Crisis moral en Italia
El terremoto ocurrido en el sur de Italia, que puede haber costado 5.000 vidas y enormes da?os materiales, ha provocado tambi¨¦n un extraordinario ?terremoto pol¨ªtico?.Un resultado directo de la cat¨¢strofe, y de las posteriores protestas contra los fallos de la operaci¨®n de socorro, ha sido la promesa de la Democracia Cristiana de llevar a cabo un serio intento de disoluci¨®n de todas las facciones en su interior, las desacreditadas ?corrientes?, cuya avaricia est¨¢ en la ra¨ªz de una gran parte de la corrupci¨®n y de los esc¨¢ndalos de Italia. Tambi¨¦n ha aceptado en principio, ?en casos excepcionales?, unir fuerzas con el partido comunista en algunos gobiernos locales.
Pero al mismo tiempo, los comunistas han abandonado repentinamente la estrategia del ?compromiso hist¨®rico? con la Democracia Cristiana, y han reclamado para s¨ª la direcci¨®n de un nuevo Gobierno de coalici¨®n de la izquierda, a fin de evitar una crisis constitucional, producida, seg¨²n ellos, por el ?derrumbamiento moral? de la Democracia Cristiana.
En lugar de unirlo, la cat¨¢strofe dividi¨® profundamente al pa¨ªs; pero una vez m¨¢s, el presidente, Sandro Pertini, se destac¨® como el portavoz directo del sentimiento general de abatimiento y desconfianza hacia el Gobierno, los partidos pol¨ªticos y la burocracia administrativa. Su feroz denuncia en la televisi¨®n del ?criminal retraso? en las operaciones de socorro estuvo a punto de derribar al Gobierno Forlani. No era su objetivo.
Claro que en Italia es el ¨²nico pa¨ªs en el que hay un viejo dicho que hace a los ?ladrones del Gobierno? responsables incluso de la lluvia: Piove, governo ladro. Sin embargo, las devastadoras consecuencias del terremoto no pueden explicarse simplemente acudiendo a la tradicional desconfianza de los italianos hacia cualquier Gobierno. Por irracionales y excesivas que parezcan, teniendo en cuenta la situaci¨®n existente tras el terremoto, esas reacciones revelan la existencia de una aut¨¦ntica ?crisis moral? en la sociedad italiana.
Hoy en d¨ªa Italia es un pa¨ªs triste, a pesar de la vitalidad de su econom¨ªa y de las inmensas mejoras de las condiciones de vida y del nivel cultural que han tenido lugar en las ¨²ltimas d¨¦cadas. Se tiene la sensaci¨®n de que la gente, en general, no es feliz porque se dan cuenta de la tremenda corrupci¨®n existente, adem¨¢s de la casi legendaria ineficacia de todas las instituciones p¨²blicas.
Este sentimiento provoca una anarqu¨ªa general, que se extiende mucho m¨¢s all¨¢ de la ca¨®tica situaci¨®n del tr¨¢fico en las carreteras y ciudades italianas. Incluso el aumento del terrorismo est¨¢ en muchos sentidos m¨¢s relacionado con esta ?crisis moral? que con la mala situaci¨®n econ¨®mica.
Estos males son hasta cierto punto consecuencia del desarrollo an¨¢rquico de Italia, que ha destruido muchos valores y lazos sociales tradicionales. Las mismas ?virtudes privadas? que se encuentran detr¨¢s del crecimiento econ¨®mico de Italia, el individualismo y el deseo de enriquecerse r¨¢pidamente, tienden a convertirse en ?vicios p¨²blicos?, al hacer que los principales pol¨ªticos italianos, muchos de ellos, aunque no todos democristianos, se comporten como una razza padrono, una raza de amos, como si el Estado fuera su propiedad privada.
El reto del PCI
Como partido gobernante desde el final de la segunda guerra mundial, a pesar de sus grandes m¨¦ritos hist¨®ricos, se le considera a la Democracia Cristiana la principal responsable de esta lamentable situaci¨®n. En realidad, son muchos a los que les gustar¨ªa ver un cambio de Gobierno; el hecho de que el Partido Comunista italiano no haya podido nunca aprovecharse de este sentimiento tan extendido para ganar las elecciones muestra la magnitud del precio que tiene que pagar por la incapacidad para cortar sus lazos con la URSS.
Los sentimientos de desconfianza hacia el PCI son todav¨ªa demasiado profundos para poder tomar en serio su actual reto pol¨ªtico. No s¨®lo han rechazado la propuesta del PCI todos los dem¨¢s partidos, sino que adem¨¢s ha sido denunciada como una prueba m¨¢s de la ?irresponsabilidad? de la actual pol¨ªtica del partido de Berlinguer, que amenaza con agudizar las profundas divisiones de la sociedad italiana en un momento cr¨ªtico, lo cual no har¨ªa m¨¢s que empeorar la crisis.
Pero si de momento no se contempla un cambio de poder, hay que depositar, pues, todas las esperanzas de una resurrecci¨®n moral en la incierta operaci¨®n de limpieza prometida por la Democracia Cristiana y en las severas reprimendas del presidente Pertini. ?O existe otra soluci¨®n?
Me encuentro entre aquellos a los que les gustar¨ªa ver durante cierto tiempo a un primer ministro no democristiano -socialista o republicano- al frente de una coalici¨®n de centroizquierda basada a¨²n esencialmente en la Democracia Cristiana.
A esto se le llama alternanza (sustituci¨®n, delegaci¨®n) en el sutil lenguaje pol¨ªtico italiano, en oposici¨®n a una imposible alternative, una aut¨¦ntica alternativa de Gobierno, es decir, un cambio total de los partidos en el poder. Hasta ahora la Democracia Cristiana ha venido rechazando tal proyecto, cuya puesta en pr¨¢ctica fue ya intentada en una ocasi¨®n por el presidente Pertini. Puede que, antes o despu¨¦s, se den cuenta de que tambi¨¦n les resultar¨ªa beneficioso a ellos ceder parte de su gran poder pol¨ªtico. Cuanto antes lo hagan, m¨¢s f¨¢cilmente se superar¨¢ la ?crisis moral? que padece Italia.
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