La revoluci¨®n de Nicagua, en el umbral del socialismo
El Frente Sandinista de Liberaci¨®n ha hecho levantar en la plaza principal de Managua un monumento dedicado a Carlos Fonseca Amador (que lo fund¨® en 1962 y muri¨® catorce a?os despu¨¦s en una guerrilla), donde se le declara ?Jefe de la Revoluci¨®n?. En otro barrio, la minor¨ªa de la Junta de Gobierno ha inaugurado una peque?a fuente que conmemora otra muerte: la del norteamericano William Stewart, corresponsal de televisi¨®n asesinado por un guardia de Somoza.La revoluci¨®n nicarag¨¹ense procura no ser sectaria y cree que debe ser generosa. El Estatuto Fundamental que sustituy¨® a la Constituci¨®n somocista ha abolido la pena de muerte, precisamente cuando miles de guardias nacionales estaban detenidos por probadas masacres y la justicia sumaria era una tentaci¨®n casi inevitable. El r¨¦gimen practica el pluralismo pol¨ªtico y mide cuidadosamente sus decisiones, para mantener p¨²blicamente la convivencia con aliados partidarios de la libre empresa y la democracia liberal, aunque tambi¨¦n considera importante la asociaci¨®n con el partido socialista (comunista). Es curioso verificar que esa cautela no corresponde al poder real que el FSLN ejerce dentro del pa¨ªs.
Instituciones y aparato
Si s¨®lo se tratara de poner en juego su fuerza pol¨ªtica total, apoyada en la fuerza militar que monopoliza y con el respaldo de unas masas evidentemente adictas y en estado de movilizaci¨®n permanente, el sandinismo podr¨ªa ya entrar de facto a la v¨ªa socialista, ideolog¨ªa que, con matices t¨¢cticos, comparten las tres tendencias unificadas en el Frente Sandinista de Liberaci¨®n Nacional: Guerra Popular Prolongada (GPP), Tendencia Proletaria y Terceristas. (Las tres tienen origen en el sandinismo y su divergencia, con altibajos, se debi¨® fundamentalmente a formas de llevar la guerra). Como todos los movimientos guerrilleros surgidos en la d¨¦cada de 1960 al influjo de la revoluci¨®n cubana, el sandinismo adopt¨® un programa socialista de liberaci¨®n nacional y sus dirigentes se familiarizaron con el an¨¢lisis marxista. Al revivir, a mediados de los a?os setenta, la lucha armada, la GPP fue el n¨²cleo de m¨¢s intransigencia ideol¨®gica, hasta que se le escindi¨® por su izquierda la Tendencia Proletaria que pugn¨® por llevar la guerra de la monta?a a las ciudades y reclutar para la revoluci¨®n s¨®lo a obreros y campesinos. Simult¨¢neamente, el crecimiento opositor de la burgues¨ªa produjo la definici¨®n del Tercerismo (grupo mayoritario como Contingente armado), tambi¨¦n con dirigentes marxistas, pero impulsor de una alianza de clases contra Somoza.
Un sistema muy especial, organizado formalmente sobre la cl¨¢sica divisi¨®n de poderes, ha asumido el Gobierno desde julio de 1979 Como poder ejecutivo funciona la Junta de Gobierno de Reconstrucci¨®n Nacional, de cinco miembro con igualdad de facultades y cuya decisiones deben ser tomadas por unanimidad. La integran ahora el comandante Daniel Ortega y Mois¨¦s Hassan (Tercerismo), el independiente Sergio Ram¨ªrez (un socialdem¨®crata af¨ªn a los terceristas), el pol¨ªtico chamorrista Rafael C¨®rdoba Rivas y el economista conservador Arturo Cruz.
El ¨®rgano legislativo (que en algunos aspectos comparte esa condici¨®n con la Junta) es el Consejo de Estado (47 miembros provenientes de veintinueve organizaciones, presidido por el comandante Bayardo Arce, de la GPP), cuya distribuci¨®n proporcional de esca?os no corresponde al cuadro pol¨ªtico general (hay partidos no representados en el Consejo), sino, seg¨²n. se explica, a la importancia de las fuerzas sociales, y prefiere a las que enfrentaron al somocismo. En el Consejo de Estado hay siete organizaciones pol¨ªticas (el FSLN, con seis miembros, y otros seis partidos -entre ellos el comunista-, con un miembro cada uno), tres organizaciones de masas, todas sandinistas, con once miembros en total, y si.ete organizaciones sindicales con doce miembros (seis repartidos entre dos centrales sandinistas de obreros y campesinos). Siete organizaciones gremiales y sociales, con un miembro cada una, agrupan en el Consejo al clero, las fuerzas armadas, los educadores, los periodistas, los profesionales universitarios y una asociaci¨®n de ind¨ªgenas miskitos, sumas y ramas.
Est¨¢, finalmente, la Corte Suprema de Justicia, donde el presidente, Roberto Arg¨¹el o Hurtado, es un jurista conocido por su posici¨®n contra Somoza.
