Manipulaci¨®n de la muerte
TODAVIA Es demasiado pronto para saber si el asesinato de Juan Ignacio Gonz¨¢lez Ram¨ªrez, secretario general del ultraderechista Frente de la Juventud, debe ser inscrito en la ya larga lista de los cr¨ªmenes de motivaci¨®n pol¨ªtica que han ensombrecido nuestra convivencia en los ¨²ltimos a?os. Pero aun admitida esa hip¨®tesis, quedar¨ªa un largo trecho para descubrir, en la mara?a de organizaciones violentas y en la jungla donde se ocultan los servicios paralelos y las tramas internacionales, la identidad personal de los culpables y su adscripci¨®n concreta a una banda determinada.La dolorosa experiencia de los a?os de transici¨®n sirve para invalidar cualquier actitud ingenua o simplista a la hora de analizar la violencia pol¨ªtica. Sin duda, la funci¨®n que pueda desempe?ar un crimen pol¨ªtico en un contexto determinado constituye un dato que debe ser tomado en consideraci¨®n, no como indicio seguro de la suplantaci¨®n total de la organizaci¨®n que la reivindica por otra instalada en la sombra, sino como base para sospechar de una manipulaci¨®n parcial y a distancia de esas siglas. Ahora bien, ni es f¨¢cil de establecer de manera inequ¨ªvoca la hipot¨¦tica funci¨®n singular que cumplan esos atentados ni tampoco la eventual existencia de interferencias convierte en pura fantasmagor¨ªa a la banda que se jacta de haberlos llevado a cabo. La ingenuidad ante las apariencias puede ser tan infructuosa para el an¨¢lisis de la violencia como el aferramiento a los esquemas paranoicos de la concepci¨®n conspirativa de la historia.
De otro lado, la complejidad de esos arrabales donde habitan los profesionales de la violencia pol¨ªtica, que en muchos casos han convertido en oficio lo que anta?o pudo ser un compromiso ideol¨®gico, puede llegar al paroxismo cuando las organizaciones armadas, aisladas del medio social y acosadas por los cuerpos de seguridad, aplican el fanatismo y la crueldad para resolver sus litigios. Tambi¨¦n la historia nos ense?a que los ajustes de cuentas dentro de las bandas armadas, sometidas anternamente al imperio de la intolerancia y el recelo, pueden acabar en cr¨ªmenes. Las diligencias sumariales, y no las declaraciones a bote pronto de los correligionarios de la v¨ªctima o de alg¨²n funcionario de la polic¨ªa, son las encargadas de esclarecer, en ¨²ltima instancia, la identidad de los asesinos de Juan Ignacio Gonz¨¢lez Ram¨ªrez y los m¨®viles del crimen. En estos momentos, las acusaciones contra la extrema izquierda tienen tan escasas bases, como la atribuci¨®n del crimen a un ajuste de cuentas o a motivos de ¨ªndole privada. En espera de que el sumario judicial avance, s¨®lo cabe condenar el crimen, recordar que el derecho a la vida es un principio sagrado y expresar el temor de que el asesinato de Juan Ignacio Gonz¨¢lez- Ram¨ªrez pueda ser esgrimido como pretexto para desencadenar una nueva espiral sangrienta.
Porque la lucha contra violencia, contra cualquier violencia, sea cual sea su color, su ret¨®rica y su justificaci¨®n, debe ser el objetivo prioritario de todos aquellos que aspiran a que la convivencia pac¨ªfica y democr¨¢tica sea una realidad en nuestro pa¨ªs. No s¨®lo es rechazable la fatua pretensi¨®n de que el fin justifique los medios, sino que cada vez resulta m¨¢s evidente que la violencia como medio destruye toda posibilidad de alcanzar cualquier fin que no sea la institucionalizaci¨®n perpetua de la violencia. Quienes aman la violencia pueden o no perecer en ella, pero, en cualquier caso, deben ser rechazados en nombre de los valores y de las ideas que s¨®lo pueden alcanzarse y mantenerse a trav¨¦s del respeto a la vida humana como un principio inviolable.
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