Demasiado triunfalismo
Ha terminado la Olimpiada m¨¢s pol¨¦mica de la historia y la m¨¢s exitosa para el deporte espa?ol. Nadie lo esperaba, pero el nivel alcanzado por nuestros deportistas ha sido excelente; las seis medallas y esos puestos de privilegio en toda competici¨®n de alto nivel lo garantizan, aunque hayan faltado dos grandes colosos del deporte, como Estados Unidos y Alemania Occidental. Todo el mundo, todos los dirigentes y, sobre todo, los directivos, est¨¢n content¨ªsimos; el ¨¦xito ha sido rotundo y el recibimiento apote¨®sico. Ahora, d¨ªa tras d¨ªa, se suceder¨¢n multitud de homenajes, de felicitaciones, se contar¨¢n miles de an¨¦cdotas. Los deportistas, desbordados de alegr¨ªa y m¨¢s confusos que nunca, ni siquiera se acuerdan que antes no se les consult¨® sobre su participaci¨®n en Mosc¨², y que por poco se quedan aqu¨ª, pero no importa; a pesar de lo que han pasado en sus duros entrenamientos, a pesar de las arbitrariedades de los directivos, a pesar de esa inseguridad por su porvenir, volver¨ªan a repetir otra vez lo mismo. Una medalla ol¨ªmpica bien lo vale, y aqu¨ª reside el verdadero valor y la esencia de nuestros competidores en su tes¨®n y trabajo, para demostrar una vez m¨¢s que son los aut¨¦nticos protagonistas del deporte, compartiendo este privilegio con los entrenadores.El deporte espa?ol empieza a salir de su oscurantismo y cabalga sobre los lomos escurridizos de los dirigentes y las costillas de los atletas. La alegr¨ªa y el alborozo es compartido por todos; el comentario de los primeros, si se tienen buenos resultados, ser¨¢ el mismo de siempre: ?Mira que casi nadie confiaba en estos chicos?; si, por el contrario, no son buenos, ?todav¨ªa nos queda mucho que aprender?. Va pasando el tiempo y todo se ha serenado, los deportistas se empiezan a inquietar, piden que se les retribuya su esfuerzo, a ser posible con alguna compensaci¨®n econ¨®mica, y los directivos, que tanto se emocionaron cuando se consigui¨® la medalla, se enfurecen. No est¨¢n acostumbrados a escuchar; no obstante, como el chaval es simp¨¢tico y adem¨¢s saben que los ha promocionado, acceden acompa?ando el protocolo de la entrega de premios con gran alarde publicitario, agarrados, a ser posible, del hombro del salvador en parte de su preciado puesto presidencial por alg¨²n a?o m¨¢s, y seguramente comentar¨¢n: ??Qu¨¦ pena de Televisi¨®n Espa?ola; si hubiera dado algo m¨¢s!?. Y, una vez m¨¢s, no acertar¨¢n, porque Televisi¨®n Espa?ola no ha sido una pena, sino una verg¨¹enza que no se puede tolerar, demostrando su total incompetencia. en las espor¨¢dicas y nimias retransmisiones que ha realizado.
