La caldera polaca
LA OPOSICION polaca no renuncia a consolidar sus ¨¦xitos; ni siquiera a la tentaci¨®n de ampliarlos. Desde el principio se vio que la base fundamental de la agitaci¨®n -las malas condiciones sociales de los obreros- iba m¨¢s all¨¢ de un mero arreglo de salarios y horas de trabajo; que el engranaje con la Iglesia, dura y combativa, formaba un cuerpo de doctrina pol¨ªtica que encontraba un eco en la clase intelectual y un respaldo en la burgues¨ªa (pese a lo con tradictorio que parezca el uso de esta palabra en un pa¨ªs de viejo r¨¦gimen socialista). Ni siquiera el objetivo se detiene, como trat¨® de detenerse en Checoslovaquia, en una modificaci¨®n del r¨¦gimen dentro de los principios de ¨¦ste: la sensaci¨®n es la de que se trata de desmontar el r¨¦gimen mismo, y que quiz¨¢ ciertas fuerzas de la oposic¨ª¨®n, que llevan trabajando en ese sentido muchos a?os -y debemos volver a citar a la Iglesia cat¨®lica, erigida en verdadera organizaci¨®n pol¨ªtica, capaz de pactar y reunir otras fuerzas-, creen que este es el momento decisivo, y que dejarlo pasar ser¨ªa perder quiz¨¢ muchos a?os.Las bases para este pensamiento pueden estar en la debilidad mostrada por el r¨¦gimen; una debilidad que parece demostrar que incluso dentro del aparato mismo hay personas que participan de la oposici¨®n o simplemente que prefieren mostrarse favorables a ella por razones de futuro, y qu¨ªenes hayan vivido en Espa?a los ¨²ltimos a?os del franquismo saben c¨®mo suceden estas cosas. Pero pueden estar, sobre todo, en el c¨¢lculo de que la URSS est¨¢ en el peor momento de su historia de la posguerra, hostilizada en todos los frentes y dirigida por una clase envejecida y at¨®nita. Esta real debilidad sovi¨¦tica plantea una inc¨®gnita: igual puede responder sin br¨ªo que creer que ha llegado el momento de tomar una decisi¨®n dr¨¢stica. Lo que se juega es mucho. Si Polonia se llega a arrancar del campo socialista, aunque no sea m¨¢s que dentro de un neutralismo, se alterar¨ªa una situaci¨®n considerada como fundamental y se correr¨ªa el ejemplo -que ya est¨¢ funcionando- a otros pa¨ªses no menos disconformes, no menos obligados ahora por la fuerza a sostener una pol¨ªtica en la que hace tiempo han dejado de creer.
Las expresiones sovi¨¦ticas con respecto al tema polaco van creciendo en fuerza y en n¨²mero. Alei Petrov firma un art¨ªculo en Pravda en el que denuncia las ?actividades antigubernamentales? que est¨¢n ?financiadas por el extranjero?, pero que ?los c¨¢lculos de aquellos que esperan desviar a Polonia de la v¨ªa socialista y rehacer el mapa de la Europa de la posguerra son unos ilusos?. Petrov no existe: es el seud¨®nimo con el que se dan a conocer, generalmente, posiciones y pensamientos del Comit¨¦ Central. Parece una advertencia a los propios polacos para que arreglen r¨¢pidamente sus asuntos antes de una intervenci¨®n directa.
Los c¨¢lculos de lo que podr¨ªa arrastrar esa intervenci¨®n directa, del orden de la de Afganist¨¢n o de la de Checoslovaquia, deben estar hechos ya en el Kremlin. El m¨¢s leve es el de una despedida absoluta a la coexistencia, incluyendo la p¨¦rdida de la moderaci¨®n mediadora de Alemania Federal y de Francia; pero no deber¨¢ excluir una resistencia popular mucho m¨¢s fuerte que la checa, precisamente porque los polacos ahora tienen m¨¢s esperanzas que las que hab¨ªa en Praga en 1968. Probablemente no habr¨ªa una respuesta militar de la OTAN ni de Estados Unidos, pero s¨ª un vuelco considerable hacia el conservadurismo en todos los pa¨ªses, contando con la elevaci¨®n de Strauss al poder en Alemania, si un acontecimiento de esa ¨ªndole se produjera antes de las elecciones del 5 de octubre. Sin contar, desde luego, con el final inmediato de la Conferencia de Madrid, que ya est¨¢ atravesando momentos dif¨ªciles en la fase preparatoria. Es indudable que la Uni¨®n Sovi¨¦tica no tiene el menor inter¨¦s en meterse en esta clase de crisis, que podr¨ªa alcanzar no s¨®lo al movimiento comunista mundial, sino que probablemente abrir¨ªa heridas graves -si no las ha abierto ya- en la misma direcci¨®n sovi¨¦tica. Pero dejar perder Polonia es algo que los medios militares sovi¨¦ticos y los ?duros? del partido ven -no sin raz¨®n- como una cuesti¨®n de vida o muerte, es decir, como el principio del fin de un sistema y de una fortaleza que ha resistido hasta ahora las pruebas m¨¢s duras. Cualquier profec¨ªa es imposible: la m¨¢s viable ser¨ªa una soluci¨®n interior polaca, la apertura de un comp¨¢s de espera. No parece que la oposici¨®n polaca acepte nada sin poner condiciones que equivalgan a una ca¨ªda vertical del r¨¦gimen -la admisi¨®n en el juzgado de la constituci¨®n de sindicatos independientes, la retransmisi¨®n de la misa son hechos que ya tienen esa equivalencia, sin contar con la deterioraci¨®n de la autoridad en todos los aspectos de la vida cotidiana- ni que las fuerzas exteriores que apoyan a ese movimiento hagan otra cosa que no sea aumentar la presi¨®n. Es su baza.
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