Jean Piaget y el futuro de la educaci¨®n
Con Jean Piaget desaparece uno de los cient¨ªficos m¨¢s grandes de nuestro siglo. Un hombre que ha dedicado toda su vida a la investigaci¨®n con la profunda convicci¨®n de que investigar es la ¨²nica forma sistem¨¢tica de acceder al conocimiento. Nacido en Neuch¨¢tel en 1896, el gran cient¨ªfico suizo se orienta primero hacia el campo de las ciencias naturales, que no le ofrecen respuestas explicativas sobre lo que ha constituido la gran pasi¨®n de su vida: el estudio del conocimiento, pero que, sin embargo, le proporcionan el gusto por el m¨¦todo cient¨ªfico y por la experimentaci¨®n, que no abandonar¨¢ jam¨¢s. Ello le hace inclinarse hacia la psicolog¨ªa de la inteligencia, buscando la explicaci¨®n de los fen¨®menos intelectuales, que considera -haciendo un paralelismo con la biolog¨ªa- como casos particulares de adaptaci¨®n del organismo a su medio. Despu¨¦s de doctorarse en Ciencias Naturales en 1918, se lanza definitivamente a investigar sobre el desarrollo intelectual del ni?o, buscando en el estudio de su g¨¦nesis la formaci¨®n de los conocimientos.Amplio giro de la psicolog¨ªa en la inteligencia
A trav¨¦s de sus trabajos, que se difunden por todo el mundo, Piaget consigue dar una nueva visi¨®n del desarrollo intelectual, y con ello se produce un giro copernicano de la psicolog¨ªa de la inteligencia. Sus investigaciones le llevan a elaborar una teor¨ªa interaccionista seg¨²n la cual la estructura del pensamiento humano se construye a medida que ¨¦ste se desarrolla, gracias a la interacci¨®n de los factores internos del individuo y de los ex ternos que proceden de su medio; ambos son igualmente importantes.
El ni?o construye de manera activa los conocimientos, no los recibe terminados desde fuera, pero el medio aporta los elementos para su elaboraci¨®n. La inteligencia no nos viene dada desde el nacimiento de manera inmutable, sino que cada individuo va construyendo sus estructuras intelectuales mediante un proceso constante de asimilaci¨®n y acomodaci¨®n.
Sus descubrimientos abren vastos y optimistas horizontes a la pedagog¨ªa. Si el individuo no est¨¢ predeterminado intelectualmente desde el nacimiento, quiere decir que el medio que le rodea -y la escuela constituye una parte important¨ªsima de este medio- puede influir en el nivel intelectual -y no s¨®lo de conocimientos- alcanzado por el alumno. Pero adem¨¢s de una teor¨ªa interpretativa general de la inteligencia, Piaget nos aporta algo fundamental: la descripci¨®n de los pasos que recorre el ni?o en su desarrollo cognoscitivo y en la adquisici¨®n de las estructuras intelectuales que son sistemas reguladores de la acci¨®n y del pensamiento. La pedagog¨ªa no puede ignorarlos.
Desde la aparici¨®n, de su meros libros (1) despert¨® vivo inter¨¦s entre los profesionales de la educaci¨®n, pero sus teor¨ªas, excesivamente avanzadas para ser inmediatamente asimiladas por los m¨¦todos pedag¨®gicos de principios de siglo, tardan a¨²n muchos a?os en cristalizar en la pr¨¢ctica educativa.
El afirmaba que no era pedagogo, aunque sus inquietudes pedag¨®gicas se plasmaron en algunas obras (2), pero confiaba a los educadores la labor de traducir sus ense?anzas a la realidad de las aulas. No era una tarea f¨¢cil porque requer¨ªa no s¨®lo lanzarse a una vasta labor de investigaci¨®n pedag¨®gica que transformar¨ªa la pedagog¨ªa en una verdadera ciencia, sino cambiar radicalmente la orientaci¨®n y la finalidad de la ense?anza, la actitud intelectual y hasta vital de ense?antes y alumnos. Lo que era copia deb¨ªa transformarse en invenci¨®n, lo que era ?ense?ar?, en ?aprender a descubrir?; lo que era obediencia, en responsabilidad libremente asumida. El dec¨ªa: ?El equilibrio ideal proviene de la cooperaci¨®n entre individuos que se convierten en aut¨®nomos en virtud de esta cooperaci¨®n?. Aplicar sus ideas supon¨ªa dirigir la nave de la educaci¨®n hacia otros horizontes, y ¨¦stos eran tan amplios que atemorizaban a algunos. No por miedo al naufragio, sino por temor a que anclara en la isla de la raz¨®n, del pensamiento cr¨ªtico, de la creaci¨®n, que, en definitiva, supone transformaci¨®n de lo ya existente.
Este miedo a navegar y los prejuicios sociales y econ¨®micos que sofocaban el desarrollo de la embrionaria investigaci¨®n educativa han impedido durante largo tiempo en nuestro pa¨ªs que las aportaciones de Piaget transformaran nuestra ense?anza de una rutinaria letan¨ªa de conocimientos encuadernados en una viva y apasionante aventura de conocer.
Entre la utop¨ªa y la realidad
En nuestro pa¨ªs existen n¨²cleos de investigadores y de maestros empe?ados en hacer realidad esta utop¨ªa porque saben que las mayores innovaciones que ahora disfrutamos fueron en alg¨²n momento utop¨ªas. En Madrid existen disc¨ªpulos de Piaget que prosiguen su labor investigadora intentando resolver problemas que no son importados, y en Barcelona se ha creado una corriente pedag¨®gica -la pedagog¨ªa operatoria-, que se apoya en los descubrimientos de Piaget para transformar la escuela.
Piaget nos proporciona a trav¨¦s de su obra, traducida a todos los idiomas, la clave del desarrollo intelectual del ni?o. Un educador que la ignore es como un f¨ªsico que ignorara la teor¨ªa de la relatividad. Nuestra educaci¨®n no saldr¨¢ del subdesarrollo si Piaget no entra en las aulas y si los educadores no toman conciencia de que no se trata de hacer de sus alumnos peque?as enciclopedias repetitivas, sino individuos intelectualmente desarrollados y con capacidad para pensar por s¨ª mismos.
Ahora Piaget ha muerto y ya no puede alentar con sus palabras a los educadores. Hacer que los ni?os se beneficien de sus descubrimientos es asegur¨¢r la continuidad de su obra, m¨¢s all¨¢ de las fronteras de la muerte, en multitud de nuevas vidas.
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