Un movimiento sindical preparado como oposici¨®n al sistema
?No se trata de una casualidad el que las huelgas polacas comenzasen el 18 de julio en Lublin, en v¨ªsperas de los Juegos Ol¨ªmpicos de Mosc¨²?, afirma un funcionario polaco, en una opini¨®n precisada por un estudiante que afirma: ?El sentimiento de la poblaci¨®n hacia la dependencia econ¨®mica de la URSS lleva a unos extremos como el de pensar que los sovi¨¦ticos se llevan absolutamente todo?.Residentes en Polonia desde hace tiempo, aseguran que la poblaci¨®n, que estaba experimentando una escasez de alimentos desde el mes de mayo, pensaba que con los Juegos ?la situaci¨®n empeorar¨ªa?.
Pero, a pesar de este sentimiento, el estallido del B¨¢ltico y la puesta en movimiento de una solidaridad huelgu¨ªstica sin precedentes, as¨ª como el modo pac¨ªfico en que se llev¨® el enfrentamiento contra las autoridades, demuestran que la organizaci¨®n del movimiento se planeaba desde antes, y la reivindicaci¨®n m¨¢s profunda era de car¨¢cter pol¨ªtico, de ah¨ª la insistencia de los negociadores gubernamentales para que se garantizase que el papel dirigente del partido comunista no ser¨ªa contestado.
Un diplom¨¢tico occidental argument¨® que desde antes del verano se rumoreaba que los obreros del B¨¢ltico ten¨ªan preparada una oleada de huelgas para conmemorar la muerte de sus compa?eros en 1970. Las primeras huelgas de la segunda quincena de julio pasado en Lublin o Rseszow, de exclusivo car¨¢cter econ¨®mico, precipitaron, sin duda, el que se pusiera en marcha el proceso huelgu¨ªstico del B¨¢ltico.
Aunque Lech Walesa repita que fue el despido de la obrera de los astilleros Lenin Anna Walentynowicz el desencadenante de todo, hombres tan significativos de la oposici¨®n, como Adam Michnik o Jacek Kuron, no ocultan el papel desempe?ado desde 1976 por el Comit¨¦ de Autodefensa Obrera (KOR) y la publicaci¨®n del peri¨®dico obrero clandestino Robotnik, ligado a los movimientos de oposici¨®n, en la estructuraci¨®n de un movimiento sindical independiente.
Hay dos hechos constatados que avalan la tesis sobre la preparaci¨®n, con suficiente antelaci¨®n, de las huelgas del B¨¢ltico, motor de todas las posteriores, incluidas las de Silesia, y lo que es m¨¢s importante, su car¨¢cter pol¨ªtico, que la propia estrategia futura de los obreros les obliga a guardar un prudencial silencio moment¨¢neo.
La Iglesia y el m¨¦todo pac¨ªfico
El recurso a la simbolog¨ªa religiosa con retratos del Papa y la patrona polaca de Czestochowa fue una demostraci¨®n de la identificaci¨®n de los huelguistas con la fuerza social, que, si no es la enemiga del sistema, es cuando menos su antagonista en la captaci¨®n de la credibilidad popular. La utilizaci¨®n de la fotograf¨ªa de Juan Pablo II se convirti¨® desde su visita a su pa¨ªs natal en una especie de estandarte de la posici¨®n pol¨ªtica real. A¨²n se recuerda la imagen de la sede rectangular del Comit¨¦ Central del POUP con todas las ventanas cerradas, mientras la plaza donde se encuentra y los balcones de los edificios contiguos estaban atestados de una multitud que ve¨ªa enfervorizada el paso de su compatriota Karol Wojtyla, aquel d¨ªa de junio de 1979.
En segundo lugar, la forma pac¨ªfica en que se ha llevado a cabo la protesta. ?Es todo un fen¨®meno hist¨®rico en Polonia?, dice un profesor universitario, ?las sublevaciones anteriores acabaron en un ba?o de sangre. Esta vez fue diferente, porque los objetivos tienen un alcance mayor?.
Comenzando por Lech Walesa, sus consejeros y la propia Iglesia, tratan de minimizar el flagrante car¨¢cter pol¨ªtico de las reivindicaciones, y ni una sola palabra sobre eventuales medidas a medio plazo.
Aun contando con una remota posibilidad de intervenci¨®n militar sovi¨¦tica, no descartada, los obreros dirigidos por Walesa se lanzaron al ataque sabiendo de sus fuerzas y solidaridad, de las discrepancias internas en el POUP, que le restaba fuerza, y la acogida favorable que su movimiento tendr¨ªa en la poblaci¨®n.
