Veinticinco a?os de "Carrusel deportivo"
Carrusel deportivo ha cumplido veinticinco a?os. Un cuarto de siglo de domingos dedicados a la exaltaci¨®n de los dioses del olimpo futbol¨ªstico. Veinticinco a?os con la emoci¨®n del gol entre vaso largo y copa corta. Cinco lustros de promoci¨®n de venta de transistores, de voces entra?ables, de estad¨ªsticas, de r¨¦cords, de penaltis, expulsiones, broncas arbitrales, balones estrellados en el larguero, ocasiones de gol fallidas, de tantos en par¨¢bola y de micr¨®fonos alargados hasta el banquillo de los entrenadores para o¨ªr los latidos de la eterna amenaza de no comer el turr¨®n.
Vicente Marco se vino a Madrid a cantar los goles del domingo. En el marasmo de las conexiones con los campos de f¨²tbol disimul¨® su condici¨®n de hijo de diputado de Izquierda Republicana, muerto acelerado por la humedad de los puestos de cacer¨ªa de patos de la Albufera en donde se escondi¨® al acabar la guerra civil. Las conexiones, los milagros del gol contado en el acto, las facilit¨® Enrique Blanco, un veterinario frustrado por la guerra civil al que la radio le abri¨® a la vida tras los meses carcelarios. Juan de Toro, que tambi¨¦n lleg¨® desde Valencia, se trajo la voz amable de la publicidad y la ayudita para el ama de casa, que quer¨ªa ganar unas pesetas acertando el nombre del autor de un gol en el Metropolitano.Carrusel deportivo hace veinticinco a?os congreg¨® ante el ?arradio? del vecino a todos los espa?olitos que quer¨ªan charlar de algo, porque en la taberna estaba prohibido blasfemar y hablar de pol¨ªtica. El aparato de radio que ten¨ªa el vecino ten¨ªa la er¨®tica del cuento de la lechera en forma de quinielas. Vicente Marco daba paso a Langarita para que desde los campos de sport de El Sardinero nos contara los malos pasos del R¨¢cing; para que Antonio de Rojo nos hablara desde San Mam¨¦s de Mauri y Maguregui; para que desde Valencia, Miguelbom¨ªnguez, con la voz entrecortada, nos dijera que Mestalla se hab¨ªa poblado de pa?uelos blancos por un gol de Wilkes; para que Pepe Bermejo cantara las excelencias del primer Madrid europeo o las de un Atl¨¦tico en donde triunfaban Peir¨®, El Galgo de Cuatro Caminos, Enriquito Collar, al que una vieja seguidora, desde la banda, le indicaba siempre c¨®mo ten¨ªa que burlar al defensa y en donde mostraba sujuego con sones de bandone¨®n arrabalero el ?Toto? Lorenzo. En el Espa?ol estaba Marcet, que a¨²n no hab¨ªa ingresado en el Opus; la Real Sociedad, como lujo, ten¨ªa a El¨ªas Querejeta, que se entreten¨ªa en los lanzamientos de c¨®rner cuando alguien le preguntaba por la pel¨ªcula del domingo. El Alav¨¦s ten¨ªa un jugador con nombre de trainera gloriosa, Kaiku; el Bar?a era un equipo de catalanes con dos injertos h¨²ngaros, y Kubala sufr¨ªa menos que ahora en el banquillo. El Celta, que entonces era primera serie, ten¨ªa de delantero centro a Amoedo, a quien colgaban todos los sambenitos de los aldeanos gallegos. Pali?o, el primer liberal del Madrid despu¨¦s de la guerra, ya hab¨ªa tenido que retornar a Coru?a. Las Palmas contaba con Pep¨ªn en la porter¨ªa, un hombre que tuvo que ser internacional porque Araquistain le cedi¨® el puesto tras una visita de Saporta a la concentraci¨®n de la selecci¨®n nacional. Mekerle triunfaba en el H¨¦rcules; Saso, en el Valladolid, y Campanal, en el Sevilla. Ortiz de Mend¨ªvil recib¨ªa entonces las broncas en directo y no a trav¨¦s de la moviola.
El f¨²tbol de Segunda ten¨ªa la misma voz vibrante que ahora; Chencho, que no pod¨ªa decir que el Castell¨®n sigue adelante porque se iba hacia tercera. Pero hace veinticinco a?os no estaban Joaqu¨ªn Prats y Juan Vives, que tambi¨¦n aterrizaron desde Valencia. Ni Jos¨¦ Mar¨ªa Garc¨ªa, con su partido de la jornada, sus preguntas a botepronto y su fervor por los delirios de los grader¨ªos. A cambio, Radio Madrid, despu¨¦s del Carrusel, nos pon¨ªa los consejos reconfortantes del padre Venancio Marcos, y as¨ª nos pillaba la noche confesados.
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