La fe no mueve monta?as..., pero las siembra
Ha observado, especialmente en la URSS, que el fin de una oligarqu¨ªa se hab¨ªa enlazado con el nacimiento de una nueva clase social; que, en vez de los ricos de antes, existen los bur¨®cratas de ahora que sigue habiendo, con otro nombre, una clase dirigente alejada de los problemas obreros y campesinos, encastillada en sus despachos y dedicando a los problemas que se presentan la atenci¨®n lejana y distante de quien est¨¢ bien alojado, bien vestido y bien alimentado, que vive, en fin, en otro ambiente.Para evitar esa deformaci¨®n de lo revolucionario, Albania ha emprendido un camino audaz y totalmente in¨¦dito. Contra el apoltronamiento en los empleos superiores existen aqu¨ª medidas tajantes. Desde subsecretario para abajo, nadie puede permanecer m¨¢s de diez a?os en el mismo cargo, y, lo que es m¨¢s importante, todos los funcionarios -los que llamar¨ªamos gente de corbata (aqu¨ª la usan s¨®lo ellos, efectivamente)-, igual que los profesores universitarios o los juristas, tienen que realizar obligatoriamente una vez al a?o un mes de trabajo en un taller, en una f¨¢brica y en el campo.
Aunque salga por el estilo. Porque, para evitar otra discriminaci¨®n que se mantiene en la mayor¨ªa de los pa¨ªses socialistas, la diferencia entre el sueldo mayor y el menor en cada establecimiento industrial o comercial no puede superar nunca la proporci¨®n de 1 a 2. Dicho de otra manera, si el salario del mozo de una f¨¢brica es de cuatrocientas lekas (unas 4.000 pesetas), el director de la misma empresa no podr¨¢ rebasar nunca las ochocientas.
(Par¨¦ntesis obligado. La peque?ez de esos sueldos -un caf¨¦ vale ya veinte pesetas- queda compensada por varias circunstancias. Casi nunca hay una sola entrada econ¨®mica en la casa, porque trabajan tanto los hombres como las mujeres. El alquiler del piso es muy bajo, alrededor de las 250 pesetas. En Albania no existen impuestos. La ense?anza, tanto la primaria -85% de analfabetos en 1939, ninguno ahora- como la secundaria, hasta la universidad es totalmente gratuita y obligatoria durante ocho a?os, y lo mismo puede decirse del cuidado de la salud p¨²blica en todos los terrenos, desde el deporte obligatorio a la operaci¨®n quir¨²rgica m¨¢s delicada y dif¨ªcil. Por cierto, Albania tiene m¨¢s m¨¦dicos por habitantes que ning¨²n otro pa¨ªs del mundo.)
Trabajos manuales para los intelectuales
La idea de ese desplazamiento anual, ese ramad¨¢n de sacrificio por parte de los funcionarios no acostumbrados a dar el callo, tiene un doble valor. En primer lugar, el psicol¨®gico. Se insertan en la vida diaria del pueblo llam¨¦mosle bajo, comparten su labor, ven en la pr¨¢ctica sus problemas. Tan importante considera el Gobierno esa tarea moral que acepta, por ejemplo, que la juventud universitaria trabaje durante dos meses al a?o, voluntariamente, con pico y pala en la construcci¨®n del ferrocarril (no hab¨ªa trenes en Albania antes de la revoluci¨®n y la juventud tom¨® a su cargo el hacerlo), aunque desde el punto de vista econ¨®mico reconozcan que ser¨ªa mucho m¨¢s barato que lo hicieran obreros especializados, con las m¨¢quinas apropiadas. Se trata de que los intelectuales conozcan el esfuerzo manual que realiza la mayor¨ªa de sus compatriotas...
Hemos visitado unos barracones donde esos j¨®venes universitarios (eran casi todos de Derecho y Filosof¨ªa) nos acogieron con alegr¨ªa, cantaron, bailaron para nosotros. Se les ve¨ªa felices en su alejamiento temporal de las aulas. Mis compa?eros de viaje, todos j¨®venes tambi¨¦n, estaban admirados. ?Qu¨¦ entusiasmo por la causa! ?Qu¨¦ esperanza para el ma?ana! ?Esta gente tiene que estar en lo cierto! Yo, bastante m¨¢s viejo, no quise decirles que hab¨ªa visto la misma alegr¨ªa, la misma te en el porvenir, parecidos cantos y bailes, en la juventud hitleriana de los a?os cuarenta. Desgraciada o afortunada mente, seg¨²n el partido pol¨ªtico que lo inspire, el joven es siempre generoso y dispuesto a embriagarse por una idea rom¨¢ntica, sea la de la total liberaci¨®n del obrero o la de crear el Reich de los mil a?os.La otra raz¨®n de esa peregrinaci¨®n anual a los puestos de trabajo f¨ªsico es su valor pr¨¢ctico. Si el funcionario que tiene que hacer entrega de los medios necesarios para que funcione una f¨¢brica o una granja, ha estado cumpliendo un horario en ese taller, en ese campo de patatas, no ver¨¢ en una petici¨®n de ayuda la cl¨¢sica papeleta de sus compa?eros, los funcionarios de otros pa¨ªses. Por el contrario, se identificar¨¢ m¨¢s f¨¢cilmente con una necesidad que puede haber vivido en persona el a?o anterior, cuando el Comit¨¦ de Control Obrero juraba que iba a la capital a arrastrar al administrativo que no cumpl¨ªa con su misi¨®n de ayudar a la producci¨®n nacional.