Ciertamente, el propio partido comunista conoce la necesidad de llevar a cabo reformas, pero las econ¨®micas quedaban frenadas por la divisi¨®n interna y las maneras de enfocarlas, diferentes y a veces irreconciliables, entre las facciones. Rivalidad que a¨²n persiste. En cuanto a las pol¨ªticas, Mosc¨² est¨¢ especialmente atento a cualquier desviaci¨®n que se produzca en Polonia. ?Est¨¢ claro que la URSS no se f¨ªa de los polacos, desde el mismo partido hasta el ¨²ltimo ciudadano?, afirma un redactor de la revista cat¨®lica Wiez. A manera de ejemplo, se puede constatar que el Ej¨¦rcito polaco recibe tan solo peri¨®dicamente y de manera muy limitada la munici¨®n y equipamiento militar de parte sovi¨¦tica.
?El Ej¨¦rcito no est¨¢ mal visto por la sociedad, que lo considera algo suyo, as¨ª ha sido tradicionalmente, y el pueblo conf¨ªa que en caso de una agresi¨®n del Pacto de Varsovia nuestros soldados la combatir¨ªan junto a todos los polacos?, la opini¨®n de los militares se guarda en el m¨¢s riguroso secreto y nada hace suponer que no fuera as¨ª.
La secreta opini¨®n del Ej¨¦rcito
Para un occidental, buen conocedor de la vida polaca, la confrontaci¨®n pol¨ªtica entre los obreros y el r¨¦gimen es evidente. ?Por primera vez, en un pa¨ªs del Este, los obreros han desmitificado el sistema y le han colocado ante su propia contradicci¨®n. Ellos quieren negociar de asalariado a patr¨®n, en este caso el Estado. Todo el mito del sistema de y por los obreros se ha venido abajo. Creo que a esto se le puede llamar una confrontaci¨®n pol¨ªtica en toda regla y a la vez no creo que los sovi¨¦ticos se sientan muy tranquilos?.
Acerca de esta intranquilidad, una persona muy vinculada a Lech Walesa, que rog¨® no se publicase su nombre al hablar de este tema, asegur¨® que en determinadas fases de la negociaci¨®n en Gdanks los negociadores polacos ?se refirieron muy directamente a la inquietud que los acontecimientos estaban creando en la URSS y la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana (RDA), insinuando una eventual invasi¨®n?.
?Recuerde usted, dice una alta fuente diplom¨¢tica, que este tipo de acciones sovi¨¦ticas, Hungr¨ªa o Checoslovaquia, se prepararon con meses de antelaci¨®n?.
Sin embargo, la poblaci¨®n parece segura de que ?los rusos no entrar¨¢n?. ?Esto no es Checoslovaquia?, dice un joven de Gdansk, ?la poblaci¨®n se enfrentar¨ªa a ellos y no parece que est¨¦n dispuestos a emplear al menos un mill¨®n de hombres en la dominaci¨®n del pa¨ªs?.
La intervenci¨®n que no lleg¨® a producirse
Con toda seguridad los obreros comprendieron que su actuaci¨®n r¨¢pida y la imagen de cohesi¨®n frenar¨ªa un primer impulso para la intervenci¨®n y a partir del 24 de agosto, con la depuraci¨®n del sector m¨¢s ?duro? del Bur¨® Pol¨ªtico, Walesa recibi¨® la explicaci¨®n de que no habr¨ªa intromisi¨®n exterior. ?Ltikaszewicz y otro grupo de miembros depurados eran claramente partidarios de solicitar la intervenci¨®n sovi¨¦tica, argumentando que estaba en peligro el socialismo?, asegura aquel consejero del l¨ªder obrero.
La actuaci¨®n de las autoridades polacas frente al sindicalismo independiente no parece ir de momento por la petici¨®n de ?ayuda fraternal a los aliados?. Antes recurrir¨¢ a una reforma del sindicalismo oficial con el prop¨®sito de contrarrestar el empuje de las organizaciones libres y llevar a cabo un reajuste en el seno del partido en el pr¨®ximo congreso extraordinario, probablemente en la segunda quincena de noviembre, tratando de revitalizar los cuadros intermedios y fundamentar una nueva pol¨ªtica econ¨®mica.
Se est¨¢ preparando un proyecto de reforma del c¨®digo laboral, que afectar¨¢ a seis importantes art¨ªculos, y de acuerdo con lo poco que se ha filtrado del anteproyecto, el sindicalismo oficial podr¨ªa tener hasta el poder de veto en la pol¨ªtica econ¨®mica planificada, algo tan revolucionario que se supone que podr¨ªa ser una mera declaraci¨®n para retomar el poder de captaci¨®n obrera perdido.
En relaci¨®n con el partido, la elecci¨®n de Stanislaw Kania se llev¨® a cabo sin una holgada mayor¨ªa en el comit¨¦ central, y su nombramiento obedece tanto a la confianza de que goza en Mosc¨² como a su carrera de hombre no comprometido con esc¨¢ndalos o corrupci¨®n, la primera imagen que el r¨¦gimen quiere borrar de una sociedad que le ha perdido la confianza.
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