Detr¨¢s de este cuadro institucional funciona, como era de esperar, el aparato del poder revolucionario, centralizado en laj Direcci¨®n Nacional del FSLN, ciyos nueve miembros llevan el girado de comandantes de la revoluci¨®n y representan parejamente a lais tres l¨ªneas unificadas: Tom¨¢s Borge, Henry Ruiz y Bayardo Arce, por la GPP; Luis Carri¨®n, Jaime Wheelock y Carlos N¨²?ez, por la Tendencia Proletaria; los hermanos Daniel y Humberto Ortega y Mois¨¦s Hassan Morales, por el Tercerismo. La Direcci¨®n Nacional ha distribuido a esos hombres en el Gobierno en buen ejemplo de c¨®mo la pr¨¢ctica va dictando los niveles de acci¨®n. Los terceristas predominan en la Junta de Gobierno y est¨¢n a la cabeza de las fuerzas armadas, con Humberto Ortega como ministro de Defensa y Ed¨¦n Pastora (el famoso Comandante Cero, que en 1979 ocup¨® con un comando el Palacio Nacional) como viceministro yjefe de las milicias. La GPP tiene a Borge a cargo del Ministerio del Interior y a Bayardo Arce en el Consejo de Estado.
El FSLN ha admitido el funcionamiento de la libre empresa y mantener a Nicaragua vinculada con el sistema econ¨®mico y pol¨ªtico de Occidente, pero no ha renunciado al futuro y se niega a que su revoluci¨®n derive hacia el compromiso demoliberal.
De ah¨ª la negativa del FSLN a abrir un proceso electoral, urgido a su vez por los partidos aliados y el sector de los negocios. ?Tenemos derecho a exigir?, dice Fernando Chamorro, del Partido Social Dem¨®crata, ?que se ctimpla una base fundamental de esta revol¨²ci¨®n: el proceso electoral?. Pero Sergio Ram¨ªrez se opone: ?Los norteamericanos ya nos hab¨ªan propuesto este tipo de democracia en 1927. Se debe comprender que no emprendimos nuestra lucha para obtener simples modificaciones pol¨ªticas. Hemos luchado para transformar radicalmente una soluci¨®n de la cual la dictadura era s¨®lo una consecuencia: una situaci¨®n de dependencia e injusticia total?.
Las mayor¨ªas nacionales nicarag¨¹enses parecen de acuerdo en el socialismo, pero no se han dado a¨²n las condiciones exteriores para que ese umbral sea cruzado. Los sandinistas encuentran tres obst¨¢culos, en orden de importancia creciente: la convulsa situaci¨®n centroamericana, la imprevisibilidad de la pol¨ªtica norteamericana debido al per¨ªodo electoral y la especial situaci¨®n de la Uni¨®n Sovi¨¦tica y el campo socialista, absorbidos por las crisis del Pr¨®ximo Oriente, los reajustes de superestructura y la dif¨ªcil maniobra de neutralizar el dispositivo de la OTAN.
Los sandinistas miran con simpat¨ªa hacia los movimientos de liberaci¨®n en Guatemala y El Salvador, aunque ning¨²n servicio de inteligencia ha podido presentar prueba alguna de que los ayudan. Borge ha definido, sin nombrar a nadie, la expectativa nicarag¨¹ense: ?Lo que ocurre en esos pa¨ªses no es culpa nuestra. No somos culpables de la represi¨®n, el desempleo y el hambre. Somos claramente culpables, s¨ª, de sentar un ejemplo?.
La actitud de Washington podr¨ªa ser mejor manejada por la presi¨®n internacional -como lo ha supuesto Fidel Castro- si Carter es reelegido. Pero se ensombrece ante la posibilidad del triunfo de Ronald Reagan, quien acaba de anunciar que no permitir¨¢ ?Cubas adicionales en Centroam¨¦rica?.
En ¨²ltimo t¨¦rmino, entonces, los sandinistas saben que su futuro depende de la actitud que la Uni¨®n Sovi¨¦tica adopte ante el hecho nicarag¨¹ense, la cual se descompone en su actitud ante los acontecimientos de Guatemala y El Salvador, y en la firmeza que est¨¦ dispuesta a usar ante una Casa Blanca intervencionista.
Centroam¨¦rica es una zona de crisis, entre otras razones, porque la Uni¨®n Sovi¨¦tica est¨¢ presente all¨ª, principalmente a trav¨¦s de una pol¨ªtica global que comparte con Cuba. Pero absolutamente todos los protagonistas de esa crisis coinciden en que ahora ser¨ªa inoportuno (y posiblemente fatal) atizarla.
Restan dos preguntas tan fascinantes como la situaci¨®n de Nicaragua y del propio proceso centroamericano: ?puede haber un modelo socialista sin una exclusiva relaci¨®n con la Uni¨®n Sovi¨¦tica y sin romper con Estados Unidos? S¨®lo lo ha conseguido un pa¨ªs en el mundo, Yugoslavia, en condiciones excepcionales que no volver¨¢n a repetirse. ?Hay otras?
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