Opciones econ¨®micas e investigaci¨®n cient¨ªfico-t¨¦cnica espa?olas
Desde hace veinte a?os, los investigadores espa?oles han denunciado peri¨®dicamente la falta de inter¨¦s por el desarrollo cient¨ªfico-t¨¦cnico existente en nuestra sociedad. El ?abandono? en el que se ha dejado a la investigaci¨®n cient¨ªfica y el desarrollo tecnol¨®gico espa?oles ha encontrado una traducci¨®n presupuestaria, tanto en el sector privado como en el p¨²blico: el gasto anual total en I+D es solamente 0,3% del PIB, frente a m¨¢s del 2% para pa¨ªses desarrollados. El bajo nivel de financiaci¨®n de la investigaci¨®n espa?ola no es una explicaci¨®n ni la ?falta de inter¨¦s? una causa final de nuestro subdesarrollo cient¨ªfico-t¨¦cnico: tienen solamente un car¨¢cter sistem¨¢tico e instrumental en un problema m¨¢s hondo.En efecto, si en esos (al menos) veinte a?os la demanda de los investigadores de que se aumente el gasto p¨²blico en investigaci¨®n y, desarrollo no ha sido atendida, esto se debe, probablemente, a que lo que los investigadores perciben como una carencia representaba sencillamente una opci¨®n para otros sectores sociales. La opci¨®n a que nos referimos es una caracter¨ªstica del reciente crecimiento econ¨®mico espa?ol: un desarrollo industrial fundado en la tecnolog¨ªa importada en lugar de desarrollada de forma aut¨®ctona.
Recordemos que el gasto espa?ol en importaci¨®n de tecnolog¨ªa es dos veces superior al consagrado a la financiaci¨®n total, p¨²blica y privada, de la investigaci¨®n y el desarrollo, mientras que otros pa¨ªses consagran a la I+D un volumen de recursos varias veces superior al gasto en importaci¨®n tecnol¨®gica...
Pero lo esencial del hecho que acabamos de mencionar no estriba en que gastemos ?mucho? en importar tecnolog¨ªa, sino en lo que la mencionada pauta de conducta representa como opci¨®n econ¨®mica. En efecto, si sumamos lo gastado en importaci¨®n tecnol¨®gica y en financiar la investigaci¨®n y el desarrollo propios, llegamos a un volumen total de gasto inferior al 1% del PNB, lo que constituye un porcentaje considerablemente inferior al consagrado en la mayor¨ªa de los pa¨ªses desarrollados en esos dos conceptos.
Esta constataci¨®n revela un hecho importante: el considerable crecimiento de la econom¨ªa espa?ola durante estos pasados veinte a?os se ha efectuado con un gasto total en el factor tecnol¨®gico extremadamente bajo.
Desde el punto de vista de un estrecho y corto an¨¢lisis coste-beneficios, la inversi¨®n de recursos en desarrollar la investigaci¨®n cient¨ªfico-t¨¦cnica. espa?ola constitu¨ªa, por tanto, un costo poco rentable. En efecto, si tomamos como ejemplo y paradigma de la otra alternativa posible al Jap¨®n, pa¨ªs reputado por su gran importancia tecnol¨®gica, vemos que, sin embargo, gasta siete veces m¨¢s en I+D propia que en importaci¨®n tecnol¨®gica. Esto indica que la alternativa consistente en desarrollar una producci¨®n industrial fundada en un mayor uso de la I+D propia es varias veces m¨¢s cara que la pol¨ªtica seguida de apoyarse en la compra de tecnolog¨ªa for¨¢nea.
Modelo de crecimiento r¨¢pido
Contra esta opci¨®n efectiva en nuestro crecimiento econ¨®mico se ha argumentado que constitu¨ªa una pol¨ªtica de corto alcance, poco previsora, que hipoteca nuestro futuro. Pero aunque esta argumentaci¨®n sea cierta, el hecho es que no ha servido para modificar el conjunto de decisiones presupuestarias y organizativas que, a?o tras a?o, han configurado nuestro sistema cient¨ªfico-t¨¦cnico. Los Presupuestos del Estado y los de la empresa privada espa?ola han seguido traduciendo en la parquedad de las cifras consagradas a financiar la investigaci¨®n espa?ola al ?desinter¨¦s? -?tantas veces denunciado!- existente respecto a esa actividad.
A la luz del an¨¢lisis precedente, parece evidente que el ?desinter¨¦s? en cuesti¨®n no es m¨¢s que la consecuencia l¨®gica de haber elegido un modelo de crecimiento r¨¢pido, en el que los beneficios son tanto m¨¢s elevados cuanto se utiliza una tecnolog¨ªa que, a corto plazo, es barata. Por ello, las repetidas denuncias de la situaci¨®n, los m¨¢s serios an¨¢lisis de ¨¦sta, las fundadas demandas de aumentar el gasto p¨²blico en I+D, han encontrado la callada por respuesta. El ?que investiguen ellos? tiene, si no razones, al menos motivos econ¨®micos de peso.
Hemos visto por qu¨¦ el argumento que para justificar un aumento del gasto en I+D se apoyaba en lo oneroso de la importaci¨®n de tecnolog¨ªa no surt¨ªa efecto: porque, por mucho que se haya gastado en importar tecnolog¨ªa, siempre era m¨¢s barato importarla que producirla. Este hecho ha sido m¨¢s importante que cualquier argumento. Y las demandas de desarrollar nuestro sistema cient¨ªfico-t¨¦cnico se quedan en p¨ªas intenciones mientras que no se modifique dicha situaci¨®n.