Producci¨®n acordada mutuamente
He nombrado al elemento revolucionario m¨¢s impresionante de todo el esquema laboral alban¨¦s. El control obrero de una empresa es la respuesta que aqu¨ª han inventado a la posibilidad de que, como en tantos pa¨ªses socialistas, se quiebre por desidia, vagancia, desinter¨¦s o, sencillamente, sabotaje la l¨ªnea de comunicaci¨®n que va desde el telar o el torno al departamento que tiene que suministrar el material para que siga funcionando ese telar o ese torno. El comit¨¦ obrero de una f¨¢brica tiene derecho a acudir ante el comit¨¦ local del partido y llegar, si es necesario, al mismo ministro, y ha ocurrido m¨¢s de una vez, me dicen, que cayera ¨¦ste s¨®lo por la acusaci¨®n del Comit¨¦ de Control Obrero de una lejana poblaci¨®n albanesa.
La producci¨®n anual se fija de acuerdo entre el Gobierno y los trabajadores representados por el comit¨¦. El plan quinquenal pide tantos metros de tela a una f¨¢brica, el Comit¨¦ de Control Obrero fija la norma...
-?C¨®mo lo hacen?
Estamos visitando un taller textil de gigantescas naves. Los obreros son, casi todos, mujeres. Miran con curiosidad pero sin pasmo. Se mueven con seguridad pero sin prisa. Como todas las f¨¢bricas del pa¨ªs, trabajan en tres turnos de ocho horas seguidas, s¨¢bados incluidos. No hay parados en Albania y la producci¨®n sobrante se exporta.
-Dec¨ªa ?c¨®mo se fija la norma?
-Se observa a un obrero durante la jornada de ocho horas y se mide lo que es capaz de hacer en ese tiempo.
Levanto la mano.
-Camarada responsable. Un obrero observado durante ocho horas trabajar¨¢ mucho m¨¢s que en su jornada habitual.
-Lo sabemos. Por eso descontamos algo. Por ejemplo, si ha logra do treinta metros de tela, apuntamos veinticinco, y ¨¦sta ser¨¢ la norma si la aprueba la asamblea de obreros bajo la presidencia del comit¨¦ de control. Si lo hace en menos tiempo, el trabajador obtiene un peque?o incentivo econ¨®mico.
... O la bandera roja puesta al lado de la m¨¢quina mostrando que aquel obrero, aquel equipo, es h¨¦roe del trabajo. Igualmente aparecer¨¢ la foto de los stajanovistas en una pancarta a la entrada del taller.
-Pero entonces la direcci¨®n de la f¨¢brica, ?qu¨¦ papel desempe?a?
-Eso, la de dirigir, siempre de acuerdo con el comit¨¦ del partido.
-?Y si no est¨¢n de acuerdo en c¨®mo llevar la empresa?
Se miran entre s¨ª, asombrados.
-Camarada, siempre est¨¢n de acuerdo. ?No ves que a ambos les gu¨ªan las ideas del marx¨ªsmo-leninismo?
El esp¨ªritu de Lenin
Es el muro con que me he encontrado a menudo a lo largo de las entrevistas aqu¨ª realizadas. Cuando les planteo un problema de contradicci¨®n humana, me aseguran de su imposibilidad porque ambas partes comulgan con el mismo esp¨ªritu revolucionario y no puede haber pelea. No de otra manera explican los cat¨®licos la imposibilidad de que los cardenales no lleguen a acuerdo con el c¨®nclave. El Esp¨ªritu Santo es aqu¨ª el esp¨ªritu de Lenin.
Los tres turnos son rotatorios, y cada tres semanas le toca al obrero la jornada nocturna, que es de siete horas en vez de las ocho, como las que trabajan durante el d¨ªa. Las madres lactantes no pueden trabajar de noche, y cuando lo hacen de d¨ªa dejan al ni?o en la guarder¨ªa a donde acuden a amamantarle las veces que sean necesarias.
La visita a la f¨¢brica nos depara otras sorpresas. En cierto modo este pa¨ªs tiene m¨¢s vigilancia industrial que militar. No se puede entrar con m¨¢quinas de fotograf¨ªas, ni con bolsos (miedo al sabotaje), tampoco se puede fumar...
El ruido de telares ensordece. Pregunta: ?C¨®mo pueden aguantarlo?
Respuesta: Est¨¢n acostumbrados. (Manes de la burgues¨ªa. Esto lo tengo o¨ªdo yo mil veces respecto a las ?chachas? de nuestros padres.) Insistimos en la ?rueda? que sigue a la visita. ?Est¨¢n seguros de que a la larga no les perjudica? Un poco irritados -?del mundo capitalista van a venir a ense?arles a cuidar a los obreros! - dicen que la Comisi¨®n T¨¦cnica de la Salud no ha encontrado nada perjudicial en esa pr¨¢ctica. Una ATS del grupo lanza una pregunta aguda: ??Formaba parte de esa Comisi¨®n alg¨²n obrero de ese taller??. La respuesta es negativa. Se consultan r¨¢pidamente en alban¨¦s y, por fin, uno nos dice que se estaba pensando ?en proveer a las obreras de esa zona de auriculares protectores?. ?Hemos echado de menos tambi¨¦n guantes para los que trabajan con m¨¢quinas?, dice alguien. ?A veces los tienen y no quieren pon¨¦rselos?, contestan; eso puede ser cierto; ha ocurrido tambi¨¦n en Espa?a. Por ello cuando tienen un accidente se les descuenta el 5% de su sueldo por imprudencia, mientras el enfermo lo cobra entero. ?Y c¨®mo es posible que no exista un solo asiento para esas mujeres ante el telar durante ocho horas? ?Est¨¢n acostumbradas?.
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