por tanto, intentar mejorar el octavo puesto. Pero no se explica la nueva participaci¨®n de Carmen Bel¨¦n N¨²?ez. Quienes lograron el pasaporte para la saltadora son, en definitiva, los responsables del desaguisado.
Por no se sabe qu¨¦ extra?as influencias ha venido un equipo de esgrima cuya clasificaci¨®n ha sido de echarse a llorar. Cuando se niegan inscripciones a deportistas que han superado m¨ªnimas establecidas, porque se sabe que no van a poder llegar a una semifinal, no tiene sentido enviar a un equipo que en la mejor de las circunstancias nunca podr¨ªa colocar a sus hombres entre los veinte mejores.
La Federaci¨®n de Lucha, que preside el inefable se?or Compte, trajo para la gregorromana a San Isidro. El luchador, a la hora de la verdad, renunci¨® a combatir. Arguy¨® que se encontraba m¨¢s seguro en la libre que en la greco, para la que fue inscrito. Gracias a la influencia del presidente de la federaci¨®n pudo cambiar la modalidad, una vez descalificado en su disciplina.
Como cada cuatro a?os, al cabo de una semana de Juegos nos hemos enfrentado al muro de las lamentaciones. Como siempre, los pecados ser¨¢n perdonados. Hay tradici¨®n en ello, y, como es habitual, dentro de poco tiempo todo ser¨¢ olvidado, y de cara a los pr¨®ximos juegos tendremos los mismos planteamientos.
El tiempo de aprender ya pas¨®. No se puede venir a unos Juegos a hacer acto de presencia. Lo importante no es participar. El t¨®pico debe ser desechado de una vez por todas. Acudir a unos Juegos cuesta demasiado dinero. Los despilfarros in¨²tiles deben ser evitados. Espa?a no es una potencia mundial y, por tanto, no debe exigirse a los deportistas m¨¢s que aquello que son capaces de realizar. Pero esa capacidad debe ser sopesada debidamente. Quienes no est¨¦n en condiciones de realizar un digno papel deben quedarse en casa. El Consejo de Deportes, a trav¨¦s de sus federaciones, conserva intactas todas las costumbres de la ex delegaci¨®n nacional. Hemos avanzado bien poco.
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