Ahora bien, el contexto determinante del crecimiento econ¨®mico espa?ol ha cambiado ya y adem¨¢s cambiar¨¢ m¨¢s a¨²n en los pr¨®ximos anos. La creciente integraci¨®n de la econom¨ªa espa?ola en el mercado mundial, y sobre todo en el Mercado Com¨²n; la imperiosa necesidad de aumentar nuestras exportaciones para cubrir las inevitables importaciones, introducen nuevos factores en la selecci¨®n de las opciones tecnol¨®gicas.
En efecto, cuando el producir para la exportaci¨®n se hace imprescindible, cuando las empresas espa?olas tienen que competir tanto dentro como fuera de Espa?a con las extranjeras, la compra de tecnolog¨ªa extranjera deja de ser la mejor alternativa. Y deja de serlo, sencillamente, porque el que cueste menos pierde relevancia frente al hecho que la tecnolog¨ªa que nos ofrecen las empresas extranjeras impide a las espa?olas competir con ellas en el mercado mundial. Esto es verdad no solamente porque los proveedores de tecnolog¨ªa imponen condiciones contractuales que impiden el acceso de los productos espa?oles a ciertos mercados, sino porque, cuando no las imponen, la tecnolog¨ªa ofrecida est¨¢ anticuada y los productos fabricados con ella pierden competitividad. Para los empresarios espa?oles no quedar¨¢ m¨¢s alternativa que la de pagar el precio del desarrollo de una tecnolog¨ªa propia, aunque sea caro. Y con ello, el ?inter¨¦s? por nuestro desarrollo cient¨ªfico-t¨¦cnico aumentar¨¢ lo bastante como para traducirse en un aumento del gasto p¨²blico en investigaci¨®n y desarrollo. Cabe, pues, pensar que, por mucho que se quiera reducir el d¨¦ficit del sector p¨²blico, existir¨¢n presiones para que se aumente el gasto en I+D. La socializaci¨®n de costos es siempre la mejor soluci¨®n para las empresas.
Poco tardar¨¢ en hacerse efectiva esta alternativa, aunque lo har¨¢ progresivamente, al ritmo impuesto por el fracaso de las dem¨¢s soluciones posibles. Por ello, el tan esperado inicio del desarrollo de nuestro sistema cient¨ªfico -t¨¦cnico est¨¢ cercano.
Honda reforma
Este desarrollo, sin embargo, no puede consistir solamente en aumentar el gasto p¨²blico en investigaci¨®n, sino que tiene que ir acompa?ado por una honda reforma de las pautas que rigen la organizaci¨®n de nuestro sistema cient¨ªfico-t¨¦cnico. Las razones de esta afirmaci¨®n son de peso y conviene explicarlas.
Nuestro sistema cient¨ªficot¨¦cnico, abandonado a su suerte, considerado como una especie de lujo improductivo, tiene una organizaci¨®n que corresponde a la vez al escaso volumen de recursos del que dispone y a la escasa demanda social de sus productos. Si la demanda social, si la exigencia de producir una tecnolog¨ªa propia se hace sentir, s¨®lo se consentir¨¢ el asignarle a la I + D un mayor volumen de recursos en la medida en que, sin ellos, no podr¨¢ ofrecer los productos exigidos por nuestra nueva coyuntura econ¨®mica. Pero es evidente que el aumentar los recursos no garantiza que nuestro sisterna cient¨ªfico-t¨¦cnico vaya a producir las tecnolog¨ªas requeridas por la econom¨ªa espa?ola hoy. Se trata de una condici¨®n necesaria, pero no suficiente. En efecto, la organizaci¨®n actual, adaptada a su funci¨®n en las anteriores circunstancias, es incapaz de traducir un aumento de recursos en un aumento no s¨®lo de la calidad, sino de la adaptaci¨®n y de la eficacia de sus productos. Y como lo que puede motivar un aumento de recursos es el objetivo de generar una oferta suficiente de tecnolog¨ªas adecuadas a la demanda, y no el satisfacer las reivindicaciones de los investigadores, hay que pensar desde ahora que la pol¨ªtica cient¨ªfica que exige la actual coyuntura espa?ola no puede consistir m¨¢s que en aumentar el gasto en investigaci¨®n, al mismo tiempo que se modifica la organizaci¨®n de la investigaci¨®n y, particularmente, su administraci¨®n y gesti¨®n.
No es aqu¨ª lugar de hablar de a qu¨¦ ritmo hay que aumentar el gasto en I + D ni cu¨¢l debe ser el detalle de las necesarias reformas en su organizaci¨®n. Basta con mencionar que a la definici¨®n de objetivos y prioridades y a su traducci¨®n en programas concretos debe a?adirse el desarrollo de mecanismos de evaluaci¨®n y seguimiento, la utilizaci¨®n de nuevas t¨¦cnicas presupuestarias y, en resumen, una mejor comunicaci¨®n entre el sistema cient¨ªfico-t¨¦cnico y su entorno socioecon¨®mico y cultural.
Lo esencial, por el momento, es que el desarrollo de la pol¨ªtica cient¨ªfica encuentre los necesarios apoyos para producirse.
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