Las revoluciones atraen a los comisionistas del marxismo
Todas las revoluciones de los ¨²ltimos veinte a?os, desde la cubana, han atra¨ªdo a intelectuales, j¨®venes trotamundos y, sobre todo, a h¨¢biles ejecutivos representantes de los diferentes partidos comunistas del este de Europa, que actuaban de comisionistas intermediarios entre las empresas de sus pa¨ªses y los nuevos Estados socialistas. La independencia de las colonias portuguesas dio de nuevo una oportunidad a revolucionarios, progresistas e idealistas de todas las partes del mundo. El enviado especial de EL PAIS los ha encontrado tambi¨¦n en Angola, y en este ¨²ltimo pa¨ªs, un pu?ado de espa?oles, junto con gentes de todos los continentes, apoyan al Frelimo, mientras siguen su b¨²squeda en pos de la revoluci¨®n ideal.
La revoluci¨®n cubana, cuando todav¨ªa era respirable, puso de moda la costumbre de acoger en sus grandes hoteles de lujo o albergar en las miles de casas que iba dejando vac¨ªas la burgues¨ªa a revolucionarios, progresistas y curiosos venidos de todas partes del mundo.Unos quer¨ªan aprender a hacer la revoluci¨®n, otros pretend¨ªan que ya sab¨ªan y ped¨ªan s¨®lo dinero y armas, y los m¨¢s acud¨ªan porque pensaban que era m¨¢s ¨²til trabajar por cambiar al mundo y al hombre, como por aquel entonces proclamaban los cubanos, que por dinero.
Junto a esta pl¨¦yade de j¨®venes aparec¨ªan, de vez en vez con sus trajes grises y maletines de documentos, los viejos zorros de los comit¨¦s centrales y los bur¨®s pol¨ªticos de los partidos comunistas de todo el mundo. Aquellos hombres, sin ilusiones ya de ning¨²n tipo, ven¨ªan a extender por otros cielos el h¨¢bito inaugurado por la URSS de convertir a esos partidos en comisionistas intermediarios entre las grandes empresas de sus pa¨ªses respectivos y el Estado socialista.
Para la URSS, esto ten¨ªa la ventaja no s¨®lo de romper el bloqueo comercial de Occidente, sino de hacer que fuesen las empresas capitalistas de aqu¨¦l quienes financiasen a los partidos comunistas.
Desde la revoluci¨®n cubana hasta hoy no hubo muchas revoluciones m¨¢s. Algunos fueron a la Argelia de Ben Bella, sin mucho ¨¦xito. El triunfo de Allende en Chile atrajo otra gran riada. Despu¨¦s, la experiencia chilena fracas¨®, y esa trashumancia n¨®mada internacionalista qued¨® un tanto descentrada. S¨®lo Gadafi gui?aba el ojo, pero su austeridad y su estilo trascendente y tremendista descorazonaba a los m¨¢s osados.
La independencia de las colonias portuguesas vino a ofrecer una nueva oportunidad a aquellos que se negaban a poner sus talentos al servicio de sus respectivas sociedades capitalistas. Todos aquellos j¨®venes franceses, americanos, ingleses, que se estrenaron en Cuba, cuando Mozambique y Angola se hicieron independientes, ya hab¨ªan echado barriga los hombres, e hijos, las mujeres.
Algunos volvieron a coger su petate y embarcaron para aquellas tierras de promisi¨®n revolucionaria. Pero, sobre todo, nuevas camadas, esta vez de italianos y portugueses, se lanzaron a la aventura africana.
Tambi¨¦n Espa?a
La Angola dura, demag¨®gica, cubanizada por unos cubanos a su vez sovietizados, les har¨ªa desertar r¨¢pidamente a todos, excepto a Augusta Conciglilia, pero eso es otra cosa. Hoy, en Mozambique viven m¨¢s de mil trotamundos de esos inquietos de siempre, que sin haber encontrado en el FRELIMO la revoluci¨®n ideal que buscaban, ya est¨¢n ansiosos de partir para Nicaragua a la caza de esa inasible tierra de promisi¨®n.
Pero lo absolutamente nuevo es que Espa?a, que siempre llega tarde a todo, se ha integrado t¨ªmidamente en ese concierto internacional. En Mozambique trabaja una docena de j¨®venes, casi todos antiguos sacerdotes. La mayor¨ªa son miembros de IEPALA, que es, en realidad, la verdadera Embajada de Espa?a en aquel pa¨ªs. A tal punto, que la embajada oficial quiere convertirse en embajada real oficializando un poco a los verdaderos embajadores.
?Por qu¨¦ no? El aristocrat¨ªsimo embajador italiano no tiene inconveniente en darse un paseo por el muelle de Maputo para estrechar las manos de los chicos de Lotta Continua, Il Manifesto, o de la Region Reggio Calabria, que han fletado un barco de solidaridad para Mozambique.
Todo el mundo tiene prisa por llegar y hacerse un lugar, y nadie puede reparar en detalles. Pero junto a estos j¨®venes revolucionarios, o diplom¨¢ticos biso?os del mundo socialista, los se?orones de los comit¨¦s centrales y bur¨®s pol¨ªticos, mejores conocedores de los mecanismos administrativos de estos pa¨ªses, se disponen a ganarles a todos por la mano.
La gente de Alvaro Cunhal
Don Alvaro Cunhal tiene tan bien introducida a su gente en los ministerios de Maputo que, a decir de un buen conocedor, son los mejores ?antesalistas? de la Rep¨²blica. No existe contrato importante que quiera cerrar Mozambique del cual no est¨¦n informadas a tiempo las grandes empresas portuguesas.
Como las relaciones entre Portugal y Angola van francamente mal, los cunhalistas pierden terreno en Luanda. All¨ª, por fin, aparecieron los hombres de don Santiago (Carrillo) en un intento de ?aggiornamiento?. Bien es verdad que con poca asiduidad, porque en cuanto a comodidad, las izquierdas espa?olas s¨ª que son c¨®modas, y qu¨¦ poco se les ve por el mundo.
No es que se trate de llegar con un siglo de retraso al reparto de Viena, pero si las empresas espa?olas quieren comerciar y exportar, Espa?a tendr¨¢ que enviar por el mundo m¨¦dicos, ingenieros, arquitectos, profesores, izquierdistas, y abrir sus universidades a negros, blancos y mulatos africanos.
Por ahora, entre unos embajadores oficiales que m¨¢s o menos comprensiblemente no est¨¢n casi nunca en sus puestos porque son inc¨®modos y todo est¨¢ por hacer, y una intelligentsia que prefiere el seguro de desempleo a ver mundo y vivir experiencias enriquecedoras, s¨®lo el sector de pesca se extiende por Africa, y eso porque se lo hacen todo solitos los empresarios.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.