Servet, Bull¨®n y Vega D¨ªaz
Mi admirado amigo, el profesor A. Bull¨®n lamenta en carta, al director de este peri¨®dico (6-12-1980), que yo haya omitido en un art¨ªculo m¨ªo sobre Servet la cita de E. Bull¨®n Fern¨¢ndez de entre los estudiosos espa?oles que se ocuparon de nuestro heresiarca del siglo XVI. Dice tambi¨¦n que yo he maltratado a Marcelino Men¨¦ndez y Pelayo. Respecto al primer punto tiene total y absoluta, raz¨®n para la lamentaci¨®n y la queja; s¨®lo parcial en lo que se refiere al segundo, pero las acojo con honestidad. Ambos hechos requieren explicaciones que con mucho gusto doy.Mi art¨ªculo pretend¨ªa ¨²nicamente comentar lo que el libro por m¨ª recensado significaba en cuanto a aclarar el pensamiento teol¨®gico de Servet, sin tocar para nada las otras muchas facetas del personaje (m¨¦dica, geogr¨¢fica, astrol¨®gica, descubridora de fen¨®menos fisiol¨®gicos, etc¨¦tera). En su primera versi¨®n, el art¨ªculo constaba de ocho folios (que tengo a disposici¨®n de quienes quieran leerlos), y a petici¨®n de la redacci¨®n de EL PAIS, hube de reducirlo a la mitad. Tach¨¦ del texto todo aquello que consider¨¦ quedaba al margen del pensamiento filos¨®fico de Servet y de la nueva traducci¨®n correct¨ªsima del Christianismo Restitutio. Entre lo tachado estaba precisamente un par¨¦ntesis que, despu¨¦s de la palabra ?geogr¨¢ficos? del primer p¨¢rrafo, dec¨ªa y dice (?sobre cuyo tema fue magn¨ªficamente estudiado, entre nosotros, por E. Bull¨®n?). Tambi¨¦n tach¨¦ el nombre E. Bull¨®n en el lugar de mi art¨ªculo en que se dice que Goyanes y Bar¨®n eran ?los ¨²nicos.... etc¨¦tera?. Y lo hice porque Bull¨®n s¨®lo hab¨ªa investigado en la geograf¨ªa ptolomeico-servetiana. Me duele que tal omisi¨®n, realmente consciente, haya disgutado a una persona que tanto estimo y admiro.
Con respecto al trato que doy a Men¨¦ndez y Pelayo se me han quejado privadamente otros amigos. A ellos d¨ª la explicaci¨®n que me veo obligado a hacer, por escrito, ante el comentario p¨²blico de Bull¨®n. No puedo maltratar a don Marcelino por tres razones. Primera, porque no cabe en mis normas de escritor y de m¨¦dico maltratar a un pol¨ªgrafo al que admir¨¦ siempre como magistral ejemplo de investigador y con cuya obra he enriquecido mucho mi modest¨ªsima formaci¨®n. Segunda, porque silenci¨¦ mi creencia de que Men¨¦ndez Pelayo no lleg¨® a leer directamente las obras de Servet, sino que bas¨® sus opiniones en los estadios de Toll¨ªn (cuyo entusiasmo por Servet ?raya en fanatismo?), de los que extrajo m¨¢s savia que el propio autor. Hasta las citas de Servet que don Marcelino transcribe y traduce coinciden exactamente con las de Toll¨ªn. El lenguaje y la caligraf¨ªa de Servet son terriblemente enrevesados y merecen, sin duda, algunos de los t¨¦rminos que yo consider¨¦ crueles. Por eso al comienzo de mi art¨ªculo digo lo de ?equivocadamente? y lo de ?incompleto conocimiento de Servet?. Quien compare los textos de las traducciones de Men¨¦ndez y Pelayo con la de
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Alcal¨¢-Bet¨¦s comprender¨¢ mi afirmaci¨®n; aunque quiz¨¢ resultara excesivamente cruda o poco pulida. Tercera, porque al hacer mis tachaduras elimin¨¦, con la relativa inconsciencia de la prisa, algunas frases m¨¢s gratas sobre Men¨¦ndez Pelayo. Por lo pronto, una en que reconoc¨ªa que en los trece primeros renglones que inician el cap¨ªtulo V sobre Servet, del volumen III de la Historia de los heterodoxos, se dicen cosas muy bellas sobre el sijenense. /
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