El duque de Alba, alcalde honor¨ªfico de San Antonio (Estados Unidos)
Jes¨²s Aguirre visit¨® varias universidades norteamericanas
Jes¨²s Aguirre y Ortiz de Z¨¢rate, el duque de Alba, acaba de ser nombrado alcalde honorario de la ciudad hispana de San Antonio en Texas (Estados Unidos), pa¨ªs del que acaba de regresar tras un viaje fundamentalmente acad¨¦mico y cultural. ?Todav¨ªa estoy sorprendido?, ha dicho Jes¨²s Aguirre, ?por la vitalidad y la civilizaci¨®n de los campus universitarios norteamericanos. Naturalmente que en ese pa¨ªs, y en los cotos cerrados que son las universidades, hay problemas, y grav¨ªsimos. Pero eso no quita para que, en una primera impresi¨®n puntual, nos quede grabada la actitud c¨ªvica, respetuosa y de trabajo, generalizada?.
Invitado por las universidades de Pensilvania, Chicago y Austin, ha dado, seg¨²n sus propias palabras, ?cinco conferencias, una en franc¨¦s, una en alem¨¢n y las otras tres en castellano. La primera fue una confrontaci¨®n entre la cultura francesa y la espa?ola a partir del siglo XVIII. La referencia m¨¢s espectacular?, dice el duque de Alba, ?fue la que hice al reci¨¦n publicado Libelo contra los franceses, editado por Turner, de an¨®nimo autor, con el que, aunque no puedo estar de acuerdo, s¨ª que reconozco el talento del libelista, la gracia para seleccionar las citas y para inventarse otras. Interes¨® y divirti¨®. Les dej¨¦ un ejemplar en la biblioteca?.?La conferencia alemana?, sigue diciendo el duque de Alba, ?trataba, como parece irremediable en mi caso, sobre la personalidad de Walter Benjamin en su relaci¨®n con la escuela de Francfort. Una relaci¨®n siempre conflictiva marginada, en la soledad de Benjamin... Hice hincapi¨¦ en un texto aterrador, su diario de Mosc¨² del a?o 1926 al 1927, en el que quedan patentes dos temas principales: el fracaso amoroso con esa mujer finlandesa, comunista y disc¨ªpula de Piscator, que fue Lacys, y el rechazo del mundo comunista, que ya en el a?o 1926 ve¨ªa empezar a brujulear a Josif Stalin?. ?Walter Benjamin?, dice Jes¨²s Aguirre, ?sigui¨® siendo en Mosc¨² un marginado, y sus contactos fueron tambi¨¦n, aunque ¨¦l no los buscara, los marginados de la cultura oficial, y casi todos jud¨ªos?.
En su biblioteca del palacio de Liria, junto a una colecci¨®n de pitilleras de plata, cerca de otra de vasos griegos y en la proximidad de excelentes pinturas, hay una foto de Benjam¨ªn. Tambi¨¦n otra de Aranguren y otra de Enrique Ruano, lazos con un mundo intelectualmente no abandonado por Jes¨²s Aguirre. Al pasar, un espl¨¦ndido Ribera, a poco cent¨ªmetros de un nada com¨²n Murillo, de un fraile de Zurbar¨¢n de una menina de Vel¨¢zquez, de un Cristo del Greco... Le pregunto que se siente viviendo entre estas maravillas. ?Responsabilidad?, dice.
De las tres conferencias espa?olas -sobre los palacios de la Casa de Alba, una, y un relato persona de la vida intelectual espa?ola, de las que han salido importante acuerdos culturales entre la Casa de Alba y las universidades americanas, tal vez la m¨¢s interesante es la que trataba de la recuperaci¨®n cultural del exilio. ?Para m¨ª?, dice el duque de Alba, ?hay una sensible diferencia entre la recuperaci¨®n cultural y la pol¨ªtica. La primera tendr¨ªa que hacerse cargo de lo que llamo el lado claro del exilio, esto es, la asimilaci¨®n que los desterrados han hecho de la cultura de los pa¨ªses en que han vivido la mayor parte de su vida. En el caso de los espa?oles salidos de la guerra civil, estamos padeciendo su recuperaci¨®n pol¨ªtica, es decir, que se les impone una especie de pasmo, se convierte a unos personajes vivos en fotograf¨ªas sepias de un ¨¢lbum familiar... No es verdad que el exiliado haya sido impermeable al medio en que ha vivido. Y si de alguna manera puede enriquecernos, es aportando esa simbiosis cultural que se ha visto obligado a realizar?.
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