Un a?o de "apertura a la espa?ola" en Brasil
Hay dos grandes experiencias de redemocratizaci¨®n en curso en Africa y en Am¨¦rica Latina que merecen considerarse especialmente, atento a la significaci¨®n de los respectivos pa¨ªses, la importancia que tales hechos tienen para sus respectivos continentes y, en especial, para los espa?oles, porque esos procesos se est¨¢n haciendo ?a la espa?ola?, y examin¨¢ndolos Espa?a puede ver, como si se tratara de un espejo irregular, la caricatura de su misma historia inmediata.Nos referimos, ya habr¨¢ advertido el lector, al caso de los Estados Unidos de Brasil (120 millones de habitantes), que est¨¢ viviendo desde aproximadamente junio de 1979 en proceso de reconstrucci¨®n democr¨¢tica, y la federaci¨®n de Nigeria (ochenta millones de habitantes), que asimismo cerr¨® la etapa de dictadura militar aprobando el primero de octubre de 1979 una constituci¨®n democr¨¢tica. Ya es dif¨ªcil tratarles como meros pa¨ªses del futuro, por el volumen de su mano de obra, riquezas naturales y capacidad de expansi¨®n. Brasil obtiene el 56% de sus divisas por la exportaci¨®n de manufacturas, aparte de un 16% de productos semimanufacturados. De cumplirse su instancia de. ingreso en la OCDE, se colocar¨ªa autom¨¢ticamente de lante de Espa?a y pa¨ªses europeos similares, y en cuanto a Nigeria, hoy es el octavo pa¨ªs productor de petr¨®leo, con cien millones de toneladas anuales, cuyo ingreso se aplica al desarrollo de una poblaci¨®n nutrida (uno de cada cuatro africanos es nigeriano).
Dos grandes democracias
Que Nigeria y Brasil sean las democracias m¨¢s grandes (cuantitativamente) en el mundo, despu¨¦s de India, Estados Unidos y Jap¨®n, es un tema que debe tenerse en cuenta, pero es interesante asimismo observar las dificultades que tal situaci¨®n significa en pa¨ªses donde las dictaduras militares duraron trece y quince a?os, respectivamente. Al estilo de Espa?a, la apertura democr¨¢tica ha sido protagonizada por la mayor¨ªa de las mismas fuerzas sociales y pol¨ªticas, que en un reciente pasado apuntalaban el r¨¦gimen contrario, y no se llega a una ruptura, sino a transiciones a menudo dif¨ªciles y hasta contradictorias.
El caso de Nigeria no insistimos en considerarlo, tanto por su lejan¨ªa para los lectores espa?oles como porque se realiza la transici¨®n en una etapa de auge econ¨®mico derivada de la valorizaci¨®n de su principal producto de exportaci¨®n: el petr¨®leo, mientras que en Brasil (como en Espa?a) las dificultades pol¨ªticas se multiplican por efecto de la recesi¨®n econ¨®mica, que cierra una etapa de ?vacas gordas? cumplida bajo la precedente dictadura.
Por la lectura de la Prensa brasile?a se aprecia que, en primer lugar, los brasile?os est¨¢n disfrutando de la libertad de Prensa y hay una especie de boom del libro ' pol¨ªtico. No solamente reflorecen las antiguas editoriales de izquierda, sino que aparecen otras nuevas, y lo mismo sucede en materia de Prensa. En la reciente feria del libro de R¨ªo de Janeiro, las cifras de venta m¨¢s altas han correspondido a libros donde antiguos militantes de la guerrilla de 1964-1968 relatan sus experiencias. Detalle interesante, se publican libros sobre las vecinas dictaduras de Argentina, Uruguay, Chile, etc¨¦tera. La vida pol¨ªtica, a pesar de las restricciones constitucionales impuestas por los militares, se desenvuelve r¨¢pidamente a trav¨¦s de los resucitados partidos pol¨ªticos. El Partido Trabalhista, que fundara Getulio Vargas y que diera el ¨²ltimo presidente constitucional, Jo¨¢o Gulart, defenestrado en 1964, atrae un n¨²mero importante de sindicalistas, intelectuales, gentes de la clase media. El Partido Comunista cambia su viejo y m¨ªtico l¨ªder, Luis Carlos Prestes, por un nuevo dirigente, Giocondo D¨ªas.
