El quinteto Koan, frente a cinco m¨²sicos del Grupo de los Seis
Un programa tan desusado y tan interesante, como el dedicado al Grupo de los Seis en el ciclo de conciertos monogr¨¢ficos titulado Maestros del siglo XX, creo que hubiera merecido m¨¢s p¨²blico en el teatro del C¨ªrculo de Bellas Artes. Tambi¨¦n un poco m¨¢s de cuidado en la presentaci¨®n del programa de mano, carente de comentarios -como es norma del ciclo- e incluso de la informaci¨®n de las instrumentaciones de las obras, cosa elemental en todo caso y casi necesaria cuando se interpretan cinco composiciones, que comportan cinco plantillas distintas. Decir esto, como lamentar que el Grupo de los Seis no estuviera representado al completo (no se localiz¨® a tiempo alguna partitura adecuada de Germaine Tailleferre), no quiere ser sino un modesto toque de atenci¨®n hacia detalles f¨¢cilmente subsanables que ayudar¨ªa a redondear el aspecto de un ciclo que ya califiqu¨¦ de mod¨¦lico en su planteamiento.La presente estaba protagonizada por los miembros del quinteto de viento Koan, con la merit¨ªsima compa?¨ªa pian¨ªstica de Rogelio R. Gavilanes (en Durey y Poulenc) y Ana Gorostiaga (en Honegger y Milhaud). Rafael Cros (flauta), Jos¨¦ Garc¨ªa (oboe), Adolfo Garc¨¦s (clarinete), Peregr¨ªn Cald¨¦s (trompa) y Rafael Angel (fagot), trabajaron con correcci¨®n general y aciertos particulares notables, desarrollando m¨¢s que dignamente un programa comprometido por la propia dificultad de las partituras.
Quinteto de viento Koan
Rogelio Gavilanes y Ana Gorostiaga, pianos. Obras de Auric, Durey, Honegger, Milhaud y Poulenc. Teatro del C¨ªrculo de Bellas Artes. Madrid, 20 de noviembre de 1980.
La Sonata para flauta, oboe, clarinete y piano de Milhaud, y el Sexteto para piano y los cinco instrumentos de viento de Poulenc, esto es, las obras de mayor sustancia musical programadas, sin duda se beneficiar¨ªan de la madurez que da un rodaje posterior de este trabajo, rodaje que yo animar¨ªa a los int¨¦rpretes a que hicieran, porque se trata en ambos casos de muy buena m¨²sica que debe gustar all¨¢ donde se ofrezca, y debe interesar a cuantos traduzcan su filarmon¨ªa en deseos de conocimiento de tanta partitura interesante como hay en injustificado olvido.
En la primera parte, despu¨¦s del superficial -aunque grato- Tr¨ªo para oboe, clarinete y fagot de Georges Auric, escuchamos la Sonatina para flauta y piano de Louis Durey, p¨¢gina carente de la t¨ªpica mordacidad del estilo de este grupo, que se apoy¨® en el talento art¨ªstico-literario de Cocteau, demasiado influida por el Debussy de L'apr¨¦s-midi; y la Sonatina para clarinete y piano de Honegger, quiz¨¢ la obra m¨¢s difundida de las presentadas en este concierto. Los solistas respectivos -Cros y Garc¨¦s- tocaron francamente bien: son instrumentistas de clase y creo que pueden y deben despegarse de cierta timidez (al menos aparente), t¨ªpica del ?m¨²sico de atril?, para profundizar en lo que hay de personal en toda interpretaci¨®n.
Babelia
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