Otro curso escolar
En los ¨²ltimos d¨ªas del curso, las familias se preocupan m¨¢s intensamente por el resultado de los estudios. Es entonces cuando se advierte quiz¨¢ que los libros son deficientes o que los sistemas no son adecuados. No ser¨¢n pocos los padres que se preguntar¨¢n si detr¨¢s de una cierta modernidad en la terminolog¨ªa -se habla de controles, evaluaciones y prueba final de promoci¨®n- no se encuentran realmente los tan temidos y denostados ex¨¢menes memor¨ªsticos, t¨ªpicos de aquella pedagog¨ªa tradicional que ya se cre¨ªa superada. Los padres, que no tienen por qu¨¦ entender demasiado de corrientes pedag¨®gicas, es probable que no se expliquen c¨®mo existe un ¨ªndice tan alto de fracasos escolares -insuficiencias, no recuperaciones, etc¨¦tera- que ponen en cuesti¨®n la eficacia de los sistemas que se vienen siguiendo.Y es este marco, el del nuevo Estatuto de los Centros Escolares -tan discutido como cuestionable- y que, sin embargo, no entra en los aspectos m¨¢s sustantivos del sistema educativo, continuando en gran parte vigente la ley general de Educaci¨®n de 1970, cuyos resultados fueron evaluados por una comisi¨®n oficial, y cuyas conclusiones parec¨ªan aconsejar algunas modificaciones fundamentales en la forma como se est¨¢ practicando la docencia.
Ser¨ªa una cuesti¨®n a dilucidar, hasta qu¨¦ punto el nuevo estatuto deja un margen suficiente para que algunos de los ¨®rganos que en el mismo se establecen o reconocen -singularmente el claustro y el consejo de direcci¨®n- pudieran ir introduciendo una serie de mejoras progresivas en el sistema escolar. No hay duda de que el margen, mayor o menor, que pueda permitir el estatuto, deber¨ªa ser aprovechado para ir avanzando en ese camino, siempre laborioso, del perfeccionamiento de los m¨¦todos educativos. Y pienso que pudiera ser objeto de estudio, en este mismo verano, la forma de enfocar ese aprovechamiento de las posibilidades que puedan existir, quiz¨¢ organizando unas jornadas o coloquios, promovidas o convocadas por una agrupaci¨®n de entidades que tengan inter¨¦s por avanzar en tal direcci¨®n.
Precisamente, en esta l¨ªnea nos pronunciamos en las recientes jornadas convocadas por la Junta de Andaluc¨ªa, y que tuvieron lugar en Sevilla hace escasamente dos meses. All¨ª vimos c¨®mo, no s¨®lo la escuela, sino la educaci¨®n en todas sus dimensiones y aspectos, son procesos en revisi¨®n y en cambio.
En la vertiente de lo pedag¨®gico se confront¨® c¨®mo entre nosotros no se siguen, en suficiente medida, los m¨¦todos activos (Dewey, Decroly, etc¨¦tera) con aquella visi¨®n de ?la escuela como hogar de actividades en comuni¨®n con la colectividad? (Freinet); o bien; aquel otro enfoque de Claparede, seg¨²n el cual: ?La educaci¨®n activa reclama especialmente que los ni?os quieran todo lo que hacen; que hagan, no que les hagan hacer?. As¨ª como tampoco parece que tenga una suficiente aplicaci¨®n la educaci¨®n sensorial, preconizada por Froebel, ni hayan sido muy tomadas en consideraci¨®n las aportaciones de Montessori, para quien ?la inteligencia procede de la acci¨®n?. .
Quiz¨¢ est¨¦n algunas de estas ideas y tendencias en lo que se quiere practicar en el campo de la educaci¨®n; pero, en no pocas ocasiones, parece como si los autores de los libros escolares no se hubiesen dado cuenta del nivel de desarrollo psicol¨®gico de los alumnos que los van a estudiar y manejar, pudiendo quiz¨¢ serles de aplicaci¨®n aquellas afirmaciones de Piaget, al decir que ?se observa confusi¨®n entre los procedimientos activos y los m¨¦todos intuitivos?.
De otro lado, se hace necesario buscar el debido equilibrio entre la formaci¨®n individual y la formaci¨®n social, sin olvidar que es preciso orientarse hacia una educaci¨®n democr¨¢tica, postulada por la Constituci¨®n, pero adaptada no s¨®lo a la sociedad actual, sino tambi¨¦n a la que existir¨¢ en el a?o 2000.
Es por ah¨ª por donde habr¨¢ que caminar, dando toda la importancia debida a la formaci¨®n del profesorado, al nivel universitario adecuado, para que est¨¦n preparados para la investigaci¨®n de nuevos m¨¦todos, para la b¨²squeda de nuevos centros de inter¨¦s de los alumnos y para la aplicaci¨®n de las m¨¢s modernas t¨¦cnicas, siempre con la conveniente ponderaci¨®n.
Los educadores necesitan mucha mayor atenci¨®n que la que se les viene dedicando. Precisan una suficiente formaci¨®n psicol¨®gica -sin perjuicio de intensificar mucho m¨¢s la implantaci¨®n o promoci¨®n de los psic¨®logos escolares- as¨ª como cient¨ªfica en todos los ¨®rdenes, ya que hay que darse cuenta que es m¨¢s dif¨ªcil la ense?anza de ni?os del primer ciclo de EGB que la de otros alumnos de BUP, a los que ya se les puede llevar a una cierta abstracci¨®n, racionalmente aplicada, pero siempre m¨¢s cercana a la forma de razonar del adulto.
Son necesarias, pues, bastantes reformas, tanto de estructuras como de m¨¦todos, que habr¨¢n de ser afrontadas previos los convenientes estudios y ensayos, en los que participen todos los interesados en la educaci¨®n, profesores, padres y alumnos. Pero sin miedo alguno a toda esta participaci¨®n y menos a¨²n a la de los chicos y chicas, a los que hay que saber escuchar porque pueden aportar sugerencias luminosas y ¨²tiles. El temor y el recelo no construyen nada. La confianza, por el contrario, puede abrir no pocos horizontes. Oigamos a los alumnos -y tambi¨¦n, en cuanto hijos, nosotros los padres- y quedaremos sorprendidos de lo que pueden aportar. Ellos son los principales actores de su educaci¨®n.
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