Tormenta de verano
?Si los hombre definen situaciones como reales, ¨¦stas son reales en sus consecuencias?, afirma el c¨¦lebre teorema de W. I. Thomas. Pues desde el momento que los hombres otorgan un significado subjetivo a una situaci¨®n, su propia conducta ulterior, y muchas de las consecuencias je ese comportamiento, resultar¨¢n determinadas por dicho significado.Cuando el personaje en cuesti¨®n posee un amplio margen de incidencia pol¨ªtica, su sistema de ideas (cualquiera que sea el grado de validez que le reconozcamos) tiene gran importancia colectiva, ya que los efectos de sus creencias recaen sobre la sociedad. Y si, adem¨¢s, sucede que el protagonista est¨¢ convencido de que nuestros problemas econ¨®micos tienen que resolverse exclusivamente en ese campo, prescindiendo de cualquier otro, entonces es imprescindible analizar muy cuidadosamente sus concepciones extraecon¨®micas, para anticipar as¨ª la ¨®ptica que guiar¨¢ sus pr¨®ximos pasos por la funci¨®n p¨²blica, caso que, obvio es decirlo, dicho personaje permanezca en ese menester.
A juicio de algunos analistas, el ministro de Asuntos Econ¨®micos es el hijo espiritual de la pol¨ªtica iniciada por el profesor Fuentes Quintana; para otros observadores, eso es rigurosamente inexacto. Otro rasgo atribuido com¨²nmente a Fernando Abril Martorell es, en cambio, un prejuicio: se lo ve como un liberal, un ac¨¦rrimo partidario de la econom¨ªa marginalista y ferviente admirador de Jacques Rueff, Paul Samuelson y Von Hayek; alguien que s¨®lo en ocasiones l¨ªmite admitir¨ªa apelar a recursos poco ortodoxos con el ¨²nico objeto de restablecer las condiciones de funcionamiento de un mercado libre. Confiamos no se siga incurriendo en tama?o error.
Abril Martorell no es ni ha sido jam¨¢s un ?liberal? en el sentido que se da en Espa?a a este t¨¦rmino. Ni siquiera es un economista ?puro?, sino m¨¢s bien un generalizador repetitivo dentro de las ciencias sociales al que, por circunstancias que ahora no vale analizar, le ha tocado en suerte subrayar el marco socio-pol¨ªtico donde se cuecen los fen¨®menos econ¨®micos. En consecuencia, era l¨®gico que en sus enfoques se hallaran reminiscencias; de algunos economistas con grandes dosis de imaginaci¨®n sociol¨®gica: Max Weber, Joseph Alois, Schumpeter, Thorstein Veblen, James S. Duesenberry, Kenneth Galbraith y otros voceros de la econom¨ªa institucionalista. De Weber pod¨ªa haber tomado Abril Martorell una atenci¨®n preferente hacia las variables socioculturales e ideol¨®gicas; de Shumpeter, su modelo voluntarista de la evoluci¨®n, su disgusto pcr las formaciones neocapitalistas y su ¨¦nfasis en la innovaci¨®n, el riesgo y la competitividad; de Veblen y Duesenberry, el consumo conspicuo y el efecto-demostraci¨®n. Pero quiz¨¢ sea Galbraith el resumen y el transmisor de todo estos planteamientos, su primer mentor para el abordaje de una disciplina en la cual es preciso ponderar extremadamente la profusi¨®n de citas con alusiones al poder coercitivo -lucha, conquista, presi¨®n, etc¨¦tera-. De ?la sociedad opulenta? y del ?nuevo Estado industrial? pod¨ªa haber extra¨ªdo Abril Martorell el coraz¨®n de su instrumental argumentador frente a la oposici¨®n, la razonada cr¨ªtica a la indiscriminada sociedad de consumo, y, lo m¨¢s importante, la convicci¨®n de que cualquier valor humano es superior a todo fin econ¨®mico o productivo. Claro uel para ello, Abril Martorell no podr¨ªa ensam blar la axiolog¨ªa secular de Galbraith con la perspectiva tradicional del pensamiento ultraconservador, ya que el resultado de semejante mezcolanza ser¨ªa extra?o, equ¨ªvoco e indigerible.
Seguramente el error fundamental de Abril Martorell consiste en creer que lo econ¨®mico constituye, un compartimiento aislado en el cual ¨¦l puede operar separadamente del resto de la vida espa?ola. O peor a¨²n, pretender que las decisiones que ¨¦l adopte en el ¨¢rea econ¨®mica hayan de establecer el ordenamiento que corresponda a los dem¨¢s problemas, como si estos debieran considerarse subordinadamente. La verdad, sin embargo, es la opuesta, o sea, que -como ya lo hemos repetido tantas veces- es lo econ¨®mico lo que debe estar supeditado a lo pol¨ªtico. Ahora bien, circunscribir lo pol¨ªtico a las ?formas de vida? o a lo que suele llamarse ?estilo d,e vida?, es soslayar la realidad, ya que lo que aqu¨ª cuestionamos, no es precisamente eso, sino algo de lo cual ahora carecemos. Me refiero, claro est¨¢, a la manera de gobernar.
El ciudadano escucha todos los d¨ªas que la participaci¨®n de nuevos sectores sociales en la vida p¨²blica de las sociedades modernas otorga primordial importancia a los partidos pol¨ªticos, como el medio adecuado para lograr la integraci¨®n ideol¨®gica de los miembros de los distintos equipos que se sustituyan en el poder. Sin embargo, tambi¨¦n se escucha a diario que estamos atravesando una etapa institucional, en la que la vigencia de la clase dirigente no es preponderante y los partidos pol¨ªticos est¨¢n en una eta pa de estructuraci¨®n. Si esto es as¨ª, para asegurar la indispensable comunidad de ideas, aparentemente, no queda otro camino que el de procurar lograrla a trav¨¦s de una cuidadosa selecci¨®n de los principales integrantes del Gobierno. Cabr¨ªa preguntarse, entonces, si el electorado y el pa¨ªs creen que el equipo gobernante actual, en el cual est¨¢ integrado Fernado Abril Martorell, y hasta ¨¦l mismo, son capaces de llevar adelante ellos solos alguna forma de gobierno que nos saque, de una vez, del sombr¨ªo t¨²nel. En nuestra opini¨®n, la respuesta es una: no.
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