El santo patr¨®n de los escritores modernos
Flaubert no existe. La cr¨ªtica moderna se ha apoderado de su nombre para fabricar un artefacto conceptual: en este caso se trata de un concepto estrat¨¦gico, altamente abstracto, de apoyo log¨ªstico en las grandes maniobras de la guerra de la escritura.Este intento de recuperaci¨®n (v¨¦ase El grado cero de la escritura, de Roland Barthes, y la obra te¨®rica del Nouveau roman) no deja de ser enteramente leg¨ªtima. Sorprende comprobar hasta qu¨¦ punto el pensamiento Flaubert la obra Flaubert (como dec¨ªamos, en nuestra azarosa juventud, el pensamiento Mao Zedong) es exactamente el punto de convergencia, el lugar geom¨¦trico de las disputas contempor¨¢neas sobre el textoproducto y la escritura-proceso. Hablando claro: Flaubert, el mito Flaubert (pero ?quiz¨¢ haya mitos positivos?) es el modelo insuperable, el santo patr¨®n del gremio de los escritores modernos. Compru¨¦bese si no:
1. La ambici¨®n manifiesta de escribir una novela sobre nada, ?una novela que se sostenga en el aire por el ¨²nico milagro del estilo?, es el origen evidente de las tesis modernas sobre la escritura autorreferencial. Flaubert se convierte as¨ª en el padre edipiano de los escritores abstractos. La biograf¨ªa literaria del eremita de Croisset m¨¢s bien se asemeja a lo que Marcelin Pleynet, refiri¨¦ndose a Lautr¨¦amont, llama tanatograf¨ªa: la disgregaci¨®n del autor en la palabra total de su escritura.
2. La tem¨¢tica del agotamiento de la escritura, de su escasez, encuentran sus ra¨ªces m¨¢s modernas en la correspondencia de Flaubert. Los alaridos de angustia, el camino oscuro entr¨¦ los escollos de la renuncio. o de la locura: ?La palabra humana?, dice Flaubert, ?es un caldero rajado donde tocamos melod¨ªas para que bailen los osos, cuando quisi¨¦ramos enternecer a las estrellas?. El tormento de la escritura, cual dolor de muelas, es, en Flaubert, el origen de la tortura moderna del libro venidero, que nunca vendr¨¢; de la escritura como l¨ªmite asint¨®tico, inasequible, meta eternamente frustrada de aquel masoquista que llamamos escritor.
3. Flaubert, cuando afirma incansablemente que ?siente dos hombres en (¨¦l)?, cuando enreda las pistas que van de la nostalgia del romanticismo m¨¢s pat¨¦tico y fulgurante, a la fr¨ªa crueldad de la obserzaci¨®n realista y de la distancia cr¨ªtica, obviamente abre el camino que conduce al estallido moderno de la escritura, al pol¨ªlogo narrativo: quiz¨¢ sea Flaubert el primer escritor consciente de la variedad de voces antagonistas que se puedan o¨ªr en el silencio del texto. Su ambivalencia desemboca claramente en la duplicidad de la escritura contempor¨¢nea. Hacemos nuestra su mala conciencia.
Demasiadas paternidades, a cual m¨¢s agobiante. No, decididamente no existe Flaubert. Dicen los matem¨¢ticos que los objetos que describen son los ¨²nicos verdaderos porque no existen. ?Y si hubiera llegado el momento de arrancarle a Flaubert la m¨¢scara de la verdad te¨®rica, para restituirle por fin a las dudas, a las medias verdades, al claroscuro de su existencia?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.