El est¨ªmulo de la amnist¨ªa
Esta vida pol¨ªtica, y asimismo la cultural, se ve estimulada por la amnist¨ªa, que ha permitido la vuelta del exilio de varios centenares de dirigentes, que se est¨¢n reincorporando a la vida brasile?a. En junio de 1979 volvieron los citados dirigentes comunistas; en agosto, el educacionista Paulo Freire, y en septiembre, los pol¨ªticos trabalhistas Brizola y Arraes, en su momento gobernadores de los importantes Estados de R¨ªo Grande do Sul y Pernambuco, y en octubre, el l¨ªder campesino Francisco Juli¨¢o. Las disposiciones de amnist¨ªa, asimismo, aseguran el reingreso de los exiliados en sus puestos de trabajo, y esto se cumple ya en las universidades, pero sigue siendo problem¨¢tico en otras ¨¢reas. Es interesante el caso de las fuerzas armadas, pues fueron muchos los oficiales y suboficiales destituidos, apresados o desterrados por apoyar el Gobierno constitucional de Gulart. Al cabo de un a?o de ponerse formalmente en pr¨¢ctica aquellas disposiciones, se aprecia que, por ejemplo, la aeron¨¢utica ha reincorporado a todos los oficiales y suboficiales a sus cuerpos en activo, mientras que, al contrario, el Ej¨¦rcito de Tierra sigue obstaculizando el cumplimiento de las leyes de amnist¨ªa. En las fuerzas navales, se han reincorporado los oficiales,pero todav¨ªa no se ha hechojusticia a,los suboficiales, que son en este caso particularmente numerosos.
En la Administraci¨®n civil se aprecia la resistencia de lo que en Espa?a se llaman ?cuerpos?, es decir, funcionarios t¨¦cnicos privilegiados, en aceptar de nuevo a los amnistiados.
Las contradicciones de esta etapa se advierten especialmente en dos situaciones bien concretas: el orden p¨²blico y el Estatuto de los Extranjeros. La extrema derecha, desbordada por los acontecimientos y la reaparici¨®n de una opini¨®n p¨²blica democr¨¢tica, ha recurrido a los atentados, y solamente durante el transcurso de los primeros nueve meses de 1980 se cuentan cuarenta, lo que, obviamente, compromete el orden p¨²blico y disminuye el prestigio del Gobierno. Lo peor es que todo indica que en esos atentados est¨¢n comprometidos miembros de las fuerzas policiales, que no fueron depurados y que siguen conservando los elementos fascistas que hicieron tan triste fama al ?escuadr¨®n de la muerte? en San Pablo, R¨ªo de Janeiro y otras ciudades. Afortunadamente, la Administraci¨®n de justicia cuenta con hombres dem¨®cratas, y no faltan procesos con sentencias condenatorias de los cr¨ªmenes terroristas.
El problema de los extranjeros
En agosto de 1980 se aprob¨® el Estatuto de Extranjeros, que afecta a unas 200.000 personas, en su mayor¨ªa argentinos y uruguayos exiliados de las dictaduras de sus respectivos pa¨ªses. Es una disposici¨®n represiva y que afectar¨¢ asimismo al clero de origen espa?ol, por lo que se explica que la Iglesia brasile?a haya tomado frontalmente posici¨®n contra la citada disposici¨®n, aparte de los partidos de oposici¨®n, la Prensa, los intelectuales y las universidades y sindicatos. El mismo partido de Gobierno se encontr¨® dividido en el Parlamento sobre este punto, y, finalmente, la ley se aprob¨® por 193 votos en contra y cinco a favor... pero prevaleciendo una disposici¨®n autoritaria de las ?leyes constitucionales? por la cual cualquier proyecto de ley del Gobierno, al cabo de 45 d¨ªas de presentado, queda autom¨¢ticamente convertido en ley. Pero el Gobierno ha comprendido que la aplicaci¨®n de tal disposici¨®n ser¨ªa imposible y anuncia un nuevo proyecto correctivo, en tanto suspende la puesta en pr¨¢ctica del Estatuto.
En ese cuadro se preparan las primeras elecciones democr¨¢ticas estatales para noviembre de 1982, y la oposici¨®n, que ya desde hace varios a?os. posee la mayor¨ªa de sufragios y hasta la mayor¨ªa de municipios, tiene grandes posibilidades de controlar los Estados industrializados y m¨¢s importantes. La misma pol¨ªtica exterior brasile?a es contradictoria, porque mientras te¨®ricamente podr¨ªa volver a ser el pilar democr¨¢tico en Am¨¦rica del Sur, permite el golpe fascista de los militares argentinos en Bolivia, intercambia visitas con Pinochet y Videla, al tiempo que multiplica su apoyo al Pacto Andino y a Venezuela, y se coloca en la l¨ªnea, de Carter en Estados Unidos.
En definitiva, un a?o de ?cal y canto?, pero en que el saldo es favorable al proceso democratizador, que, a pesar de las nuevas dificultades surgidas por la recesi¨®n econ¨®mica y la crisis del petr¨®leo, permite ver con cierto sensato optimismo el porvenir institucional del sistema, en que participar¨¢n ex exiliados democr¨¢ticos y no dem¨®cratas.
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