Ha llegado la hora de la verdad. Aquellas l¨¢grimas emocionales empa?adas de tanto triunfalismo han quedado atr¨¢s, los atletas comenzar¨¢n de nuevo sus entrenamientos arduos y sordos, sin saber d¨®nde van a parar; sobre todo, los de los deportes individuales, puesto que en los colectivos es distinto. Generalmente est¨¢n los clubes con cierta entidad y por su organizaci¨®n requiere que los deportistas se entrenen para defender sus colores, como pueden ser en baloncesto, balonmano, etc¨¦tera. Adem¨¢s, aqu¨ª las relaciones entre los atletas y los presidentes de federaciones son mucho menos directas que en los deportes individuales, donde estos se?ores ya tienen su tinglado montado, lleno de favoritismos por amistad, atrayendo en su momento los entrenadores y federativos que m¨¢s le convienen, formando de su federaci¨®n un n¨²cleo cerrado lleno de rencillas, de halagos, de subjetividades y hasta de antojos que les sirven para mantenerse en el cargo. S¨ª; aquel triunfalismo de anta?o ya no sirve para nada; los deportistas se encontrar¨¢n con una federaci¨®n sin aut¨¦nticos programas de preparaci¨®n, con un porvenir inseguro. Sin saber a qu¨¦ atenerse, muchos de ellos dejar¨¢n de entrenarse y aqu¨ª est¨¢ la gran lacra de nuestro deporte. A?o tras a?o hay una sangr¨ªa de atletas y a nadie parece importarle. El regocijo por las medallas lo borra todo, el balance ha sido el mejor de siempre; pero la pregunta salta a la vista: ?Cu¨¢ntas medallas se hubieran conseguido si se hubiera evitado el constante abandono de los deportistas? ?Cu¨¢nto dinero menos se hubiera perdido? ?Cu¨¢ntos j¨®venes que lo han puesto todo en el deporte se han ido desencantados sin saber qu¨¦ hacer? Como dato anecd¨®tico se puede citar el caso del atletismo, en el que s¨®lo un atleta de los que estuvieron en Montreal ha repetido Olimpiada.
Antes de vanagloriarnos por los ¨¦xitos, convendr¨ªa reflexionar sobre los desprop¨®sitos. Las estructuras de las federaciones tienen que cambiar, empezando por unos estatutos democr¨¢ticos para la elecci¨®n de presidentes, por unos cuadros t¨¦cnicos que deber¨ªan entrar por oposici¨®n, por una representatividad democr¨¢tica de los deportistas dentro de la federaci¨®n y por un control directo de los presupuestos, no ya porque nadie se los quede, sino porque es posible que est¨¦n mal distribuidos; ese vac¨ªo democr¨¢tico hay que llenarlo. Hay que perder la costumbre de que el presidente, como ser omnipotente, haga y deshaga a su antojo, siembre el desencanto y cincele su federaci¨®n, creando un cuadro variopinto del que resultan vaivenes y desconcierto, como ya se vi¨® con los de halterofilia poco antes de la Olimpiada, con los atletas antes de los Juegos Mediterr¨¢neos, con las famosas promesas incumplidas de la Federaci¨®n de Lucha, etc¨¦tera.
No se puede seguir como hasta ahora perdiendo deportistas, ni tampoco podemos vivir de esas medallas. La soluci¨®n de esto, aparte del cambio radical de las federaciones, la podr¨ªa tener el Comit¨¦ Ol¨ªmpico Espa?ol (COE), encarg¨¢ndose directamente de los atletas de ¨¦lite, pero, parad¨®jicamente, muchos de los miembros de dicho comit¨¦ son presidentes de federaciones, y no ven con buenos ojos que ¨¦ste cuide directamente de sus deportistas, porque eso ir¨ªa en deterioro de su prestigio presidencialista. Resulta extra?o que el COE, que defiende los intereses del olimpismo, aparezca unos d¨ªas antes de cualquier Olimpiada. Ahora m¨¢s que nunca deber¨ªa estar m¨¢s cerca de los atletas.
Las medallas conseguidas han sido fabulosas, pero no nos podemos inflar de triunfalismos; s¨ª, en cambio, conviene democratizar el deporte, para que los competidores se preparen conscientemente y nuestro nivel deportivo suba como la espuma. La fiebre de la medallitis debe ser lo menos importante; ya vendr¨¢ en su d¨ªa.
Para terminar, conviene recordar que en medio de la preparaci¨®n ol¨ªmpica se encuentra el mundial de f¨²tbol, y habr¨¢ que luchar para que ¨¦ste no eclipse a los dem¨¢s deportes. Ser¨ªa una pena.
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