Incertidumbre pol¨ªtica sobre la CSCE de Madrid
El precedente de la conferencia de Belgrado y la tensi¨®n internacional ponen en entredicho el futuro y los resultados posibles de la Conferencia sobre Seguridad y Cooperaci¨®n en Europa (CSCE) de Madrid, que deber¨¢ inaugurarse el d¨ªa 11 de noviembre en la capital espa?ola. De momento, los trabajos preparatorios de esta convocatoria navegan sin rumbo fijo desde hace un mes, por la actitud dilatoria de la Uni¨®n Sovi¨¦tica, que desea articular un reglamento tan r¨ªgido para la conferencia que impida un debate claro y amplio sobre la marcha de la distensi¨®n a la sombra de los acuerdos de Helsinki.En treinta d¨ªas de trabajos preparatorios, el ¨²nico resultado obtenido hasta el momento ha sido el de saber por fin que la URSS s¨®lo desea que la CSCE otorgue un total de veintis¨¦is horas para analizar, en sesiones plenarias, cinco a?os de cumplimiento del Acta Final de Helsinki en 35 pa¨ªses. Una broma de mal gusto que tiene otras lecturas o explicaciones de car¨¢cter pol¨ªtico. La primera de ellas est¨¢ en el hecho de que la CSCE, surgida de una iniciativa de la Uni¨®n Sovi¨¦tica, para cantar la paz, el desarme y la distensi¨®n por el mundo se ha convertido, desde la conferencia de Belgrado, en un simple tercer grado sobre la violaci¨®n de los derechos humanos en los pa¨ªses socialistas, con especial atenci¨®n a los disidentes pol¨ªticos. Un tribunal p¨²blico que este a?o cuenta en su haber con la invasi¨®n de Afganist¨¢n como plato fuerte de Occidente.
La segunda lectura que puede tener esta actitud de la URSS se centra en los conflictos en presencia que afectan a la distensi¨®n entre el Este y el Oeste, partiendo de la indivisibilidad de este concepto. A nadie se le ocultan los riesgos que envuelve la crisis pol¨ªtica de Polonia y los efectos que una ruptura violenta de su dif¨ªcil equilibrio producir¨ªan en el coraz¨®n de Europa. Tambi¨¦n, la guerra entre Irak e Ir¨¢n aparece en el horizonte de las tensiones, y no s¨®lo por sus incidencias fronterizas y, energ¨¦ticas, sino por el riesgo y peligro latente de la internacionalizaci¨®n del conflicto. El destape de los primeros aliados de uno y otro bando, como aprovisionadores de armas y soldados, podr¨ªa llevarnos, en definitiva, a los arsenales de las grandes potencias, hoy por hoy dif¨ªcil de ubicar en una u otra trinchera, por presumir la URSS de la amistad de ambos pa¨ªses combatientes, y Estados Unidos de no tener relaciones diplom¨¢ticas con ninguno de los dos.
Ante este panorama se comprende que los dirigentes de Mosc¨² no tengan un especial entusiasmo por la Conferencia de Madrid, que puede convertirse en tribunal acusador, por un lado, y en una extraordinaria caja de resonancia si una brusca movilidad de la URSS en la escena internacional ocurre durante los debates madrile?os. De ah¨ª el deseo sovi¨¦tico de reducir a seis semanas la conferencia y de encorsetar y encasillar al m¨¢ximo sus discusiones.
Falta, en definitiva, la voluntad del Este para que la Conferencia de Madrid tenga su reglamento en el momento oportuno. De lo contrario, la CSCE abrir¨¢ sus puertas en noviembre en medio de una desorganizaci¨®n superior a la que imper¨® en Belgrado, y con el riesgo de un debate pol¨ªtico tan agrio y violento que termine, de una vez para siempre, con el fantasmag¨®rico esp¨ªritu de Helsinki. Occidente, por su parte, deber¨ªa esforzarse en templar el tono de sus intervenciones de la conferencia, si es que de verdad le interesa su continuidad. Aqu¨ª s¨ª puede estar la base de un posible compromiso entre una y otra parte. Los pa¨ªses socialistas desbloquean el reglamento de la conferencia para que discurra sin urgencias y con amplitud de debates, y los occidentales garantizan una actitud pol¨ªtica y clara lejana del espect¨¢culo que el embajador de Estados Unidos, Arthur Goldberg, ofreci¨® en Belgrado en detrimento de la distensi¨®n.
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